Abuelo, padre y nieto

Este fic fue publicado originalmente en Segunda Dosis

Pareja Trío: Lucius/Draco/Scorpius
Rating: NC-17
Resumen: 
Continuación de Amor de hijo. Lucius y Draco llevan una relación incestuosa perfectamente sana y normal. Pero no están solos en la Mansión Malfoy: Narcissa empieza a cansarse de la situación... y Scorpius ya no tiene suficiente con mirar.

 

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Draco entró sin hacer ruido a su despacho y se acercó lentamente al hombre alto que estaba de pie ante el gran ventanal que daba al jardín de la casa. No le hizo falta estar muy cerca de él para percatarse de lo nervioso y tenso que estaba: las manos entrelazadas a la espalda con el bastón firmemente agarrado, los hombros firmes y la cabeza ligeramente alzada. Se colocó a su lado mirando también al jardín, dejando que su codo rozara el de su acompañante.


—¿Qué ha pasado, papá? —Lucius no le miró cuando le respondió.


—Mira encima de la mesa. —El tono de voz era el más frío que Draco jamás le hubiese oído. Ni siquiera cuando hablaba de Dumbledore, Potter o los Weasley utilizaba esa voz.
 


Draco se dirigió al escritorio con paso seguro, observando la mesa en la que los pergaminos con informes de las empresas se esparcían sobre un vade de piel de dragón. Encima de todos, había uno que llamó su atención. En la parte superior estaba impreso el sello del Ministerio de Magia. Lo cogió sin dudar y le dio una lectura rápida. Sus labios se movían según repasaba cada palabra en una lectura silenciosa, y sus cejas se arqueaban por la más absoluta incredulidad. Cuando terminó, se acercó a su padre con el pergamino aún en la mano.
 


—¿Qué significa esto? —preguntó, con la indignación adueñándose de él.


—Lo que has leído —fue la escueta respuesta.


—¡No puede hacerlo!


—Ahí te equivocas, claro que puede. —Se dio la vuelta para encarar a Draco—. Es más, hace mucho tiempo que podía haberlo hecho, pero decidió esperar hasta ahora. Lo cierto es que nunca pensé que se atrevería.
 


—Pero ¿por qué ahora? No tiene sentido.
 


Lucius sonrió de medio lado, desentrelazando sus manos.


—Tiene mucho sentido.


Draco terminó por exasperarse. Soltó los papeles y se fue al mueble-bar a servirse una copa mientras se deshacía la corbata y desabrochaba los botones del cuello de la camisa.


—De verdad —hablaba mientras llenaba el vaso de brandy, tras ponerle una piedra de hielo—, he tenido mucho ajetreo en la oficina, así que no estoy para enigmas. —Se giró de nuevo hacia su padre.

Lucius se había sentado en su sillón y lo había alejado un poco de la mesa, donde había dejado el bastón. Separó las piernas y dio un pequeño golpecito en uno de sus mulos. Ante esa señal, Draco no dudó en acercarse a él y sentarse de lado en esa pierna, dejando las suyas entre las de su padre. Lucius le quitó la copa para dar un sorbo antes de continuar hablando.


—Hace dos días que le congelé el acceso a la cuenta bancaria a tu madre. Últimamente estaba gastando muchos galeones. —Draco puso una cara que decía claramente 'Como siempre' y que Lucius entendió a la perfección—. A tu madre le gusta tirar el dinero, todos en esta casa lo sabemos. No obstante, suele despilfarrar el dinero en viajes, joyas, perfumes, túnicas y zapatos, todo de mujer. Lo que no es normal es que lo haga en el mundo muggle, menos aún para comprar un coche y un piso amueblado.


Draco le dio un sorbo a la copa.
 


—¿Madre está...? —Ni tenía valor para continuar con la pregunta, ni para terminarla.


—Tu madre está manteniendo a un jovencito muggle de veinte años. —Lucius terminó la frase con una molestia irónica en el tono de su voz.


La mano de Draco se quedó parada en el aire, a mitad de camino hacia la mesa. Lucius puso sus dedos sobre los de su hijo y se llevó la copa a los labios. Draco observó los finos labios posados en el cristal mientras Lucius bebía, asimilando lo que le acababa de decir su padre.
 


—Estoy seguro de que no es la primera vez que madre hace eso. ¿Por qué pedir el divorcio esta vez?

Lucius le miró con gesto que denotaba cierta indignación.


—No, no es la primera vez que busca a alguien, pero sí es la primera que es muggle y que tu madre decide sacar los galeones de MI cuenta para mantenerlo. —Respiró hondo para no subir el tono de voz y gritarle a Draco, que no tenía la culpa de nada—. Si quiere hacerlo, que lo haga... con el dinero de su dote, del que no ha gastado ni un knut desde que se casó conmigo, y que se vio incrementado con parte del patrimonio de los Lestrange cuando Bellatrix murió. Pero que no lo saque de las arcas de mi familia, que será tu herencia y la de Scorpius.
 


—Papá, según esos documentos —Draco señaló al pergamino del Ministerio que reposaba sobre la mesa—, madre te ha pedido el divorcio por infidelidad.
 


Lucius miró fijamente a Draco.


—La única forma de que tu madre lo demuestre sería si consiguiera que me interrogaran con Veritaserum. Algo que es muy improbable que suceda, aunque de todas formas le pediré ayuda a Severus.

—Ten cuidado: como Potter se entere, podrías meterlo en un lío. —Le advirtió, haciendo que Lucius sonriese de lado.


—Siempre tengo cuidado. —Se removió ligeramente bajo el peso de Draco, estiró una mano y le alcanzó un sobre cerrado con un sello de lacre negro con el emblema familiar—. Sin embargo, yo sí puedo demostrar las infidelidades de tu madre.


Draco cogió el sobre que su padre le tendía, con manos algo temblorosas. Abrió el sobre, rasgando el papel al dar un fuerte tirón para romper el sello. Desesperadamente sacó varias fotografías en movimiento donde su madre aparecía sonriendo cogida del brazo de un chico que apenas parecía unos años mayor que Scorpius. Caminaban juntos por una calle de París llena de tiendas muggles de lujo y a cada nueva imagen, ambos estaban más cerca o con más paquetes, además de que se ese hombre no dejaba de coquetear con Narcisa a cada paso. Draco tiró las fotografías sobre la mesa, se recostó contra el pecho de Lucius y le besó en el cuello.
 


