Aceptación

Pareja: Severus Snape, Harry Potter. 

Clasificación: NC-17

Resumen: Primer día de Harry como pertenencia de Severus...

Advertencias: BDSM

Disclaimer: Lo de siempre y que todos sabemos, nada de esto es mío, todo es de JK.

 

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Sentía una ligera caricia en el pelo, su mejilla izquierda algo húmeda, un olor penetrante que apenas reconocía y un calor poco habitual bajo parte de su cuerpo. Todo eso fue lo que le hizo ir despertando, abriendo los ojos poco a poco, algo desorientado al ir saliendo de su estado. Sin embargo, todo vino a su mente de golpe. La noche anterior había llegado a casa de Severus, se había ofrecido ante él y el hombre le había aceptado. Pero no sólo le había aceptado, le había besado, acariciado e incluso masturbado, aunque lo más perturbador de todo era el hecho de que la noche anterior habían comenzado una relación de pareja.

 

Se tensó un poco, separándose lentamente de la velluda piel del pecho de su nuevo Amo, para darse cuenta de que el hombre ya estaba despierto y le miraba.

 

—Buenos días, —saludó Severus antes de darle un beso en la frente, justo donde estaba la famosa cicatriz.

 

—Buenos días, —respondió a su vez Harry avergonzándose al darse cuenta de que su mejilla estaba mojada por las babas nocturnas, que también se hacían notar en el pecho de Severus, pegando su vello a su piel—. ¡Oh! Perdona... yo...— no sabía bien qué decir, menos aún cuando el profesor llevó su mano izquierda desde la cadera de Harry, donde estaba puesta, hasta su mejilla, limpiándola suavemente.

 

—No te preocupes, no me molesta

 

El chico sólo sonrió, limpiando ahora él el pecho de Severus, antes de apoyar de nuevo la cabeza en él, respirando el olor algo ácido de su Amo, notando que éste aún acariciaba su pelo, ambos abrazándose más estrechamente que antes. Tras unos minutos de silencio el mayor habló.

 

—Quiero oírtelo decir. Necesito oírtelo decir, pequeño.

 

La respuesta del muchacho de ojos verdes fue sincera y rápida, tomando la forma de un suave y dulce beso en los labios a pesar del aliento matutino. Severus sonrió, dándole otro beso en la frente.

 

—Sí, quiero ser tu pareja y tu mascota favorita.

 

El profesor acarició su mejilla contra la cabeza del alumno, luego volvió a bajar su mano por la espalda del chico, dándole finalmente una nalgada suave antes de decir:— Arriba, es hora de ponernos en marcha. Hoy hay mucho que hacer.

 

Separándose ambos cuerpos, Severus se levantó, poniéndose las zapatillas y la bata que usara la noche anterior, dejándola abierta, mientras Harry cogía sus gafas de la mesilla de noche y luego su collar y correa. Se dirigió gateando hasta los pies de la cama y a cuatro  patas con el collar en la boca esperó a que su Amo se lo colocara antes de bajar de ella. Sin duda alguna, Severus entendió las intenciones de Harry, sorprendiéndose gratamente por la buena actitud que estaba mostrando el joven. Antes de cubrir el cuello del muchacho con el trozo de cuero, desató la correa metálica, metiéndola en uno de los bolsillos de su bata. Tras eso, le sacudió cariñosamente el pelo a Harry para que bajara de la cama.

 

—Vamos —ordenó mientras salía del dormitorio. Harry le siguió a cuatro patas hasta el baño, donde al entrar se puso de pie, esperando pegado a la pared para no molestar a Severus, que en ese momento se lavaba la cara. Cogiendo la toalla, se secó.

 

—Lávate la cara y las manos.

 

Harry en silencio obedeció, siendo observado por su Amo, que miraba su intento de erección matutina con una sonrisa de medio lado. Al terminar, se secó en la misma toalla que él, pero no sabía que más hacer, salvo bajar de nuevo su mirada, dándose cuenta de que la bata de Severus dejaba ver que su miembro estaba en las mismas condiciones que el suyo. Sintió un dedo del hombre bajo su barbilla, levantando su rostro.

 

—Hoy no. Debes conocer la casa donde vas a vivir ahora. —Le sonrió mientras Harry se sonrojaba. Luego se dio la vuelta y fue hacia el váter—. Ponte detrás de mí—. El chico obedeció sin rechistar, expectante—. Lo que quiero es que me... sostengas mientras meo—. La voz era suave, pero Harry había oído muchas veces ese tono como para saber que era una orden.

 

Algo avergonzado, se acercó más a su Amo, apoyando su barbilla en su hombro para poder ver, mientras su mano derecha se cerraba sobre la cálida carne, alzándola un poco. Entonces lo oyó: el inconfundible sonido de un chorro golpeando fuertemente contra el agua del fondo de la vasija. Cuando el ruido se silenció, sacudió un poco para que cayeran las últimas gotas, haciéndolo con cuidado, antes de quitar la mano. Severus giró un poco la cara, dándole un casto beso en la sien en señal de que lo había hecho bien. Harry se separó un poco para darle espacio, viendo como el hombre cogía una toalla de bidé y la mojaba un poco para terminar de limpiarse.

 

—Amo... ¿le importa si...?— No pudo terminar la pregunta porque Severus le interrumpió respondiéndole.

 

—Sí, pero sentado.

 

—¿Sentado?— Volvió a preguntar con voz temblorosa, haciendo que Severus le mirara duramente.

 

—Sabes que no me gusta repetirme. He dicho sentado. De ahora en adelante, usarás el váter sentado, como una buena puta—. Y Harry, humillado, obedeció. Se sentó y orinó mientras el hombre le miraba. Cuando terminó, se puso de pie y tiró de la cisterna, antes de coger la toalla que Severus le daba para que se limpiara antes de volver a lavarse ambos las manos.

