Rivalidad Fraternal

 Este fic participó en el Primer Concurso de Relatos Snarry 2011 organizado por La Mazmorra del Snarry. 

Beta: Rowena Prince.

Advertencias: Universo Alterno. Harry!Slytherin.

Disclaimer: Nada me pertenece, los personajes son de JK Rowling.

Clasificación: G.

Resumen: Severus está harto de las bromas de James Potter y que de siempre se salga con la suya. Lo que no sabe, es que tiene a un aliado más cerca de lo que pensaba.

Frase del concurso: "Cuando te sale algo mal y sonríes  es porque ya sabes a quién echarle la culpa".

 

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Severus Snape no sabía a quién odiaba más: si a sus compañeros de casa, a los  cuatro tontos de Gryffindor,  que se metían siempre con él,  o al otro Potter, que estaba en su casa y  con el que compartía dormitorio. Era igual al Potter que estaba en Gryffindor, salvo por los ojos  y por una cicatriz. James Potter, Gryffindor, valiente, estúpido, chulo y metomentodo, con ojos almendrados. Harry Potter, Slytherin, de ojos verdes y con una cicatriz en la frente con forma de rayo. No podía decir mucho más de Harry, salvo que era un desastre en Pociones y muy desordenado. Tenía su lado de la habitación lleno de trastos por todos lados: la maleta de clase delante de la cama, ropa sucia por un lado, pergaminos y libros por el otro.

 

Parecía mentira que llevaran ya siete años compartiendo habitación y que apenas hubieran hablado salvo para darse los buenos días o noches, según el caso, y darse los recados que tuvieran. Recados del estilo de “Malfoy/el pequeño de los Black/cualquier otro alumno ha preguntado por ti”. Y por supuesto, siempre era Severus quien se los tenía que dar a Harry, como si fuera su secretaria. Porque claro, el Potter Slytherin hablaba con todo el mundo, menos con él, que era su compañero de dormitorio. Pero Severus creía que así era mejor, aunque él jamás fuera el destinatario de una de las radiantes sonrisas de su compañero.

 

Pero esta vez, ya había sido el colmo. James Potter y compañía le habían vuelto a poner en ridículo en pleno Gran Comedor. Le habían puesto algo en la comida, seguramente cuando James se acercó a hablar con su hermano gemelo, y como consecuencia, Severus se había quedado calvo, sin un solo pelo en cualquier parte de su cuerpo. ¿Qué habían hecho James Potter y sus amigotes? Reírse, como el resto del comedor. Y ¿qué había hecho Harry Potter? Sonreírle, antes de decirle:

 

—No te preocupes. Ya se sabrá quién es el culpable. 

 

Su única reacción, en ese momento, fue levantarse lo más dignamente que pudo e intentar salir del comedor como si nada hubiera pasado. Pero la fortuna no era justa con él, por lo que no pudo irse impune. En el preciso instante en el que iba a salir por la puerta, un hechizo golpeó sus botas con cordones, haciendo que  se entrelazaran y que cayera al suelo de bruces. ¿Resultado? Se había fracturado la nariz y pasado el resto de la tarde en la enfermería. Al día siguiente, tenía reunión con el Director pero ya sabía lo que iba a pasar: Dumbledore expondría, una vez más, los hechos de su última puesta en ridículo, le preguntaría si tenía alguna idea de quién había sido el culpable y, cuando él dijera que habían sido James Potter y compañía, el Director le preguntaría si estaba totalmente seguro de eso. Finalmente, como no tendría auténticas pruebas que lo demostraran, le diría que lo dejara pasar.

 

Pero eso, no era lo peor. Para rematar el día, al llegar a su dormitorio, dentro de la sala común de Slytherin, escuchó dos voces prácticamente iguales.

 

—¿Cuándo vas a parar?

 

—No sé de qué me hablas. —El tono de voz denotaba arrogancia, como seguro de su total impunidad.

 

—Sabes perfectamente de qué hablo. Sé que Sirius y tú planeasteis en verano cómo y cuándo molestar a Severus a lo largo del curso. —Tras la puerta, los ojos de Severus se entrecerraron mientras su odio por James Potter crecía hasta niveles insospechados.

 

—Deberías dejar de inventarte cosas… no sabes lo que dices.

 

—Si sigues así, se lo diré a papá.