—¿Será suficiente para desacreditarla? —Su tono de voz era una extraña mezcla entre tristeza, deseo de venganza y una promesa de sufrimiento.
 


—Tu madre sólo desea sacarme el dinero, pero no va a conseguirlo. —Levantó la barbilla de Draco para mirarle a los ojos. El más joven reprimió un escalofrío ante la frialdad que demostraba Lucius—. Legalmente, entre esto, los extractos de Gringotts y el contrato prematrimonial, firmado por el viejo Cygnus, es imposible que tu madre gane el juicio. Es más, será ella quien pague una indemnización.
 

Ante tal revelación, Draco sólo pudo llevarse el vaso de brandy a la boca una vez más.

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Scorpius se despidió de Albus en Kings Cross y fue hacia su madre, que le esperaba por allí cerca acompañada de Melisa, su antigua niñera y actual 'enfermera' de Astoria Malfoy. Sonrió mientras negaba con la cabeza. ¿Realmente pensaban que con casi dieciséis años no sabía que eran pareja? Tras descubrir lo de su padre con su abuelo, de darse cuenta de las miradas y caricias furtivas, comenzó a fijarse en ellas. Pasaba exactamente lo mismo: secretos compartidos a media voz, disimuladas sonrisas coquetas, habitaciones iluminadas por miradas brillantes...
 


—Hola, hijo —saludó Astoria, abrazando a Scorpius y dándole un beso en la mejilla.


—Hola, mamá —correspondió Scorpius. Después se acercó a Melisa y procedió de la misma manera, recibiendo igual tratamiento.
 


Uno de los elfos de la familia las había acompañado hasta la estación (dado que se habían aparecido directamente en el Andeń 9 y ¾ ), pero ya se había marchado, llevándose consigo el baúl de su amo más joven. Madre, hijo y 'niñera' se fueron a tomar un almuerzo tardío en un restaurante de moda en el Callejón Diagon. Cuando estuvieron en el reservado, Astoria le comunicó la última y desagradable noticia familiar. La demanda de divorcio había llegado el día anterior a la mansión Malfoy y los adultos habían acordado que fuera ella quien se lo hiciera saber a Scorpius. Esos días Lucius estaría ocupado con los abogados y Draco con la dirección de las empresas familiares (puesto tomado apenas quince días antes), y por lo tanto no estarían disponibles para hablarlo directamente con él. Sin embargo, Astoria le advirtió que se portara bien, que no diera problemas en casa y que obedeciera inmediatamente en cuanto se le diera una orden, sobre todo si ésta venía de Lucius y Draco. Más aún si la orden en cuestión era «Vete» o cualquier otra variante que en esencia significara lo mismo.
 


La única respuesta que pudo dar Scorpius fue adoptar una posición y una expresión que decían claramente «¿Acaso no lo hago siempre?», que incluía una rubia ceja alzada al 'estilo Malfoy'. Pero más allá de ahí, no se permitió demostrar lo que la noticia suponía para él. Por alguna extraña razón, le había devastado y llenado de temores. No era tonto y sabía que lo que más le importaría ahora a su abuelo sería el escándalo público que esto pudiera provocar. Seguramente su padre no prestaría tanta atención a los periódicos, se refugiaría en los negocios dándole espacio a Lucius para campar a sus anchas en el tiempo que durara la batalla legal. Si sus deducciones eran correctas, Draco se alejaría de Lucius al menos durante un tiempo y él podría aprovechar su oportunidad.
 

El resto de la comida fue tranquila, ya que se dedicaron a hablar sobre las clases de Scorpius, los últimos negocios familiares y el nuevo trabajo de Melisa. Por lo visto la 'enfermera' había decidido volver a trabajar en San Mungo, ya que el trabajo con su familia era en horario nocturno. Esa noticia no supo cómo aceptarla, y pareció más molesto por ella que por el divorcio. Si Melisa no estaba en casa, Astoria tendría poca diversión y estaría encima de él prácticamente todo el día. Ya vería como se las apañaría, pero su plan no podría fallar.
 


Tras terminar de almorzar se fueron de compras por el Callejón porque, según Astoria, su hijo necesitaba nuevas túnicas para el verano. Sólo había una cosa que Scorpius odiara más que ir de compras con su madre y eso era que alguna de sus abuelas estuviera presente. No obstante, durante horas no le quedó más remedio que aguantar las opiniones de su madre: que si las telas de ante no eran apropiadas para el verano, que si el color azul eléctrico (que Scorpius tanto adoraba) no le quedaba bien ya que le sentaba mejor el gris, que si tan ajustadas no eran apropiadas... y así, un sin fin más de 'consejos de madre' que se traducían automáticamente en hacer lo que su madre quisiera, aunque Melisa intercedía a veces por él. Por fortuna, al final consiguió hacer una visita a
 Artículos de calidad para el Quidditch, donde se entretuvo mirando las nuevas escobas y compró unos guantes nuevos. 


Llegaron a casa poco antes de que se sirviese la cena, cuando ya toda la familia estaba reunida. Primero vio a su abuelo, al que saludó con un beso en la mejilla. Después le tocó el turno a su padre, al que se abrazó con fuerza. De hecho, fue Draco quien tuvo que soltarse con disimulo de la extremada muestra de cariño de su hijo, ante los entrecerrados ojos atentos de Lucius.

Con todos a la mesa, comenzaron una cena tranquila en la que Scorpius volvió a relatar sus últimas aventuras en el colegio, pero esta vez para su padre y su abuelo. De hecho, para no interrumpir la conversación, Astoria le había cedido a su hijo su lugar habitual en la mesa. Generalmente, cuando Narcisa no estaba (como en ese momento), Astoria se sentaba a la izquierda de Lucius y frente a su marido; pero esa noche era Scorpius quien se sentaba frente a Draco y a la siniestra de quien presidía la mesa.
 


Parecía que todo iba bien, las conversaciones eran amenas e incluso reían... hasta que Narcisa Malfoy entró en el comedor, y entonces todo cambió. Astoria y Melisa se quedaron en silencio, Draco se irguió en la silla, apretando los cubiertos con más fuerza de la necesaria y Lucius se puso de pie.