 

Al terminar en el baño, vino lo peor: bajar las escaleras. Costó un poco, fueron lento para que no hubiera problema alguno y afortunadamente no los hubo. Llegaron a la cocina, donde Harry volvió a ponerse de pie. Severus le indicó qué había en cada estantería, donde estaban los platos, cubiertos, sartenes, ollas y lo más importante para él a esa hora de la mañana: la cafetera. Se sentó mientras Harry preparaba el café y unas tostadas. Desayunaron tranquilos, uno junto al otro, mientras Snape le explicaba a Potter que esa mañana la usarían para empezar la mudanza de éste último, recogiendo de su casa lo más importante, como ropa, comida perecedera que pudiera tener allí y cosas de aseo. Le explicó que quería hacerlo lo más rápido posible, porque por la tarde quería ir de compras con él.

 

Por un instante, Harry tuvo algunas dudas que quería comentar pero le daba corte hacerlo, pero Severus se dio cuenta de eso, así que comenzó a explicarle más cosas al chico. Cosas y detalles en los que había pensado mientras lo miraba dormir sobre su pecho.

 

—Tranquilo, en la calle caminarás a mi lado. Nadie tiene porqué enterarse del tipo de relación que tenemos—. La cara de Harry se relajó y Severus rió—. ¿En serio has llegado a creer que te iba a tener a cuatro patas por la calle? —Harry se sonrojó un poco, se sentía algo estúpido, pero sí, lo había pensado.

 

—Pues sí. También pensé que a lo mejor no querrías que saliera de aquí... Amo —admitió temeroso.

 

—Sí y no—. Dio un sorbo a su café—. En la calle, ante todos los demás, seremos una pareja normal. Desde luego, cuando estés bien educado, iremos a algún que otro que club que conozco, donde ambos podremos estar cómodos mostrando cómo es nuestra relación realmente. Y ahí si deberás ser una buena perra y comportarte bien o las consecuencias serían malas para ti, pero ya hablaremos bien de eso, cuando llegue el momento. Así que no te preocupes.

 

Terminaron de desayunar y mientras Severus limpiaba la cocina, Harry con su permiso y a cuatro patas, fue a terminar de inspeccionar la primera planta de la casa. Por lo que había visto, la cocina no estaba nada mal, sí le extrañó ver lo que parecía una nevera, pero no dijo nada. A lo mejor era simplemente el tipo de mueble... pero no... tenía la sensación de que era una nevera forrada en madera clara para conjuntarla con el resto de los muebles de la cocina. Habían desayunado en la mesa que estaba pegada junto al gran ventanal, donde había un pequeño banco para sentarse. Una vez fuera, en el recibidor, se fijó bien en él. Hacía una semana apenas lo había hecho. Situándose delante de la puerta de calle vio que a mano derecha había una puerta que estaba cerrada y, a pesar de que Severus le había dado pleno permiso, a pesar de que Severus le había ordenado que conociera la casa, le dio vergüenza abrir la puerta, por lo que siguió mirando. A ésa le seguían las escaleras que subían al primer piso. A mano izquierda había un perchero donde colgaba una chaqueta y una gabardina negra. «Ropa muggle?» se preguntó, pero pensó que sería un tontería. Junto al perchero, una mesa donde habían algunos papeles, las llaves, que Harry pensó que serían de la casa y poco más. Al lado, la puerta de la cocina por donde había salido. Gateando se adelantó un poco, hacia la puerta del salón que quedaba justo en frente de la de la calle, fijándose que bajo la escalera había otra puerta. Equivocadamente pensó que sería una alacena. No pudo evitar sentir un escalofrío y pasó de largo, entrando al salón que a la luz del día, cambiaba mucho. Los muebles eran oscuros, había una gran alfombra en el suelo delante de la chimenea, donde también estaban el sillón orejero en el que Severus se había sentado la noche anterior, con una mesa auxiliar a un lado y una lámpara de pie al otro lado. También se fijó en el minibar al fondo de la sala pero vio más. Cosas que no había visto en sus visitas anteriores. La sala era muy grande y le pareció que estaba dividida en secciones. Estaba la que conocía, que parecía ser la de 'lectura', ya que junto a la chimenea había varias librerías llenas hasta los topes, pero al otro lado de la sala, junto a la puerta por la que había entrado, había un mueble enterizo que iba hasta la otra pared. Adelantándose, vio más libros, pero también, que el mueble tenía algunas puertas. En concreto le llamó la atención una puerta doble en medio de la estructura. En frente, a escasos metros, casi en medio de la habitación, había una mesa baja de café y un sillón que tenía pinta de ser muy cómodo. Siguió gateando, extrañado, porque no estaba pegado a la pared y entonces se fijó que en una esquina había una percha para lechuza, pero ésta parecía estar ausente. Junto a la percha, había otro mueble más bajo.

 

Al dar la vuelta, vio a Severus apoyado en el marco de la puerta, mirándole.

 

—¿No has abierto nada?

 

—No, Amo —respondió poniéndose de rodillas, colocando sus manos a la espalda, a la vez que Severus entraba en la sala, acercándose.

 

—Te he dado permiso para hacerlo.

 

—Lo sé, pero aún así, no me ha parecido correcto.

 

—¿Y la otra puerta del vestíbulo? Tampoco te oí abrirla—. Harry negó con la cabeza—. Ése es mi despacho, aunque realmente me sigo preguntando para qué lo puse, apenas lo uso. Estoy más cómodo aquí para hacer los informes de mis investigaciones —. El chico le vio ir al mueble grande para abrir las puertas grandes que tanto habían llamado su atención, dejando escapar una exclamación ahogada al ver una enorme televisión. Severus le miró, encogiéndose de hombros —. Me gusta ver la tele y oír música también —añadió mientras señalaba a la parte del mueble donde se veían unos altavoces—. Soy mestizo, conozco ciertas cosas y me gusta disfrutarlas.

 

—Yo... no sé, pensé que... —se calló un momento, antes de corregir sus propias palabras—. Realmente no sé qué pensé—. Severus encendió el aparato, cogió el mando y puso un programa de noticias.

 

—Es bueno mantenerse informado—. Subió el volumen antes de darse la vuelta llamando a Harry con un gesto—. Vamos.

