La fiesta en casa del joven matrimonio Weasley estaba siendo divertida para todos, menos para Severus. Veía a su amante bailando por la sala con viejos compañeros de escuela. Pero él no se quedaba atrás. Tenía a Hermione agarrada de la cintura, mientras bailaban al ritmo de la música. No podía apartar los ojos de Harry, que se movía incansablemente entre los brazos de Draco. Movía su moreno cuerpo, apenas tapada por la escasísima tela de rombos plateados y negros, los músculos marcándose bajo su piel.

Poco a poco, de la misma forma que los innecesarios celos se apoderaban de él, fue acercándose a donde estaba la otra pareja hasta quedar a su lado.

—Creo que es hora del cambio de pareja. —Comentó en el oído de Harry, que sonriente se volvió hacia él, encajándose entre sus brazos.

El baile entre ellos se volvió más sensual. Harry enredaba los dedos en el cabello negro de Severus, con la cabeza apoyada en el hombro que tenía descubierto. Pero no eran los únicos que bailaban así. La fiesta se había ido convirtiendo en una bacanal, que llegaría a su máximo espledor si nadie le ponía remedio.

—Vámonos a casa.