—¿Qué haces aquí? —La potente voz de Lucius resonó en la habitación, imponiéndose como él.


—Ésta también es mi casa,
 querido —respondió Narcisa, como si nada pasara. 


La tensión se notaba en el ambiente y se podía cortar con un cuchillo. Scorpius miraba alternativamente de su abuela a su padre y a su abuelo, sin decir una sola palabra.
 


—Scorp, ve a tu habitación. Stinky te llevará el resto de la cena enseguida. —Reticentemente, Scorpius hizo caso de las palabras de su padre, e incluso se habría demorado más de no ser por la apremiante mirada de su madre.

 

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Draco entró en la habitación de Scorpius cuando éste ya estaba dormido.


Apenas unas horas antes, Astoria y Melisa habían tenido el buen acierto de quedarse en el comedor con él, haciéndole compañía mientras Lucius y Narcisa se habían encerrado en el despacho. Aun a pesar de todas las salas que los separaban, durante unos minutos escucharon los gritos del Señor de la casa, hasta que Stinky se apareció en el comedor para informar de que el amito ya tenía el resto de la cena en su habitación. Antes de irse, Draco pudo ver cómo hacía un gesto con la mano casi imperceptible y dejaron de oír la voz de Lucius. Después de eso, terminaron de cenar de la forma más amena que pudieron, aunque Astoria no dejó pasar la oportunidad de hacerle saber a su marido que tanto él como su suegro contaban con su total, absoluto y devoto apoyo.


Esperó durante un par de horas en el saloncito donde se solía reunir con Lucius, pero él no llegó. Tan sólo salió del despacho dando un portazo, tras una airada Narcisa que abandonó la casa sin mirar siquiera atrás. Lucius decidió seguir su camino hasta el dormitorio, pero a Draco no le hizo falta que le dijera nada para saber que deseaba estar solo, así que había ido al cuarto de Scorpius a comprobar que estuviera bien.


Se acercó a la cama para ver a su hijo dormido boca arriba, con la manta a los pies y la sábana por el estómago. Tenía la camisa un poco subida, demostrando la pálida piel marmórea y casi lampiña de su vientre. Con cuidado le colocó la prenda y subió la sábana.


—¿Papá? —El tono de Scorpius delataba que lo acababa de despertar.


—Perdona, Scorp, sigue durmiendo.


Scorpius se incorporó en la cama.


—No —gimió, alargando la mano para coger el brazo de su padre—. No te vayas... quiero hablar contigo.

Draco se quitó los zapatos y se colocó junto a su hijo, con las piernas estiradas sobre el colchón. Scorpius se abrazó a él, apoyando la cabeza en su pecho.


»¿Qué ha pasado? —Sintió los labios de su padre en la frente y sus brazos rodeándole.
 


—Pues ha pasado que los abuelos han tenido una charla acalorada... muy acalorada. Y después de eso, la abuela se ha ido.
 


—¿Has hablado con el abuelo?


—No, aún no. Pero no debes preocuparte por él, el abuelo es fuerte. —Draco sólo le decía a su hijo lo que él mismo necesitaba oír y creer.
 


—¿Y tú?
 


Draco le miró.
 


—¿Yo qué?


—¿Cómo lo llevas tú?
 


—Bien. —Sonrió de medio lado. —Lo llevo lo mejor que puedo.
 


—¿De parte de quién estás? —La pregunta fue hecha en un tono casual, pero aún así, Draco se sintió extraño.


—Del abuelo. ¿Tu madre te lo ha contado
 todo? —Scorpius negó con la cabeza, rozando la mejilla contra el pecho de Draco—. Ha sido la abuela quien ha pedido el divorcio, alegando infidelidad por parte del abuelo, pero es ella quien tiene un amante.


A Scorpius no le asombró la noticia; era lógico que si Lucius prefería las atenciones de Draco antes de las de Narcisa, ésta se buscara un amante. Lo que le llamó la atención fue la frialdad en el tono de voz de su padre, así que decidió indagar 'inocentemente'. Con un movimiento lento subió la mano por el pecho de su padre, jugueteando con los botones de su camisa.


—¿El abuelo nunca le ha sido infiel a la abuela?


—No. —La voz salió seca—. El abuelo nunca le ha sido infiel con otra mujer.


Con otra mujer. Interesante acotación. Quería preguntar, pero sabía que era demasiado pronto para ello, así que simplemente se quedó en silencio, cerró los ojos, acomodándose mejor, y se dispuso a quedarse dormido de nuevo mientras Draco acariciaba su pelo.

 

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Los siguientes días fueron una auténtica vorágine, con idas y venidas continuas de Draco y Lucius. Incluso llegó a haber una redada sorpresa en la Mansión, dirigida por Harry Potter. El motivo de dicha redada fue que Narcisa había presentado otra denuncia ante el Ministerio por supuesta posesión, uso y ocultación de artefactos de magia oscura. Obviamente no hubo nada que los aurores pudieran encontrar, aunque fue extraño que Potter estuviera todo el rato en uno de los salones de la casa, sin moverse y totalmente estático sobre una de las alfombras persas... o tal vez no tanto, teniendo en cuenta el 'Ya son tres' con el que se despidió de Lucius. Entre una cosa y otra, los hombres de la familia casi no paraban por casa excepto para la hora de la cena, donde se hablaba de cualquier cosa menos negocios, Narcisa y El Profeta, así que básicamente sus conversaciones consistían en Quidditch y poco más. 


Sin embargo, Scorpius estaba atento a todo lo que pasaba a su alrededor, y una de las cosas en la que más se fijaba era en que Draco y Lucius parecían estar más distantes. Sí, seguían hablando y se seguía notando el cariño entre ellos, pero a Scorpius le faltaba algo cada vez que los veía juntos y no sabía qué era... hasta que un día estuvo donde se suponía que no debía estar, en el momento en el que se suponía que no debía estar: a medianoche, tras la puerta entreabierta del salón donde su padre y su abuelo se reunían, observándolos a través de una rendija.


—Estoy harto de esto. —La voz de Draco sonaba cansada.