 

El chico volvió a gatear, siguiéndole. Poco a poco sentía, cómo con cada movimiento sus rodillas y manos empezaban a molestarle, pero calló, siguiendo en silencio a su Amo, con el sonido de la tele como banda sonora de fondo. Al volver al vestíbulo, su Amo se paró ante la alacena, abrió la puerta y lo que vio, no fue lo que esperaba. Sí, había una pequeña bombilla colgando del techo y cuando Severus lo encendió, lo que contempló fue una escalera que bajaba.

 

—Antes, las escaleras del sótano estaban en la cocina, pero remodelé un poco la casa y decidí ponerlas aquí. Lo que hay abajo es mi laboratorio personal. Te lo enseñaré bien en otro momento, puesto que una de mis intenciones es que me ayudes... al menos cortando ingredientes o clasificándolos.

 

—Sí, Amo.

 

Severus apagó de nuevo esa luz. Un momento, ¿luz? Vale, Severus había dicho que conocía algunas cosas y claro, había encendido la televisión, así que sí... debía tener corriente eléctrica. Algo debió reflejarse en su cara porque Severus añadió:

 

—Este un barrio muggle, así que me comporto como uno. Cuando vine hace unos años, obviamente algunos vecinos entrometidos vinieron a mi puerta para presentarse. Lo que ellos saben es que soy un hombre de mediana edad que da clases en un internado exclusivo, a donde jamás podrán enviar a sus hijos—. Mientras hablaba, subía las escaleras, seguido de Harry, que encontró que subir era más fácil que bajar. Al llegar al piso superior, en el descansillo, Snape señaló a la izquierda—. Allí hay una habitación que utilizo a modo de trastero. Aún hay muchas cosas que no he desempaquetado, porque no sé bien qué hacer con ellas. También hay otro baño. Los dueños anteriores los usaban para sus hijos.

 

Habían llegado ya a su dormitorio y Harry seguía a cuatro patas.

 

—Lavántate—. La orden fue susurrada suavemente, haciendo que el chico se estremeciera un poco antes de cumplir la orden. Severus se acercó a él, cogiéndole de la cintura, arrimándolo más a su cuerpo. La piel de Harry estaba fría, mientras que la de Snape estaba tibia. Mirándole a los ojos le preguntó:— ¿Te gusta tu nueva casa? ¿Algo que quieras cambiar?

 

El joven titubeó.

 

—Es tu casa, Amo. 

 

—No. Hasta anoche era mi casa, ahora es nuestra casa. Vas a vivir aquí y quiero que te sientas cómodo y libre de estar en ella—. Ante eso, Harry sonrió, aún algo rígido.

 

—Me gusta mucho, es muy bonita. Y muy luminosa—. Se había fijado que tanto la cocina, como el salón y el dormitorio tenían grandes ventanales, cubiertos por cortinas a juego con la decoración de cada habitación.

 

Severus le dio un beso, acariciando con su lengua los labios tibios de Harry, quien sin duda alguna, los separó, abriéndolos lentamente, disfrutando de esa caricia, sacando su lengua al encuentro de la que le tocaba tan gentilmente, antes de que los labios del otro se apoderaban de los suyos. El beso fue lento, pero muy apasionado. Harry había deslizado sus manos por el pecho de Snape, acariciando su vello, mientras que Severus había terminado de cerrar su abrazo sobre las caderas de Potter, acariciando su trasero, acunando cada cachete en una mano, presionándole hacia su cuerpo. Cuando el joven comenzó a excitarse, Severus paró el beso, llevando una mano al juvenil pene erecto, acariciándolo.

 

—Tu cuerpo reacciona muy bien a mí. Mejor, porque me gustaría que siempre estuvieras así, excitado para mí y por mí, deseándome a cada segundo. Esta noche tendrás lo que sé que estás deseando—. En ese instante, con esas últimas palabras, apretó con fuerza la base, haciendo que el chico gimiera, escondiendo la cara en su hombro. Severus le soltó, dándole la espalda para ir al vestidor que estaba en la pared que quedaba a los pies de la cama. Harry miró alrededor: solo estaba la cama, dos mesillas de noche, una a cada lado del lecho, una cómoda a mano izquierda junto a la puerta con un espejo encima y el vestidor del que Snape había sacado ropa para ambos.

 

Había cogido ropa cómoda, en concreto un par de camisetas y unos pantalones de chándal. Encogió las prendas para Harry que le miraba expectante.

 

—Como comprenderás, cuando salgo por el barrio, no lo hago con las túnicas y tampoco voy a ir con un traje de gala.

 

Ante el comentario, el joven sólo pudo reír, mientras comenzaba a vestirse, pensando que bueno, una cosa era dejarle un pantalón y una camiseta y otra muy distinta dejarle unos calzoncillos... aunque la semana anterior se hubiera metido entre sus piernas.

 

Minutos más tardes estaban en el salón, Severus apagando la tele y Harry poniéndose las sandalias de cuero que llevaba la noche anterior y la capa. Poco después se aparecieron en la casa del menor, abrazados, ya que la tenía desconectada de la Red Flu y unas barreras muy fuertes que sólo dejaban pasar a determinadas personas, entre las que todavía no estaba Severus.

 

La casa, más bien el estudio donde vivía el chico, era un auténtico desastre. Libros y ropa por todos lados, algún plato sucio junto a los libros. La percha de Hedwig aunque vacía, estaba sucia.

 

—Disculpa, pero últimamente con los exámenes no he tenido mucho tiempo de limpiar.

 

—Pensé que los habías terminado hace algo más de una semana—. Harry se avergonzó.

 

—Sí, sólo que los últimos días he estado algo distraído —intentó disculparse.

 

—Será mejor que empecemos a recoger las cosas y luego las enviamos a casa.