 

Dentro de la habitación, James sonrió de un modo que no le gustó a Harry.

 

—No te atreverás. No te conviene, yo también me guardo un as en la manga, algo que no quieres que papá sepa.

 

—No eres el único, James.

 

—¿Seguro? ¿Y qué vas a decirle? ¿Qué molesto al pringado del curso? ¡Ah, no! Que no, que también es…

 

Severus no supo que más iba a decir James, porque lo que oyó a continuación fue un golpe dentro de la habitación. Alguien se había caído. Durante unos segundos, dudó si entrar o no, porque se oía mucho jaleo dentro y, de pronto, la puerta se abrió de golpe. Ambos hermanos presentaban señales de haberse peleado: las gafas torcidas de uno, el labio partido de otro, los pelos más revueltos que de costumbre y el uniforme deshecho de ambos. Se apartó de la puerta para dejar pasar a James, que salió de la sala común como si nada, a pesar de estar sangrando. Entró en su dormitorio para ver su cama revuelta.

 

—¿Qué ha pasado aquí? —Preguntó molesto.

 

—Nada. —Fue la única respuesta de Harry. El joven se metió en el baño para limpiarse el labio sangrante.

 

Severus alzó la ceja derecha, puso cara de desprecio y rehízo su cama con la varita. Cuando Harry salió en pijama del baño, se metió él para lavarse, cambiarse de ropa y meterse en la cama. Su compañero tenía el dosel cerrado, pero Severus sabía que estaba despierto porque veía luz y le oía refunfuñar y maldecir contra James. Cosa en la que estaba de acuerdo. Por una vez.

 

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El té se había enfriado en la taza que le había ofrecido Dumbledore.

 

—Entonces, Señor Snape, ¿está seguro de que su tropiezo al salir fue por un hechizo?

 

—Sí, señor. —Realmente dudaba que sirviera de algo todo esto. —Cuando me caí y fui a levantarme, tropecé de nuevo al dar un paso. Tenía los cordones atados.

 

—Comprendo. Pero espero que puedas comprender que no puedo ir varita a varita de este castillo para comprobar que, realmente, ha sido otro alumno.

 

Severus fue a replicar, cuando alguien tocó en la puerta.

 

»Adelante.

 

La puerta se abrió para dar paso a James Potter, con su pelo alborotado, las gafas puestas correctamente y su aire de siempre, aunque Severus no lo notaba tan seguro como de costumbre.

 

—Disculpe, profesor Dumbledore. ¿Podría hablar con usted?

 

—Si no lo ha notado, Señor Potter, ahora mismo estoy ocupado.

 

—Se trata de eso, Señor. Mis amigos y yo fuimos los que provocamos ayer el incidente con Snape.

—El chico, por algún motivo, era incapaz de mirar a Dumbledore a la cara, así que miraba a la mesa.

 

Severus no podía creer lo que estaba escuchando. Era imposible que James Potter se disculpara ante él, mucho menos, que reconociera sus ataques ante el propio director. Si no fuera porque estaba acostumbrado a ocultar sus sentimientos y a no desvelar con sus facciones nada que no fuera desprecio, su cara sería un auténtico poema a la incredulidad y el asombro. Sin embargo, no pudo evitar que por una vez, su rostro lo traicionara y ambas cejas se elevaran y su boca se abriera ligeramente. Para su fortuna, sólo Dumbledore fue testigo de ese cambio en su rostro, porque le estaba dando la espalda a James.

 

—Esto cambia las cosas. —Dumbledore se mesó la barba. —Señor Snape, ya no le necesito aquí, puede marcharse. —Sin decir una palabra, y tras parpadear un par de veces para recomponer su cara, Severus se levantó y se marchó, pasando junto a Potter.

 

Después de que se cerrara la puerta, Dumbledore, le indicó a Potter que se sentara.

 

»Señor Potter, ¿podría decirme qué hace exactamente aquí?

 

—Ya se lo he dicho, Señor.

 

—No, Harry, no me lo has dicho. —Harry miró sorprendido a Albus, antes de mirar de nuevo a la mesa, encogiéndose en la silla mientras el director sonreía.

 

El joven suspiró, como si estuviera cansado.

 

—Estoy harto, Director. Mi hermano y sus amigos hicieron un plan para todo el año, detallando qué harían a Severus.