—¿Y crees que yo no? ¿Crees que para mí es fácil? —Lucius parecía muy molesto y enojado—. ¡Pues no lo es, Draco! Todos los días salen artículos en
 El Profeta diciendo tonterías, han vuelto a sacar lo de la guerra, cosa que también te está perjudicando a ti con los negocios. —Se paseaba de un lado a otro del salón, blandiendo el bastón al hablar impetuosamente mientras Draco permanecía sentado en uno de los sillones orejeros, con las piernas estiradas—. Tenemos la suerte de que ya han acabado las clases y que Scorpius está en casa.


—Scorp no es tonto y sabe que pasa algo. Es más, sabe
 todo lo que pasa. —La mirada de Lucius fue fulminante—. Bueno, todo lo que pasa respecto a madre.


—¡No menciones a ésa! —Draco contuvo un escalofrío, pero no apartó la vista de su padre, que le miraba fijamente—. Es por su culpa por lo que estamos metidos en este lío. No podía conformarse, ¡no! ¡Tenía que acusarme con el Ministerio!
 


—Potter no encontró nada, así que... —Draco intentaba calmar a Lucius como podía, pero le era casi imposible, de la misma forma que lo fue continuar con su frase.


—¡Por culpa de tu madre serán los nietos de Scorpius los que terminen de pagar mis deudas con Potter!

—Pero ¿de qué hablas? —exigió saber. Lucius respiró hondo para tranquilizarse antes de continuar con un tema que no le era para nada agradable. Acabó sentándose en un sillón junto a Draco.

—Cuando fui a hablar con Severus, Potter nos escuchó. Al jefe de aurores no se le ocurrió otra cosa que salir antes del trabajo para darle una sorpresa a su novio, o como quiera que se consideren. Obviamente, pidió explicaciones de lo que pasaba y de por qué le estaba pidiendo a Severus una poción que anulara los efectos del Veritaserum. —Miró a Draco a los ojos—. Lo saben, tuve que contárselo.
 


Draco se atragantó con esa noticia. Cuando se recuperó, estaba colorado y Scorpius no supo si por haberse atragantado o por la vergüenza. Se puso de pie de un salto.


—¿Me estás diciendo que Potter sabe lo nuestro? —Su voz era un susurro, pero sus puños estaban cerrados con fuerza demostrando que estaba muy molesto con la situación.


—Tuve que contárselo. Si no, Severus no me hubiera ayudado y Potter nos habría delatado. —Draco chasqueó con la lengua y Lucius se puso en pie, se acercó a él y le agarró por la cintura—. Sabes que tuve que hacerlo. Además, gracias a eso, Potter me avisó de la redada.


Tanto los ojos de Draco como los de Scorpius se abrieron por la sorpresa.


»Me dijo que me ayudaría en lo que pudiera y lo ha hecho. ¿Por qué crees que se fue al salón de visita auxiliar y se quedó encima de la trampilla? Él mismo me avisó para que escondiera allí todo lo que pudiera incriminarme.


Draco apoyó la cabeza en el pecho de su padre.


—Está bien. —Draco sonaba resignado—. Ya veré cómo me las apaño para mirarle a la cara la próxima vez que uno de los dos tenga que recoger a su hijo en casa del otro. —Acarició con la nariz el cuello de Lucius y le dio un beso en la nuez—. Te echo de menos —susurró.

Lucius se apartó.


—Ya te he dicho que de momento es mejor que estemos separados. Si tu madre dice algo de esto, aunque no se demuestre, los rumores seguirán ahí. Nos vigilarán y cuestionarán cualquier cosa que hagamos, así que es mejor no dar pie a que se piensen que puede ser cierto.
 


Draco le miró fríamente, con los brazos cruzados en el pecho.


—¿Tanto te jode? —Lucius le miró con una ceja alzada en una muda pregunta—. Que sea ella quien ha pedido el divorcio. Pudiste haberlo hecho tú hace años, pero no lo hiciste.
 


—No quería hacerle daño a tu madre. —Esperaba la respuesta, pero aún así dolió.


—Sigues amándola. —No fue una acusación, sólo una afirmación.


—Sabes que no.


Lucius se acercó de nuevo a Draco con la intención de volver a abrazarle, pero éste le rechazó.

»Sólo quería protegerla.
 


—Ya... en el fondo siempre piensas en ella. —Draco parecía derrumbado—. Siempre haces lo posible para que esté bien, le consientes todo y la proteges, como de lo que sea que quieras hacerlo ahora. Pero ¿y yo qué?


Esta vez fue más rápido y tajante en sus movimientos: cogió a Draco de la cintura y lo pegó a su pecho.

—Narcisa ha sido la mujer de mi vida, no voy a negarlo. Me casé con ella cuando tenía diecisiete años y, para bien o mal, llevo toda mi vida a su lado y aún le tengo algo de cariño. —Acarició una mejilla de Draco—. Sin embargo, desde la primera vez que te cogí en brazos siendo un recién nacido que no paraba de llorar, supe que eras mi vida. Y nada va a cambiar eso.


Draco le miró con sospecha.


—Pero por mí, no harías lo mismo.


Lucius sonrió sin malicia alguna; al contrario, era una sonrisa que mostraba cariñoso orgullo.

—Por supuesto que no, haría mucho más por ti. —Le dio un suave beso en los labios—. Sólo deja que pasen los juicios y volveremos a estar como siempre, te lo prometo.
 


Draco asintió.


Al otro lado de la puerta, Scorpius no sabía bien qué pensar. Desde luego, entre su padre y su abuelo había mucho amor, cosa que le dejaron bien clara las palabras de Lucius, al que nunca antes había escuchado tan amoroso. No obstante, seguía deseando que su padre le besara a él y le mirara de esa forma, por lo que no podía desaprovechar la oportunidad que se le planteaba. Lentamente, con mucho cuidado y silencio, volvió a su dormitorio.
 

 

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Durante el desayuno, sólo apareció su madre. Melisa se había ido hacía un par de horas al trabajo, aunque Scorpius seguía sin saber para qué necesitaba Melisa trabajar, si en la casa siempre la habían tratado como una más de la familia y se le había dado todo lo que había pedido (que era más bien poco) y mucho más. Draco tenía reunión con alguien del Departamento de Cooperación Mágica Internacional por no sabía bien qué asuntos de importaciones. Y Lucius estaba también en el Ministerio para el juicio por tenencia de artefactos de artes oscuras.