  

—Vale —. Miró a ambos lados de la sala. La casa sólo tenía un cuarto que funcionaba de salón, de comedor, de estudio, de dormitorio... luego había un baño y una cocina—. Creo que podría coger el baúl del colegio —que ahora funcionaba casi como mesa, señalándolo mientras hablaba— para trasladar las cosas. Está vacío aunque imagino que habrá que limpiarlo y…

 

Severus miraba de un lado a otro.

 

—Yo me encargo de eso y de la percha de tu lechuza, aunque tal vez deberíamos comprar una más grande, si tu lechuza y la mía se llevan bien. ¿Por cierto, dónde está?

 

Con naturalidad, siguieron hablando mientras recogían algunas cosas. Severus, como había dicho, se encargó de limpiar la percha y el baúl, aparte de ordenar las cosas de aseo que Harry le daba para guardar. Durante ese rato hablaron un poco sobre sus mascotas, dándose cuenta de que Hedwig era hembra y que Hades era macho, aparte de que ambos eran de la misma edad. Hablaron también sobre qué comidas les gustaba a cada uno o cómo les gustaba dormir. Siguieron con la ropa. Al principio, Severus le había dicho a Harry que cogiera lo indispensable, pero entonces, cuando amontonaron la ropa en dos grupos de distinto tamaño, el profesor no pudo evitar darse cuenta de que  el chico realmente tenía poca ropa. Guardando una de las piezas que le pareció vieja y estropeada paró.

 

—Harry, ¿cómo has separado la ropa?

 

—Básicamente en limpio y sucio... Iba a coger la ropa limpia, pensaba mandarle la ropa sucia a Molly y luego ir a recogerla, si no te importa.

 

—Sí, me importa. La ropa la puedes lavar en casa, aunque estoy seguro de que a ella no le gustará que dejes de enviarle la colada —ambos rieron con el comentario—. Te lo preguntaba porque, ¿estás seguro de que esta camiseta es indispensable? —le preguntó mostrándole una camiseta raída y enorme.

 

—No... bueno... yo... —Severus creyó comprender.

 

—¿La usas para dormir?

 

—No —. El chico no sabía qué decir y Severus se acercó a él, en concreto al montón del que Harry estaba cogiendo la ropa y comenzó a separarlo de nuevo, dándose cuenta de que apenas había cosas de la talla de Harry y que parecieran más o menos decentes. Entre ellos se salvaban aún los uniformes, la capa de gala del baile de 4º curso y algunas túnicas más. Al levantar la vista de nuevo, mirando al chico, éste parecía avergonzado, apretando con nerviosismo el trozo de tela inútil que tenía entre las manos.

 

—Entiendo que para los Weasley seas como uno más de la familia, pero de ahí a darte la ropa usada, no me parece normal.

 

—¡Esa ropa no me la han dado ellos! —Se apresuró a responder, defendiendo a aquellos que consideraba su familia.

 

—Entonces, ¿podrías explicarme de dónde has sacado esto?

 

—Era la ropa de mi primo y mi tío —. La respuesta fue un susurro. Sin embargo, años antes, Severus llegó a enterarse de varias cosas que le habían pasado a Potter con su familia, aunque siempre pensó que eran cosas que se inventaba el propio chico para llamar la atención, a pesar de haber visto cosas que podrían resultar alarmantes durante las clases de Oclumancia. Lo miró un segundo, antes de hablar despreocupadamente, quitándole peso al asunto.

 

—Aprovecharemos para comprarte ropa nueva esta tarde —dijo para zanjar el tema por completo, guardando la ropa decente que tenía Harry. Cuando éste le fue a pasar unos bóxer, Severus sonrió—. Nos lo llevaremos, pero que conste que no puedes usarlos a no ser que te diga lo contrario.

 

—Sí, Amo.

 

Tras eso, Severus decidió ir a la cocina a ver qué podía salvar de allí, pero no tenía muchas esperanzas. Y no se equivocó, sólo había lo que él consideraba chucherías en las estanterías de Potter. Lo que sí decidió llevarse fue las cervezas de mantequilla, ya que al chico parecían gustarle y él no tenía en casa. Vio que el muchacho tenía un marco de fotos en la mano, que dejó sobre una mesa cuando escuchó a su Amo detrás de él. Sonrió mientras cerraba el baúl, pero acto seguido fue Severus quién lo volvió a abrir la meter la foto que Harry había estado mirando. Un sencillo marco con una imagen de James y Lily, con un bebé de casi un año en sus brazos, haciéndole mimos.

 

—Gracias, Amo.

 

Finalmente cerraron el baúl para marcharse a ‘casa’.

 

—No hace falta que te arrodilles ahora, así sólo tardaremos más —comentó Severus cuando se aparecieron de nuevo en el salón.

 

—Sí, Amo.

 

Lo primero que hicieron fue colocar la percha de Hedwig junto a la de Hades, que ya había llegado, dejando el correo de su dueño en la mesa de delante del sofá. Harry se acercó tímidamente al animal marrón oscuro, casi negro y de ojos ambarinos que parecía estudiarle mientras ponía la percha al lado de la suya. Estiró la mano para acariciarla, pero la voz de Severus le llegó desde detrás.

 

—Espera. —Se acercó al muchacho, colocándose tras él, cogió su mano con la propia, poniéndola ante el animal que estiró el cuello, como si le olfateara antes de permitir que Harry le acariciara—. Hades no deja que lo toquen. Lo entrené para eso, ya que en sus tiempos, debía salvaguardar mi correo.

 

Harry asintió, comprendiendo. Sintió los labios de Severus en su cuello, lamiéndolo, deslizando una mano dentro del chándal que llevaba el chico, notando cómo el hombre volvía a acariciar su sexo. Se estremeció ante las palabras susurradas en su oído.

 

—Te tocaré siempre que quiera y cuando lo haga, quiero tocar tu piel, por eso lo de la ropa interior—le masturbaba nuevamente, como hiciera horas antes, volviendo a repetir lo mismo: cuando el pene estaba duro, lo apretó—. Sigamos

 

Guardaron las cervezas en la nevera, para que estuvieran frías y después, subieron al piso superior, con el baúl levitando tras ellos. Harry se sintió extraño cuando lo primero que hizo Severus fue poner en una de las mesillas, la foto de sus padres.