 

—¿Por eso os peleasteis anoche? —Harry lo miró asombrado—. Poppy atendió a James en la enfermería, con el labio partido, pero no quiso decir qué le había pasado. —El director se tomaba su tiempo, intentando que Harry hablara por sí mismo, pero parecía que el joven Potter estaba más callado que de costumbre, aunque tenía una idea de por dónde iban sus pensamientos.

 

—No quieres que Severus tenga que soportar más las burlas de tu hermano, ¿es eso? —Harry asintió, avergonzado—. Y por lo que veo, la vía pacífica no ha funcionado con James.

 

—No. Además, me ha amenazado con decirles algo a nuestros padres de mí. Aunque también es cierto que yo le amenacé antes con contarles lo que está haciendo.

 

—Supongo que no será muy grave. Las discusiones entre hermanos siempre están ahí. Mi hermano y yo hemos tenido muchas peleas, pero siempre se puede solucionar. Lo que no sé es el motivo por el que no quieres que el joven Snape esté al corriente de tu ayuda, porque dudo mucho que él lo sepa.

 

Harry volvió a suspirar.

 

—No, no lo sabe. Es muy orgulloso, no permitiría que nadie le ayudara. Mucho menos yo, que soy un Potter. —Escupió su apellido de la misma forma que Severus solía hacerlo.

 

—Comprendo.

 

Mientras en el despacho Harry Potter disfrazado de James Potter, seguía hablando con el director, Severus Snape, se tropezaba en el vestíbulo con el auténtico James Potter. Y, por supuesto, James Potter no iba solo.

 

—¿Qué, Snivellus? ¡Venga ya! ¡Estabas mejor en el suelo y sin esa fregona sucia por pelo!

Severus le miró, preguntándose que si ése era James Potter ¿quién diablos estaba arriba con el director? La respuesta le llegó en seguida, pero no pudo evitar un nuevo ataque por parte de los merodeadores, y pronto, su pelo y el de la legendaria Medusa eran el mismo. Aunque esta vez no se quedó quieto y atacó a James con un encantamiento de piernas de gelatina. La cosa no fue a mayores, porque Minerva Mcgonagall entraba en ese momento al vestíbulo y lo vio todo. Ninguno de los cinco se libró del castigo: una semana limpiando los baños sin magia.

 

No obstante, eso no era lo que más avergonzaba a Severus. La intromisión del Potter que compartía dormitorio con él era una gran afrenta que estaba dispuesto a resolver esa noche.

 

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—¿Quién te crees que eres? —Le preguntó Severus nada más entrar al dormitorio, cuando  iba a  deshacer el hechizo de glamur que había usado horas antes para cambiar el color de sus ojos y ocultar su cicatriz.

 

—Sólo vengo a recoger una cosa de Harry —mintió.

 

—No me mientas. Sé que tú eres Harry. Me tropecé con James al salir del despacho.

 

Harry se avergonzó y sus mejillas se colorearon.

 

»¿Qué pretendías? ¿No es suficiente con las humillaciones diarias de tu hermano? ¿También tenías que hacerlo tú?

 

—No, no es eso… yo… sólo… —pero se calló sin decir nada más.

 

—¡Tú sólo qué! —exigió saber.

 

—Quería ayudarte —susurró.

 

—¿Haciéndote pasar por el imbécil de tu hermano? —Severus estaba muy cabreado, y Harry lo sabía por cómo lo miraba.

 

—Pensé que…

 

—¿Pensaste? ¿Tú que vas a pensar?  —Y la bola que llevaba Severus dentro explotó —. ¡Eres un auténtico desastre! ¡Mira como tienes la habitación! ¡Hecha una pocilga! ¡No sabes hacer una poción en condiciones! — Harry se encogió de hombros, mientras el otro seguía gritándole más cosas. —¡Siempre estás en babia! ¡Lo único que haces es estar de cháchara por ahí! ¡Estoy harto de hacer de tu secretaria! ¡De tener que aguantar a Malfoy preguntándome por ti a cada momento! ¡Como si fuera tu niñera! —Paró un momento para respirar.

 

Harry se atrevió a hablar.

 

—¿Ya has terminado? —Preguntó sin mirarle a la cara.

 

—¡No! ¡No hasta que me digas qué tontería se te pasó por la cabeza!