Scorpius aprovechó el día para revisar su armario. Puede que su madre se quejara de su ropa, pero tenía guardadas un par de sorpresas de que las que nadie podía decir nada, puesto que había estado con su padre o su abuelo al comprarlas. A ninguno de los dos Malfoys mayores les gustaba discutir con Scorpius. Lucius llevaba al máximo la premisa 'los padres educan y los abuelos malcrían' y Draco... Draco era con Scorpius como Lucius había sido con él, sólo que con alguna diferencia: un padre cariñoso y amable al que le encantaba jugar, consentir y mimar a su hijo cuando estaba en familia (lo que incluía a Melisa), pero frío y autoritario cuando había desconocidos delante.


Sabía que a la hora de la cena estarían todos reunidos, por lo que dedicó el día a cuidarse. Aprovechó para que uno de los elfos le hiciera la manicura y la pedicura, cosa que odiaba hacer. Después, se fue al baño, se afeitó lo que consideraba barba (sólo tres o cuatro pelos mal amañados y esparcidos por su cara), y se dio una buena ducha para acabar vistiéndose con los pantalones vaqueros estrechos que había conseguido que Draco permitiera que se comprara en Navidad. Sonrió mientras se los ponía, recordando aquella visita a la tienda 'Ropa muggle para magos' con Albus y el padre de éste: cuando Harry Potter había aceptado que Albus se los comprara (claro signo de que intentaba ganarse el afecto de su hijo tras el divorcio de su mujer, y que apoyara su 'no tan reciente' relación con Snape), a Draco no le quedó más remedio que sucumbir a la mirada de cachorro degollado que había puesto Scorpius. Al fin y al cabo, Draco Malfoy no sería menos que Harry Potter... por mucho que el dichoso pantalón marcara demasiado el culo de ambos adolescentes.


Cuando Astoria le vio aparecer, torció el gesto de la misma forma que había hecho la primera vez que vio los pantalones. Melisa sonrió, negando con la cabeza. Draco miró a su plato, sin querer plantearse los motivos por los que había permitido que ese pantalón llegara a su casa. Lucius entrecerró los ojos, fijándose también en la camisa de seda grisácesa y cómo los botones del cuello y los dos primeros del pecho estaban abiertos.
 


Celebraron contentos la desestimación del caso, la absolución de Lucius y el comienzo de la desacreditación de Narcisa ante el mundo mágico. Incluso le permitieron a Scorpius tomarse una copa de champagne para brindar, aunque Lucius no dejaba de mirar con cierta sospecha reticente a su nieto. Hacía días que la actitud de Scorpius le recordaba en demasía a la de Draco a su edad, y las miradas que le estaba dando su nieto a su hijo eran muy parecidas a las que él mismo había recibido. Deseaba con todas sus fuerzas estar equivocándose, pero por si acaso, no le quitaría el ojo de encima.
 


El fin de semana llegó con un precioso día soleado y con Scorpius vistiendo aún esos vaqueros. Astoria y Melisa decidieron tomarse un descanso y se marcharon a un balneario, dejando a los hombres de la casa solos.
 


—Papá, ¿vuelas conmigo hoy? —Lucius miró a Scorpius por el rabillo del ojo, sin dejar de desayunar. Fue sólo un segundo, pero le fue suficiente para ver la cara inocente de su nieto.


—Tengo mucho trabajo, Scorp, no voy a poder —fue la respuesta de Draco, antes de terminarse el café.

—Vamos, papá. Hace tiempo que no volamos juntos. Por favor —insistió el más joven.
 


—Ya te he dicho que hoy no, así que no insistas. Mejor termina de hacer los deberes que te hayan mandado en el colegio y ya vaguearás el resto del verano.
 


Scorpius frunció el ceño y los labios. Lucius sonrió de medio lado al reconocer el mohín del Malfoy adolescente, claro gesto de ofensa al no conseguir lo que se proponía: la atención de Draco. Pero tanto el más mayor como el más joven sabían que la cosa no iba a quedar así. Mientras padre e hijo compartían el despacho, trabajando cada uno en lo suyo (Lucius revisando papeleo de Gringotts que necesitaba su abogado y Draco redactando un nuevo informe para Percy Weasley), Scorpius no paraba de pasar con la escoba por delante de la ventana del despacho.

Hasta que Draco acabó por enfadarse. Lucius le vio levantarse rápidamente e ir a la ventana. La abrió y se asomó.


—¡Scorp, vete a volar a otra parte! —El mencionado se acercó hasta donde estaba Draco con cara de inocente.


—Pero, papá, por aquí es donde están las mejores corrientes de aire.
 


—Me da igual. Quiero que te vayas a otra parte porque sólo estás molestándonos a tu abuelo y a mí.
 

Draco cerró la ventana de golpe y volvió a su escritorio.
 


—Tranquilízate, es sólo un adolescente —comentó Lucius, intentado que a Draco se le pasara el mal humor.
 


—¡Ya lo sé! —gritó, mirando enfadado a su padre—. Pero tiene que aprender que las cosas no son siempre como quiere.
 


Lucius sonrió.
 


—¿Por qué será que me recuerda a alguien? —Había cierto deje burlón en la pregunta.


—¿Disculpa?


Lucius se levantó y sirvió dos copas de brandy. Le tendió uno de los vasos a Draco mientras se apoyaba a su lado en la mesa. Dio un sorbo largo antes de hablar, a la vez que su hijo dejaba la copa sobre el vade de piel de dragón. Draco acomodó mejor su silla, echándola atrás para así encarar a su padre, esperando que le dijera algo.
 


—Scorpius sólo intenta llamar tu atención. —Una ceja rubia se alzó en la cara de Draco.


—Ya tiene mi atención, eso es una tontería.


Lucius volvió a sonreír.