 

—Amo, realmente no hace falta que la ponga...

 

Severus le encaró.

 

—Sí hace falta. Odio a tu padre, ambos lo sabemos, pero no voy a utilizarlo para dañarte. Ha sido parte de tu vida y es lógico que si vas a vivir aquí, haya una foto suya.

 

—Muchas gracias, Amo.

 

Snape no dijo nada más, simplemente amplió el vestidor y entre ambos, guardaron la ropa de Harry en él al igual que algunos zapatos y playeras del muchacho.

 

Tras eso, Severus fue en busca de tabaco. No era adicto, pero sí tenía momentos en los que le gustaba fumar y ahora, era uno de ellos. Harry le siguió al salón, desnudo ya que habían terminado el trabajo, se arrodilló como le había enseñado su Amo la primera noche, con los brazos a su espalda, ante la chimenea. Severus se había sentado en su sillón, separó un poco las piernas.

 

—Acércate —gateando, Harry fue hasta él, colocándose de nuevo como estaba antes, entre las piernas del hombre—. Cuando estemos a solas, a no ser que te diga que ‘quiero verte’ o te diga lo contrario, te arrodillarás entre mis piernas.

 

—Sí, Amo.

 

—¿Por qué sin que te dijera nada te has puesto en esa postura?

 

—Es la única que conozco, Amo— Snape seguía fumando tranquilamente mientras acariciaba el pelo del joven, desordenándolo más.

 

—Relájate. Si quieres, para estar más cómodo, apoya el culo en tus pies. Y si te apetece, puedes poner tu cabeza en mi muslo —Harry obedeció, poniendo con suavidad la cabeza en el muslo interno derecho de Snape, acariciándolo con la mejilla—. Buena perra. —El joven respiró un poco más hondo, exhalando el aire por la nariz en un intento de suspiro agradecido poco sonoro, restregando de nuevo la cabeza contra la mano de su Amo, que seguía jugueteando con su pelo—. Como te dije anoche, una de las reglas básicas es la seguridad. Necesito que elijas una palabra, que será nuestra clave para que yo pare de hacer lo que esté haciendo. Ya te esté utilizando o te esté castigando, podrás decir esa palabra en cualquier momento. Aunque hay una diferencia entre esta palabra y que me digas ‘no’.

 

—Amo, ¿sería tan amable de explicármelo? —Severus tenía una media sonrisa en el rostro.

 

—Como dije, puedes negarte a hacer algo. Si me dices ‘no’, pararemos, hablaremos y llegaremos a un acuerdo. Pero deberás decirme ‘no’, cuando consideres que la orden te desagrada demasiado, si consideras que puedes hacerlo bien o que traspasa demasiado tus límites. Por ejemplo, esta mañana te dije que habrá un momento cuando estés bien educado que iremos a un club. Allí, entre otras cosas, puedo llegar a ordenarte que dejes que el esclavo de otro amo te tome. Actualmente no estás preparado, por lo que si te dijera que vamos ahora, tú estarías en pleno derecho a decirme ‘no’. Pero con un poco de entrenamiento y de educación, llegará el momento en el que no te importe ir, e incluso, desearás ir —Harry alzó el rostro sorprendido ante las palabras de Severus, pero volvió a mirar hacia abajo en segundos, totalmente colorado—. Cuando estemos a solas puedes mirarme a la cara, ante otro Amo, jamás—. El chico levantó de nuevo el rostro—. Créeme. Si en algún momento notas que yo disfruto mucho viendo cómo otro esclavo, o esclavos, te usan, llegará el día en el que hasta tú lo propongas, sólo para complacerme. Sé que cuesta creer, pero llegará. Es cuestión de cómo avance tu educación—. Severus se movió un poco, abriendo más las piernas, acercando la cabeza de Harry más a su cuerpo para estar más cómodo mientras jugaba con el pelo del chico, evaluándolo—. Sin embargo, cuando me digas la palabra que elijas, deberás hacerlo sólo, única y exclusivamente, porque me esté pasando. En otras palabras, si te estoy castigando y te hago mucho daño, si hay un accidente en una de nuestras sesiones, no sé, un golpe que te des, o incluso si te estoy follando y no te es agradable en ese momento, que te de un tirón muscular o que anímicamente no te gusta, o te estoy embistiendo fuerte y te daño… Entonces, es cuando deberás decir esa palabra. ¿Lo has entendido?

 

—Sí, Amo. —Severus le sonrió orgulloso. Parecía que el chico podría comprender fácilmente si quería y ponía empeño, como ahora.

 

—¿Cuál es tu palabra?

 

Harry le sonrió pícaramente. Existía una palabra que era ideal para eso, era la única desde el punto de vista del joven, ¿pero lo sería también para Severus? Le miró a los ojos, susurrando la palabra. Nunca esa palabra había sonado tan bien para Snape, mucho menos saliendo de los labios de Harry.

 

—Perfecto —dijo Severus, antes de inclinarse hacia el joven para posar un casto beso en sus labios. Luego apagó la colilla en el cenicero y se puso en pie despacio, dándole tiempo a su perra para apartarse un poco de su camino—. Será mejor que nos demos una ducha antes de salir a la calle.

 

Ya arriba, ambos se metieron en la ducha. Severus dejó claro que quería que se ducharan juntos, aprovechando el momento que para Harry conociera su cuerpo mientras lo lavaba. Se enjabonaron mutuamente, conociéndose mejor físicamente. Llegados a un punto, Harry se sobresaltó al notar un dedo enjabonado que se introducía con cuidado dentro de su ano, pero un susurró de Severus le tranquilizó.

 

—La higiene también es otra de los puntos principales. Espero que entiendas que en más de una ocasión, mi polla irá de tu culo a tu boca. Debes estar siempre limpio para mí.

 

Harry que lavaba en ese momento el pecho de Severus asintió en silencio, disfrutando las caricias.