 

—Quería ayudarte. —Volvió a susurrar. El otro simplemente alzó la ceja derecha en un claro gesto de incredulidad—. Aunque no lo creas, odio que mi hermano te trate así, no lo mereces.

 

—Mentiroso. —Fue lo único que dijo Severus antes de irse de la habitación.

 

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Los días pasaron y la tensión entre ellos no remitía. Además, todo empeoró cuando Slughorn los puso juntos para hacer una poción y una redacción de un metro de largo sobre ella. Harry tembló ante la mirada iracunda del otro, que simplemente le ignoró y se puso a trabajar con la poción, dejando claro que no trabajaría con él.

 

A James ya se le había pasado el enfado con su hermano. No eran más que chiquilladas y ambos lo sabían. Sus peleas no duraban mucho, sólo uno o dos días, las peores. Así que Harry iba por las tardes con él para que entre él y Remus le explicaran Pociones. Una de esas tardes, Severus lo vio sentado con ellos y  se enfadó aún más.

 

Cuando Harry llegó al dormitorio tras la cena, Severus lo estaba esperando con el pergamino de su redacción en la mano.

 

—¿Esto es lo que piensas entregar para nuestro trabajo? Se nota que lleva la mano de tu hermano, es un auténtico desastre.

 

Harry le miró dolido.

 

—Al menos, él me ayuda con un trabajo que no es suyo. Cosa que no se puede decir de ti. —Cerró los puños —. Además, ¿no se supone que cada uno iba a entregar lo suyo?

 

Severus le miró fijamente.

 

—Por supuesto. Yo hago la poción y tú haces la redacción.

 

—Primera noticia.

 

Harry avanzó hasta el baño, cogiendo por el camino el pijama… y al ponérselo, vio que estaba destrozado. Salió hecho un basilisco.

 

—¿TE PARECE BONITO? ¿Qué derecho crees que tienes para tocar mis cosas? ¿Primero el trabajo y ahora esto? —dijo señalando al pantalón roto, sin darse cuenta de que había salido en calzoncillos del baño.

 

Severus  se acaba de poner el camisón gris con el que dormía y le miraba con asombro.

 

—El pergamino lo encontré en el suelo, delante de mi cama.  No sé qué es “eso”.

 

Harry le devolvió la mirada, bajó la vista al pijama, lo revolvió en su mano y comenzó a reírse, llamando así la atención de Severus.

 

»¿De qué te ríes ahora?

 

—James —comentó entre risas—. Ha sido James. —Harry siguió riéndose.

 

—¿Tu hermano ha estado aquí? —Preguntó Severus, atónito. Y eso fue suficiente para acabar con las risas de Harry, que tiró el pijama al suelo y fue hacia la cama. Se subió a ella y comenzó a tantear con la mano por el techo, en un escondrijo que parecía haber entre la tela del dosel y la estructura de madera—. ¿Qué haces?

 

—No está —dijo, una vez se sentó en la cama, abatido.

 

Severus rogó a Merlín que le brindara paciencia.

 

—¿Qué tontería de las tuyas pasa ahora, Potter?

 

Harry lo miró dolido.

 

—¿En serio crees que eres el único blanco de las bromas de James? Pues no. Soy su blanco desde hace… bueno, desde que nacimos. El desorden del que te quejas no es más que otra de sus bromas: hechiza alguno de mis utensilios con un hechizo de caos. Para cuando he encontrado el que está hechizado, lo hace con otro. Plumas, pergaminos, libros, ropa… lo que sea. Una vez se lo hizo a mis gafas. —Severus se acercó hasta él, pensando que a lo mejor no era tan bueno ser el hermano de James, hasta que se acordó de que muchas veces los veía juntos.

 

—Y aun así, sigues hablando con él.

 

—Es mi hermano, Snape. ¿Qué voy a hacer? ¿Lo mismo que Sirius?

 

—No sé lo que ese perro ha hecho… así que no puedo decirte nada, en caso de que quisiera.

 

—Se fue de su casa, está viviendo en la mía. Comparte el cuarto con nosotros. —Y Harry se dio cuenta de lo que había ocurrido realmente. —No ha sido James, bueno sí… ha sido James, instigado por Sirius.

 

—A pesar de tu cháchara, Potter, sigo sin saber qué ha pasado.

 

Harry miró por primera vez a los ojos de Severus.