—¿Estás seguro? Piénsalo: Scorpius acaba de pasar un año horrible en el colegio, donde en Historia de la Magia ha salido a relucir tanto tu nombre como el mío por lo que ocurrió en la Segunda Guerra contra Voldemort. —Draco asintió, conocedor de lo que su hijo había pasado esos meses, que incluía algunos insultos por parte de compañeros de su curso—. A la vuelta a casa, se ha encontrado con varios hechos que trastornan nuestra dinámica familiar. Para empezar, has asumido la dirección de nuestro patrimonio, lo que te quita tiempo porque trabajas más. Melisa ha decidido volver al trabajo en San Mungo, por lo que su niñera ya no está por aquí para ayudarle y pasar el tiempo con él. Seguramente se preguntará por qué lo hemos permitido, ya que supuestamente también es la enfermera particular de su madre. Y por último, el divorcio de sus abuelos. —Dio un sorbo a su copa, dejando que sus palabras calaran un poco en su hijo—. Básicamente, lo que le pasa a Scorpius es que después de enterarse de determinados hechos de la historia familiar, al volver a casa se ha encontrado con que su familia se desmorona poco a poco y que no puede hacer nada.
 


—Visto así... parece que no lo tiene que estar pasando bien.


—Además, está en esa edad en la que empiezan a descubrir que, aparte de jugar con lo que tiene entre las piernas, puede ser muy divertido si deja que otras personas jueguen con él.
 


Draco cruzó la pierna derecha sobre la izquierda y cogió de nuevo la copa, intentando ignorar que su hijo ya era un jovencito de dieciséis años con inquietudes sexuales.
 


—No puede ser para tanto, seguramente habrá encontrado a alguna chica que...


—No es una chica.—Le interrumpió—. ¿De verdad no lo has notado? —Draco parecía no saber de qué le hablaba, y Lucius suspiró—. Un abrazo prolongado que te hace sentir ligeramente incómodo, ropa ajustada realzando determinados atributos de su joven anatomía, intentar pasar más tiempo contigo, tener pequeños berrinches cuando no lo consigue... ¿Te va sonando ya? —El tono de esa pregunta había sido muy irónico.


Draco sonrió, incrédulo.


—Dudo mucho que eso sea posible, papá. Scorpius no es como yo.
 


—Es un Malfoy, y creo que ambos sabemos que sólo un Malfoy es bueno para otro Malfoy. —La mirada de Lucius se clavaba en la expresión de Draco, que seguía sin querer asimilar lo que le estaba diciendo—. Dale tiempo y Scorpius acabará metiéndose en tu cama.
 


—¡Eso es una tontería! —Se puso de pie de un salto completamente indignado.


—¿Seguro? Porque yo pensé lo mismo hace años y tampoco lo quise creer. Para cuando quise darme cuenta acababa de correrme en los pantalones después de frotarme contra ti. —Draco le miró, algo avergonzado—. Lo que quiero saber es qué harás cuando se meta entre tus sábanas. ¿Te resistirás? ¿O tal vez sucumbas a él, como hice yo contigo?


Celoso. Lucius Malfoy estaba celoso de su nieto. Draco no podía creerlo. Se aceró a él, alargando una mano para llevarla a su mejilla. Le acarició con cariño, acomodando su cuerpo al de su padre.

—Eso no va a pasar —dijo con un tono conciliador, antes de darle un beso en los labios, que pretendió ser casto pero que se volvió algo mucho más pasional cuando Lucius le agarró de la cintura y le pegó mucho más a él.


Escondido tras la copa de un árbol, Scorpius observaba la escena limpiándose la lágrima que caía por su mejilla, sin querer seguir mirando pero sin poder apartar la mirada mientras algo que no sabía cómo clasificar (¿celos? ¿envidia? ¿ganas de destrozar a su abuelo? ¿todo junto y nada a la vez?) crecía en su interior.

 

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Unos días después, todo parecía llevar la misma tónica, pero los 'ataques' de Scorpius hacia Draco eran cada vez más notorios: el vaquero ajustado y las camisas pegadas al cuerpo se habían convertido en su vestuario veraniego, los tropiezos con su padre por algún pasillo, las constantes sonrisas, las invitaciones a que jugaran una partida de ajedrez o dieran un paseo por los jardines, querer quedarse con ellos en el salón hasta tarde... La semilla de la duda había sido plantada y todo ello iba calando hondo en Draco, haciéndole recordar cosas de su juventud. Pero, sobre todo, iba cabreando a Lucius.


Los ánimos seguían calmados en la mansión, más ahora que Narcisa había terminado de exponer los hechos por los que había pedido el divorcio, aunque no había mencionado que la relación extramatrimonial de Lucius era con su hijo. Tampoco es que pudiera hacerlo, ya que Stinky, el elfo más fiel que Lucius Malfoy hubiese podido encontrar alguna vez, se había encargado personalmente (y a espaldas de su señor) de encantarla de forma que no pudiera desvelar nada de lo que sabía respecto a la relación entre su amo y amito. Afortunadamente, Lucius contaba con unos días de descanso antes de volver a la sala para ser él quien expusiera su versión.
 

Como cada noche, Draco fue a la habitación de su hijo para desearle que descansara bien. Sin embargo, y rompiendo la tónica que parecía habitual entre ellos en las últimas semanas, no se tumbó a su lado hasta que Scorpius se quedara dormido. Cuando entró al cuarto, su hijo leía tranquilamente, pero inmediatamente dejó el libro sobre la mesilla de noche. Draco le arropó, le dio un beso y se despidió de él con rapidez, porque Lucius le esperaba.


A Scorpius no le gustó nada esa huida tan rápida, ni la actitud ansiosa de su padre. Tras verle salir del cuarto no tardó ni quince segundos en salir de la cama y acercarse a la puerta, donde apoyó la oreja. Parecía que no había nadie en el pasillo, así que se lanzó un hechizo desilusionador y salió con cuidado. Poco después era Draco quien abandonaba su dormitorio para ir al de Lucius, y Scorpius no se lo pensó dos veces: se coló en la habitación con mucho cuidado de que no lo notaran, deslizándose al interior a escasos centímetros de la espalda de Draco.
 


El corazón de Scorpius latía con mucha fuerza, haciendo que su pecho palpitara bajo la camisa del pijama. Delante de él, Lucius y Draco se besaban con la pasión y el hambre de tantos días 'separados'.
 

—Te he echado de menos —susurró Draco en el cuello de Lucius, pero Scorpius pudo oírlo a pesar de estar algo alejado de ellos, apoyado contra la pared al lado de la puerta.