 

A eso de las dos de la tarde, ambos hombres entraban en un restaurante. Harry llevaba algo de ropa muggle de Severus: un pantalón vaquero y una camisa, adecuadas a su tamaño. Severus llevaba un pantalón de pinza y una camisa blanca. Durante el almuerzo todo fue bien, siguieron hablando de cosas, de cómo les había ido en los últimos años, comentaron anécdotas de las clases y el trabajo, hablaron de libros e incluso acordaron lo que debían decirle a los demás sobre su relación… pero la cosa casi se estropeó cuando llegó el momento de pagar. Al final, tras casi una discusión, a Harry le quedó claro que pagaba Severus. Y no sólo el almuerzo, sino las compras que harían esa tarde, incluyendo la ropa del chico y todo aquello que hubiera que pagar en un futuro. Harry podría hacer lo que quisiera con su dinero, podría comprarse caprichos si así lo deseaba, pero las necesidades que tuviera, las cubriría Severus. El joven, al final, algo humillado y avergonzado, lo aceptó, ante la sonrisa de medio lado de Snape.

 

Comprar ropa fue divertido. Aunque Severus le había dicho que podía elegir la ropa libremente, Harry no quería coger nada que fuera del desagrado de su Amo, así que se dedicó a hacer pequeños pases de modelo para Snape. Fueron a una parafarmacia, donde compraron toallitas húmedas para bebé, alcohol, quitaesmaltes y cremas hidratantes, también para bebés. La última visita fue a una perfumería donde Severus compró —sin que Harry pudiera imaginarse el motivo— brillo transparente para uñas, un brillo de labios, un colorete suave que tiraba a un tono melocotón y dos lápices de ojos: uno marrón y otro negro.

 

Ante de volver a casa, decidieron que podían ir a cenar y dar un paseo. A eso de las 9 de la noche ya estaban en casa, tranquilos. Nada más entrar, Harry se desnudó y siguió a Severus escaleras arriba. Dejaron las bolsas dentro del vestidor, de forma que mientras Snape se ponía la bata y las zapatillas, Harry dejó las toallitas y la crema hidratantes en la que parecía su mesilla de noche, la que tenía la foto de sus padres, y luego fue al baño a poner el alcohol y el quitaesmalte en un estante. Finalmente, ambos hombres se encontraron en el salón, donde Hades dormía en la percha de Hedwig, que seguía en casa de los Weasley.

 

Severus se sentó en su sillón tras coger el correo de la mesa, con Harry entre sus piernas.

 

—Sírveme una copa. Whisky de Fuego, con dos piedras de hielo.

 

Al principio el chico dudó un poco de cómo hacerlo, pero al final encontró la solución. En tiempos de guerra, el que ahora era su Amo, le había ayudado con los hechizos no verbales y con la magia sin varita. No dominaba ninguno en absoluto, pero sí era capaz de hacer hechizos simples sin su varita, que ahora descansaba en el dormitorio. Así pues, se marchó con el vaso bajo levitando tras él hacia la cocina, donde le puso la dos piedras de hielo pedidas y volvió al salón a llenarlo con el líquido ambarino. Finalmente, gateó hasta situarse entre las piernas de su Amo ofreciéndole la copa, que éste cogió gustoso. Al apoyar su cabeza en la pierna de Severus se dio cuenta de que éste sólo llevaba la bata, al tocar con su mejilla la piel del hombre.

 

La último que leyó Severus fue una nota, que definitivamente era de Dumbledore, que esa mañana no había visto, con forma de pájaro y que decía que había estado por allí, que tenían que hablar. Con un bufido la dejó sobre la mesa con la copa y el resto de las cartas. Miró a Harry, que a su vez le miraba desde su muslo.

 

—Ábreme la bata —. El chico se incorporó sobre sus rodillas y obedeció, abriendo el cinturón, deslizando la tela a los lados, descubriendo el cuerpo del hombre. Severus llevó la mano a la cabeza del joven, acariciando su pelo una vez más, antes de empujarle hacia su polla—. Hazlo despacio.

 

—Si, Amo —susurró el joven, acercándose hacia el blando miembro que tenía ante sí.

 

Dio un beso en la punta, antes de sacar la lengua, acariciándola. Lamió la carne que poco a poco se endurecía, antes de meterla en su boca. Estaba nervioso, era la primera vez que lo hacía, pero la mano de su Amo jugando con su pelo, le tranquilizaba. Succionó un poco, con suavidad, antes de acariciar la polla con la lengua, empujándola hacia su paladar. La sacó, ahora erecta, sonrosada, húmeda y palpitante, para dar otro beso en la punta aún tapada por el prepucio. Colocó los labios con cuidado en la cabeza, bajando la piel con los labios, para después volver al capullo a darle un beso. Empujó un poco la lengua en el orificio, para deslizarla hasta el frenillo, jugando con él, lamiéndolo. Volvió a introducir la palpitante polla en su boca, pero no pudo meterla del todo, era grande para él. Escuchó la voz de Severus.

 

—Ya te entrará toda, tranquilo —. Harry volvió a succionar como respuesta, haciendo a Severus gemir—. Usa las manos también.

 

Se estremeció al notar las manos de Harry deslizarse por sus muslos hasta llegar a su entrepierna. Una de ellas, enredó sus dedos en los rizos oscuros mientras la otra agarró la carne que quedaba al aire, comenzando una suave caricia sobre la piel de arriba a abajo, a la vez que Harry comenzaba el mismo movimiento la boca. Al principio, mano y labios iban descoordinados. Harry subía a la punta con la boca, cuando su mano llegaba a la base y luego, el chico acababa chocando sus labios con su propia mano a mitad de su polla. Para corregirle, Severus hizo presión con su mano en la cabeza de Harry, empujándolo contra su pelvis con cuidado, a la vez que la mano bajaba. Luego un pequeño tirón hacia arriba, a la vez que la mano subía, le indicó a Harry que ahora sí lo estaba haciendo cómo su Amo quería. Sin darse cuenta, comenzó a acelerar el ritmo.