 

—James ha robado mi diario, para que no pueda decirles a nuestros padres lo que ha hecho. Y para que le devuelva el pergamino con su plan de ataques para ti.

 

—¿Por qué le has quitado el pergamino? —Preguntó Severus, ávido de conocimiento, buscando la lógica donde no la veía. Tenía los brazos cruzados y su pie comenzaba a golpear el suelo impaciente.

 

—No me gusta que te haga estas cosas…

 

Se quedaron en silencio durante un rato, sin que ninguno supiera qué decir. Harry estaba con los hombros hundidos y la cabeza entre las manos, agarrándose el pelo con fuerza. Severus sólo se atrevía a mirarlo, sin saber qué hacer.

 

—¿Había algo muy personal en el diario?

 

—Mucho. Y, James, podría hacerme mucho daño si en vez de usar el diario para dárselo a mi padre, decide hacerlo público.

 

—Vamos, no creo que tu hermano sea tan inteligente, aunque sí mezquino. Tampoco puede ser tan grave. ¿Qué está? ¿La lista de tus conquistas?

 

Harry gimió asustado.

 

—Algo así. Lo que está escrito es sobre la persona que me gusta.

 

El estómago de Severus se contrajo sin saber el motivo. Nunca había visto a Harry con otras personas, pero bien podía ser porque el Potter Slytherin era mucho más discreto que el Potter gryffindor. Sin embargo, tomó la opción de quitarle hierro al asunto, por el simple hecho de no tener que aguantar el lloriqueo de su compañero durante toda la noche.

 

—Bueno, esa persona se sentirá afortunada.

 

—No lo creo. —Respondió vagamente.

 

—¿Por qué estás tan seguro? Estoy convencido de que a esa persona le gustará saber que el gran Harry Potter se muere por sus huesos.

 

—Sólo conseguiré que me odies más.

 

Nada más decirlo, Harry se llevó las manos a la boca, dándose cuenta del error que había cometido. Por su lado, Severus, se quedó estupefacto y su única reacción fue mirarle asustado, antes de darse la vuelta e ir a la cama. Harry, en completo silencio, cogió un nuevo pijama y se fue a dormir también.

 

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Los días siguieron pasando y la situación era más tensa y complicada entre ambos. Si antes apenas hablaban, quitando la extraña charla mantenida noches antes y en la que Harry había desvelado su más oscuro secreto, ahora no se dirigían la palabra para nada.

 

Harry había conseguido hacer un trueque con su hermano, consiguiendo su diario de vuelta. James no lo había usado en su contra, pero no pudo evitar una mirada de reproche y preguntarle si era cierto lo que había leído, ya  que hasta ahora sólo había tenido sospechas y lo había usado para meterse con Harry. Y Harry, tuvo que recordarle a James que, a pesar de estar saliendo con su compañera pelirroja, Sirius y él eran más que amigos. Así que hablaron y llegaron a un trato: James y sus amigos dejarían de gastar bromas a Severus,  pero a cambio, Harry no diría nada ni a sus padres ni a  Lily.

 

Mientras tanto, Severus había estado vigilando a Harry como podía. El joven era escurridizo, sólo se encontraban en clase y en el gran comedor. Llegaba tarde a la habitación, después de que Severus se hubiera dormido. Pero después de unos días así, Severus, estaba cansado.

Una de las noches, Harry llegó tarde al dormitorio, procurando no hacer ruido. Dejó su mochila delante de la cama, cogió el pijama y se fue al baño. Severus, que hasta ese momento se había estado haciendo el dormido, se levantó para apoyarse en la pared, justo al lado de la puerta del baño.

 

Cuando Harry abrió la puerta y se encontró a Severus, no pudo evitar que un grito se escapara de su boca.

 

—¿Qué hacías ahí? —Preguntó temeroso.

 

Los ojos negros de Severus brillaban en la casi absoluta oscuridad del cuarto, sólo rota por la luz de la mesilla de noche que el propio Severus había encendido para poder ver mientras iba hacia la puerta.

 

—Esperarte.

 

—¿Para qué?

 

Sin embargo, Harry no obtuvo la respuesta a su pregunta, sino otra pregunta.

 

—¿Lo que me dijiste es cierto? —Harry no sabía a qué se refería Severus.

 

—¿El qué?

 

—Que yo… —Severus se aclaró la garganta para poder continuar —. ¿Qué yo te gusto?