Lucius tenía la mano con la que sostenía su bastón en la cadera izquierda de Draco, y con la otra acariciaba su espalda con mucho mimo, besando la rubia sien. Cuando levantó su rostro para apartarse el pelo con un suave movimiento de cabeza, se dio cuenta de que cierta parte de la pared que tenía delante no presentaba el aspecto que debía tener. Bajó lentamente la mano de la espalda hacia el trasero de Draco, apoyando la palma en la redondez y apretándola con cuidado.

—Yo también, pero esto se acabará pronto. En unos días todo habrá terminado. —Inclinó de nuevo la cabeza y besó los labios de Draco. —¿Por qué no te adelantas y preparas un buen baño caliente? —Subió un mano de dedos largos que enroscó en su pelo. Draco le sonrió.

—De acuerdo. —Esta vez fue Draco quien besó a Lucius, antes de separarse de él, rodeándole sin dejar de mirarle, desabrochándose la camisa en su camino hasta el baño, consiguiendo que su padre le siguiera con la mirada.


Lucius sonrió con lujuria mientras le veía hacerlo, con los ojos brillantes, hasta que volvió a mirar hacia donde estaba Scorpius, después de que Draco hubiese cerrado la puerta del baño. La sonrisa cambió radicalmente mostrándose cínica y calculada, con los ojos fríos.
 


—¿Qué haces aquí? —Los ojos del adolescente se abrieron como nunca antes, y su respiración se congeló en su garganta, pero no dijo nada. Lucius se acercó con rapidez hasta donde estaba, poniendo un brazo a cada lado de su cabeza, acorralándolo—. Te he hecho una pregunta, Scorp, y me gustaría que respondieras.
 


—¿C-cómo has sabido que estaba aquí? —preguntó con algo de temor. Su abuelo parecía enfadado.

—No pertenecí al círculo interno del Señor Tenebroso por nada. —Scorpius sintió un escalofrío. Su padre no le había negado ese conocimiento cuando le preguntó a mitad de curso, pero no esperaba una afirmación tan categórica por parte del propio Lucius—. Y tú aún eres un niño que no sabe hacer bien cierto encantamiento.
 


Bajó la cabeza mirando al suelo cuando sintió el hechizo desvanecerse. Estaba avergonzado y, por consiguiente, sus mejillas parecían dos tomates maduros. La mano derecha de Lucius se situó bajo su barbilla, alzando su rostro para que le encarara de nuevo.
 


»Pequeño, te quiero mucho y lo sabes. —Los fríos labios de Lucius se apoyaron en su frente para darle un suave beso. En cualquier otra situación le hubiera gustado esa caricia por parte de su abuelo, pero en esta ocasión, sólo le infundió miedo—. Pero no voy a permitir que sigas por este camino.

Nunca había tenido valor para desafiar a Lucius cuando se ponía tajante, mucho menos iba a tenerlo ahora con ese tono de voz tan gélido. Agachó la mirada una vez más. El Señor de la casa se pegó más a él para susurrarle al oído.


—Draco es mío, siempre lo ha sido y siempre lo será. Hazte un favor a ti mismo: deja de ponerte en ridículo. Si quieres luchar por él, adelante. Será divertido... pero te aconsejo que te busques otras tácticas, porque usas las mismas que Draco conmigo y él se ha dado cuenta. Cualquiera podría hacerlo.


Una lágrima, producto de la frustración, la vergüenza y el ataque certero de su abuelo, rodó por su mejilla y Lucius le soltó para abrir la puerta.


»Buenas noches, Scorpius.


Se quedó temblando, apoyado en la pared mientras su abuelo se dirigía al baño quitándose la camisa por el camino, como también había hecho su padre.

  

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Durante el desayuno siguiente, Scorpius fue incapaz de decir una sola palabra en la mesa. Sentía la airada y desafiante mirada de Lucius cada vez que éste le miraba, mientras que Draco se había llevado los últimos informes recibidos del Ministerio con él. Tenía un largo pergamino desenrollado sobre el blanco mantel mientras desayunaba su plato de huevos fritos con bacon y sorbía su café de vez en cuando, totalmente ajeno a la batalla que mantenían su padre y su hijo. Mientras, el adolescente casi no se atrevía a levantar la cabeza del plato.


El resto del día, Scorpius deambuló por la mansión, sin saber bien qué hacer. Sabía perfectamente que lo de la noche anterior había sido una clara amenaza por parte del Señor de la casa y era algo que tendría que tener muy en cuenta. Si lo que había escuchado era verdad, su abuelo podía ser muy cruel... y no tenía intenciones de descubrir la veracidad de las historias escuchadas.

De hecho, durante unos días prefirió pasar desapercibido para todos en esa casa. Se encerraba durante horas en la biblioteca, estudiando o redactando cartas para Albus. A veces leía y otras, simplemente se quedaba mirando el fuego o las páginas escritas sin avanzar nada. Hasta que pareció que su abuelo se había relajado un poco y comenzó de nuevo con sutiles ataques: suaves miradas, alguna sonrisa tímida, y poco más.


Mientras, Lucius ya había expuesto su versión de los hechos ante el juez. Su abogado demostró las infidelidades de Narcisa y el casi continuo saqueo a las arcas de la familia Malfoy desde que se habían casado. Se había prolongado durante horas, para acabar entregándole al juez y al abogado de Narcisa una copia del contrato matrimonial que había sido firmado por Cygnus Black, Abraxas Malfoy y el propio Lucius. El juez volvió a darles varios días para poder estudiar el documento y dictar sentencia. Narcisa había abandonado muy ofendida la sala, ignorante de lo que ese contrato podía suponer para ella.


A su vez, Scorpius era cada vez más atrevido. Volvía a mostrarse encantador con su padre, intentado captar de nuevo su atención, aunque no era muy fácil. Draco se mostraba algo esquivo con él, enfrascado con más y más papeleos por parte del Departamento de Coordinación Mágica Internacional. Sin embargo, Scorpius iba cada tarde a las 5 a tomarse un té con su padre... aunque muchas veces, su abuelo también estaba presente.
 