 

—Más despacio —. Volvió a tranquilizarse—. Quiero que lo disfrutes tanto como yo.

 

Sin duda alguna el chico lo estaba haciendo lo mejor que podía. El sabor al principio había sido dulzón, pero ahora era diferente. Era un sabor más ácido y salado, que se concentraba sobretodo en la punta para luego extenderse por toda la polla. La piel estaba totalmente mojada, por lo que sus labios y su mano resbalaban sobre ella. La mano sobre su coronilla, aunque no le empujaba no paraba de incitarle, acariciando su pelo. Hacía rato que Harry quería un cosa: el semen de Severus en su boca y no iba a parar hasta conseguirlo. Quería sentirlo sobre su lengua, golpeándolo al salir a chorros de la polla, quería saborearlo, quería probar a su Amo y convertirlo en su sabor favorito.

 

Severus había cerrado los ojos, disfrutando las caricias que le prodigaba Harry. Sí, el chico era inexperto, pero lo estaba haciendo bien, se estaba esmerando y él lo notaba. Sin duda, su puta se estaba ganando un premio, otro más, a  parte del de su leche. Le faltaba poco, estaba a punto, notaba el tirón en sus huevos, podría retrasarlo un poco, seguir disfrutando de la sensación corporal de que el orgasmo está ahí, pero aún no llega.

 

Y todo tuvo que joderse con un golpe insistente en la puerta. Ambos quisieron pasar, pero ya no sólo golpeó la puerta: tocó el timbre.

 

—Ve corriendo arriba y alcánzame el pantalón del pijama —. Había sacado la polla de la boca de Harry—. Ponte tú uno y baja—. Le dio un suave beso en los labios antes de gritar un «¡Ya va!» a ver si el pesado de turno dejaba de golpear la puerta.

 

Desde lo alto de las escaleras, Harry le tiró a Severus el pantalón, que se lo puso y cerró su bata antes de abrir de muy mal humor.

 

—Albus, ¿qué haces aquí?

 

—Tengo que hablar contigo, ¿no viste mi nota?

 

—Sí, pensaba llamarte mañana.

 

—Es urgente, ¿podemos pasar?

 

Sólo entonces, se dio cuenta que a Albus le acompañaban ‘la sabelotodo y el secundario cómico’, o lo que era lo mismo: Hermione Granger y Ronald Weasley: los amigos de Harry. Se hizo a un lado y los invitó a pasar hasta el salón.

 

—Perdona que te molestemos a esta hora. Lo cierto es que te he llamado varias veces y he venido, pero no te he encontrado —. Albus estaba tranquilo, mientras los otros dos jóvenes pasaban con algo de temor al salón.

 

—¿Una copa Albus?

 

—Sí, no me vendría mal. A ser posible coñac.

 

—Y ustedes, ¿quieren algo? —Le preguntó a los dos gryffindors mirándoles—. ¿Whisky? ¿Coñac? ¿Brandy? —Alzó la cej—. ¿Cerveza de mantequilla?

 

—Una cerveza no estaría mal, profesor —respondió amablemente Hermione a su ex profesor, que terminaba de servirle la copa a Albus.

 

—¿Sólo para usted o traigo también para su mudo amigo? —Preguntó dándole la copa al mayor.

 

Ron aclaró un poco su garganta.

 

—Para mí también, profesor.

 

Severus asintió y cogió su propia copa, poniendo un poco más de Whisky.

 

—Severus, sé que estás molesto. Estas no son horas, pero realmente, es urgente… Harry ha desaparecido—. En ese momento Severus que quedó de piedra. Escondió una sonrisa y miró al preocupado director.

 

—Ha desaparecido —repitió con parsimonia. Ronald estalló.

 

—¡Sí, ha desaparecido! ¡Hace poco más de una semana que no le vemos! ¡Nos envió a Hedwig a la madriguera, diciendo que la cuidáramos y que no nos preocupáramos! ¡Que iba a estar unos días ocupado! Pero… — Hermione le cogió del brazo, intentando calmarlo, haciéndole callar.

 

—El caso es que a mediodía, Hermione y Ron han venido a verme. Hemos ido a casa de Harry y sus cosas no estaban allí. Al menos muchas de ellas. Los chicos no tienen noticias de él y estamos preocupados.

 

—Y habéis venido aquí porque… — Severus hizo un gesto, indicándole a Albus que esperaba que él siguiera la frase.

 

—Sé que Harry te debía algo por las clases y creemos que tú has sido la última persona en verle. Me gustaría saber si en algún momento te dijo algo que pudiera darnos una pista. Espero equivocarme, espero que no esté en peligro.

 

—¿Quién está en peligro? —preguntó Harry entrando en la habitación con un pijama verde.

 

—¡Harry!— gritaron Ron y Hermione a la vez, abalanzándose sobre él. Albus miró a Severus, alzando él la ceja, mientras el dueño de la casa bebía de su copa.

 

—Severus, ¿qué está pasando?

 

—Vamos a mi despacho y te lo cuento.

 

El director asintió y salió hacia el despacho, pasando ante Harry que aún era estrujado por sus amigos. Severus le siguió, parándose ante Harry, se acercó a él y ante la atónita mirada de unos y la perspicaz de otro, le dio un dulce beso en los labios.

 

—Tus amigos querían una cerveza —le susurró antes de irse con Albus a su despacho.

 

—Un segundo chicos —. Harry fue a la cocina y volvió con tres botellines abiertos, ofreciéndole a cada uno sus bebidas—. ¿Por qué habéis venido? ¿Quién está en peligro? —preguntó curioso.

 

Hermione miró a Ron ya Harry no se le escapó que esos dos debían haber acordado algo en lo que él estaba en la cocina.

 

—Pensábamos que tú. Hace más de una semana que no sabemos nada ti. Hoy hemos ido a tu casa y faltaban cosas tuyas, además, de que la casa estaba más tirada y desordenada de lo normal. Y ahora… pues… te encontramos aquí… y…

 

—¡Te ha besado! ¡Snape te ha dado un beso! —Gritó Ron, aún impactado, caminando de un lado a otro.