 

Harry avergonzado, miró al suelo, pero la mano de Severus le alzó la cabeza para que lo mirara.

 

 »Prefiero que me mires a la cara cuando hablo contigo.

 

—Sí —, dejó escapar Harry en un suave susurro.

 

La mano de Severus no se retiró de su barbilla.

 

—¿De verdad?

 

Harry cerró los ojos y  asintió, humillado e intentando que no se le notara. No demasiado, al menos.

 

—¿Qué tienes con Malfoy?

 

—¿Eh? —Fue lo único que pudo decir Harry.

 

—¿Qué por qué Malfoy viene a cada momento preguntando por ti? ¿Qué relación tienes con él?

 

—Ninguna, sólo que… ya te dije que Sirius está viviendo en mi casa. Regulus le da cartas a Malfoy para que yo se las dé a Sirius o a mi hermano. Después yo, le doy la respuesta a Malfoy.

 

Harry intentó apartar la mano de Severus con un movimiento de cabeza, pero Severus lo agarró más fuerte.

 

—¿Desde cuándo te gusto?

 

—Desde que íbamos a cuarto.

 

El joven  temblaba y Severus lo notaba, pero no quería soltarlo. Sin embargo, hizo algo que no pensaba que pudiera hacer jamás. Acercó su rostro al de Harry y depositó un beso casto e inocente en sus labios, dejando a Harry impactado.

 

—¿Crees que podríamos… que esto saldrá bien?

 

Harry sonrió y a Severus le pareció que la habitación se acababa de iluminar con un Lumus Máxima.

 

—Podemos intentarlo… Si tú quieres.

 

—Potter, ¿no he demostrado ya que estoy dispuesto a intentarlo?

 

Harry alzó la ceja.

 

—No me ha quedado claro. No lo suficiente, ya que sigues llamándome Potter.

 

Severus bajó la mano de la barbilla de Harry para ponerla en su cintura. Lo rodeó con sus brazos y volvió a besarlo, estaba vez de forma más pasional, tomando posesión de su territorio. Harry correspondió el beso, abriendo su boca para dejar que la lengua de Severus entrara en la suya, acariciando el largo pelo negro.

 

Cuando se separaron, Severus siguió dándole algunos besos por la mejilla hasta llegar a su oído.

 

—¿Ya te queda claro, Harry?

 

Harry sonrió.

 

—Sí, ahora sí.

 

Se fueron juntos hasta las camas y, Harry, indeciso, se quedó mirando hacia ellas. Tenía la mano izquierda entrelazada con la de Severus.

 

»Puedo dormir en tu cama?

 

Esta vez fue Severus quien se sonrojó.

 

—Yo… nunca…

 

Harry entendió a qué se refería Severus, así que le sonrió, abrazándose a él y colocando su cabeza en el hueco del cuello de Severus.

 

—Yo tampoco y no es mi intención.

 

Severus besó la sien de Harry.

 

—Vamos.

 

Se metieron juntos en la cama de Severus. Se tumbaron, mirándose el uno al otro.

 

—He recuperado mi diario —dijo Harry, tras un rato en silencio—. También he conseguido que James deje de acosarte. No será rápido, pero poco a poco dejarán de hacerlo. No le conviene.

 

—¿Y eso? —preguntó Severus, mientras le acariciaba la mejilla y se acomodaba mejor, acercándose a Harry, quien no dudó en abrazarlo.

 

—Bueno, sé algunas cosas suyas que no quiere que nadie sepa. Y tengo una copia de su plan para burlarse de ti, así que, si lo hacemos bien, podemos evitar sus burlas… y que sean ellos los burlados.

 

A Severus le gustaba el plan, pero había algo que no le convencía.

 

—¿Y tu hermano no sabrá que hemos sido nosotros?

 

Harry le sonrió de una forma que  nunca le había visto: los ojos brillantes, la sonrisa amplia y radiante pero con cierto toque de malicia.

 

—No te preocupes. Sé a quién podemos usar, si estás dispuesto a ayudarme.

 

Severus lo besó una vez más esa noche. Sin duda, su nuevo novio no era tan inocente como parecía. Era toda una serpiente. Lo que desconocía era que Harry no era el único hermano pequeño que estaba harto  de las bromas de su hermano mayor.

 

FIN

 

 

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