 

—Estamos saliendo, es normal que me bese —. Le dijo a Ron duramente, luego miró a Hermione—. Y si faltaban cosas mías en mi casa, es porque me he mudado aquí. Hoy me he mudado a aquí

 

Sus dos amigos le miraban sin dar crédito.

 

Dentro del despacho, Albus mantenía una conversación similar con Severus.

 

Cualquiera que estuviera en el vestíbulo, podría pensar que estaba loco, al oír en dos habitaciones deferentes la misma conversación, llevada a cabo por personas diferentes.

 

—Y lleváis mucho tiempo ¿juntos?

 

—Algo así. Realmente no lo decidimos hasta anoche.

 

—¿Y habéis decidido vivir juntos tan pronto? —En el caso de Albus la frase fue una pregunta curiosa, en el de Ron, un reclamo.

 

—Sí —. El mismo monosílabo salió de los labios de Harry y Severus—. Queremos conocernos bien, que sea algo serio y duradero, por eso hemos hecho esto. Queremos estar solos, sin que nada nos pueda influir mientras nos conocemos—. Ambos habían acordado muy bien la estrategia y excusa a poner.

 

Pero ni ALbus ni Hermione lo tenían claro del todo.

 

—¿Esto tiene algo que ver con las clases particulares?

—No, es totalmente independiente. Puedes creerlo o no.

 

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Albus miró a Severus, afirmando.

 

—Está bien. Perdona que hayamos venido aquí, como ya te dije antes, aparecieron en mi despacho, preocupados por Harry

 

—No pasa nada, es normal.

 

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—¿Y qué pasa con Ginny? Vas a dejarla por eso?

 

—En primer lugar, Ron, ‘eso’ es mi novio y ‘eso’ es el dueño de esta casa. Y en segundo lugar, entre Ginny y yo no pasa nada.

 

—¡Eso no es cierto! Hasta el mes pasado ella no vino a casa un fin de semana porque se había quedado en la tuya!

 

Hermione veía que esto iba por mal camino, pero prefería no meterse.

 

—Ron… que tu hermana y yo de vez en cuando… mantuviéramos relaciones sexuales, no implica que fuéramos pareja —. Ron fue a interrumpirle, pero no se lo permitió—. Fue algo de mutuo acuerdo, nunca obligué a tu hermana a nada. Era algo que queríamos hacer y punto, pero los dos teníamos claro que no debíamos quedarnos ahí, sino buscar a otras personas. Yo lo he encontrado. Es un hombre, lo sé. ¡Para mí también es nuevo! Me gusta y quiero intentarlo.

 

—¿Qué tiene él que no tenga mi hermana? ¿O cualquier otra tía?

 

Harry no pudo evitar decirlo.

 

—Una polla entre las piernas. ¿Te parece poco?

 

Hermione se ruborizó y sólo entonces, Harry se dio cuenta de lo que había dicho.

 

—Yo... lo siento, no quería ser tan brusco… Es sólo que… con él estoy bien. Me siento seguro, me gusta estar con él. Es más amable de lo que podáis imaginar. Ahora mismo es la persona con la que quiero estar. Es mi decisión, podéis aceptarla o no—. Se encogió de hombros al decir esto último.

 

—Costará un poco, pero sé que ambos lo aceptaremos —respondió Hermione.

 

—Sí, tan sólo dame algo de tiempo. Y desde luego, no me obligues a estar cuando se lo digas a mamá —. Harry rió con el comentario, justo cuando Albus y Severus volvían al salón.

 

—¿Todo bien por aquí? —preguntó el director, a la vez que Severus levantaba un poco el brazo derecho y Harry se acercaba a él, para acurrucarse bajo ese brazo.

 

Para los de la sala, era un gesto de cariño, pero para ellos dos, era un gesto de posesión: Harry era de Severus y nadie les iba a separar.

 

—Si, por aquí todo bien— respondió Hermione.

 

—Entonces, será mejor que nos marchemos. Es muy tarde. Sólo una última cosa, sé que aún no has ido a firmar el contrato con el Ministerio —. Los ojos azules se clavaron en los verdes—. Y yo sigo necesitando un profesor para Defensa… tal vez te interese al menos escuchar mi propuesta.

 

—Acepto —dijo Harry sonriendo, antes de mirar a Severus—. No es tiempo de ponerme en peligro, ya no —le dio un suave beso.

 

—No os preocupéis por nosotros, nos vemos —dijo el director agarrando a Ron y a Hermione, desapareciendo los tres de la casa, dejando solos a la nueva pareja. Estaba completamente seguro, por la ropa de Severus, que habían interrumpido algo y sabía que su profesor de pociones odiaba las visitas, así que era mejor irse lo antes posible. No quería enfadar más al hombre.

 

—¿Estás seguro de eso, Harry? —Fue la pregunta de Severus, una vez estaban a solas, aún en medio del salón—. ¿Por qué has aceptado?

 

—Así no estarás preocupado por mí. Sabrás siempre donde estoy, estaré contigo, a tu lado.

 

Severus abrazó más al chico, haciéndolos aparecer en el dormitorio.

 

—Será mejor que nos metamos ya en la cama, es tarde.

 

En lo que Snape se quitaba la bata, Harry se quitó el pijama completo y se sentó en la cama. Al meterse, Severus se lo impidió. El muchacho observó como su Amo limpiaba sus piernas, desde las rodillas hasta el empeine del pie y sus manos, con las toallitas para bebé que habían comprado. Después, Severus le obligó a tumbarse y comenzó a ponerle un poco de crema hidratante en las piernas.

 

Minutos después Amo y esclavo dormían, uno en brazos del otro. Tendrían muchos días por delante para que Harry aprendiera bien a mamarle y también para hacer el amor en esa cama. Lo importante, es que de momento, parecía que las personas más cercanas a ellos, habían aceptado o parecían aceptar que estaban juntos, aunque desconocieran qué significaba realmente que ‘estuvieran juntos’.

 

FIN

 

 

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