En uno de sus intentos baldíos, Scorpius había aparecido a tomarse el té con su pantalón vaquero ceñido y una camiseta muggle que también se ajustaba a su joven cuerpo. «Deberías dejar de pasar tanto tiempo con el niño Potter, estás perdiendo la clase que todo Malfoy debe tener» habían sido las palabras de Lucius, y Draco se había mostrado de acuerdo.
 


En otro, había llegado al despacho con una piruleta en la boca. Lucius la había hecho desaparecer comentando que no debería comer chucherías pocas horas antes de la cena. Draco había mirado extrañado a Lucius, pensando que había sido él quien había atiborrado a Scorpius de caramelos cuando era pequeño.
 


Si intentaba mantener una conversación con su padre, el Señor de la casa se entrometía elegantemente, hasta acabar consiguiendo que la conversación derivara en uno de los temas favoritos de la familia: los negocios y cómo incrementar el patrimonio. Un tema en el que Scorpius no tenía ni idea y en el que la amplia experiencia y conocimientos de su abuelo eran bien recibidos y apreciados por Draco. Al final, el más joven acababa marchándose, dejándolos a la mitad de tediosas charlas que le aburrían. Lucius llegó a tener el 'descaro' de insinuar que tal vez podría ir a pasar las tardes a casa de alguno de sus amigos, pero Scorpius se defendió diciendo que prácticamente todos estaban de viaje con sus padres... menos Albus, pero que había dejado claro que no era una buena influencia para él.


Por fin podía marcarse un tanto en contra de su abuelo, aunque la diferencia seguía siendo abismal.


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Una de las mañanas, el desayuno fue un ligero hervidero de noticias. Astoria marchaba para Gales, ya que su madre había enfermado, y se llevaría a Melisa con ella para que ayudara en la casa.

—Scorpius, ¿te apetece venir conmigo a ver a los abuelos?


El joven miró a su madre, indeciso. Lo pensó durante unos segundos, pero no llegó a responder porque fue Draco quien lo hizo.


—No creo que sea conveniente. —Lucius no estaba de acuerdo en eso, pero prefirió callar—. Si tu madre está enferma, habrá muchas cosas que hacer por allí y todos estaréis ocupados. Estoy seguro de que Scorpius estará mejor aquí. —Bebió un poco de zumo—. Además, aún no ha terminado todos sus deberes porque pasa mucho tiempo en la biblioteca perdiendo el tiempo.
 

Scorpius se encogió en su silla, mas no dijo nada. El silencio volvió a apoderarse del comedor hasta que Lucius habló.
 


—Astoria, espero que tu madre se recupere pronto.
 


—Gracias, Lucius. —Fue la respuesta de su nuera.


—Y hablando de madres —continuó—, he quedado con Narcisa hoy. —Todos le miraron asombrados y él sonrió—: Por fin ha comprendido que no puede luchar contra mí. —Miró a su nieto disimuladamente, observando como se empequeñecía aún más en su asiento.


—¿Qué quiere madre? —Draco se había tensado de golpe.


—Negociar. El contrato matrimonial que firmamos cuando nos casamos... Perdón, que su padre, el mío y yo firmamos antes de que nos casáramos, me da ciertos derechos ante la disolución de nuestro matrimonio.
 


Draco entrecerró los ojos.


—¿Como cuáles? —Recordaba que su suegro y Lucius también habían firmado uno cuando acordaron la boda entre Astoria y él.


Lucius soltó los cubiertos con la elegancia y el saber estar que le caracterizaban.
 

—Por aquella época, esa rama de los Black había sufrido un duro golpe a su honor: Andrómeda había abandonado la casa y las tradiciones familiares para huir con un nacido de muggles. Si Cynus quería un buen matrimonio para su hija menor, no le quedaba más remedio que aceptar todas las exigencias del abuelo. —Draco asintió, recordando lo 'especial' que podía llegar a ser Abraxas—. Aparte de dárseme la oportunidad de repudiar a mi esposa en caso de no cumplir en su obligación de dar un heredero, también podía hacerlo en caso de que ella fuera infiel. Además, cualquier gasto derivado de caprichos para su único beneficio debían ser sufragados con su dote.
 

Astoria y Draco compartieron una mirada. Parte de ese contrato les sonaba al propio. Scorpius miraba al plato, escuchando el tono frío y calculador de la voz de su abuelo.
 


»Con lo único que tenía que cumplir yo, era con asegurarme de que tuviera una buena vida. Yo he cumplido. Ella no. Así que no le queda más remedio que darme una 'pequeña indemnización', proporcional al tiempo que llevamos juntos. Ahora mismo, por lo que los duendes de Gringotts han calculado, Narcisa debería pagarme el triple de su dote inicial, cantidad que obviamente no tiene. Tampoco dispone de una propiedad que pueda vender... mucho menos para refugiarse, a no ser que vaya a casa de Andrómeda.
 


—Pero madre jamás irá a vivir a casa de la tía Andrómeda, ni aunque la tía la aceptara.

—¿Y eso qué significa? —Astoria habló mirando a su suegro, con algo de temor impreso en su voz.
 

—Eso, mi querida Astoria, significa que o vuelve a esta casa bajo mis condiciones o se ve en la calle. A fin de cuentas, su joven amante se ha buscado a otra mujer rica a la que el marido no le ha cancelado el acceso a su fortuna.
 


Scorpius no pudo evitar el escalofrío que le recorrió, sumido en sus pensamientos, pensando cómo Lucius podía ser así de frío y cruel con Narcisa, pero tan tierno, amable y cariñoso con el resto de la familia. Pero algo captó su atención.


—Draco, espero que tengas la seguridad de que jamás haré nada que nos obligue a divorciarnos.
 

—Lo sé, querida. —Fue la corta respuesta.


El adolescente levantó la cabeza justo a tiempo para ver por primera vez en su vida como su padre y su madre se daban un casto beso en los labios, que Lucius prefirió no ver cogiendo su taza de café. Astoria se levantó y se despidió de todos.
 


Tras eso, Scorpius también se levantó para ir en busca de su escoba. Necesitaba volar un rato.
 

Al bajar por las escaleras del vestíbulo para ir hacia el jardín, tropezó en uno de los últimos peldaños. Lucius y Draco estaban por allí y se abalanzaron a recogerlo, pero Scorpius flotó antes de caer al suelo. Stinky había aparecido de la nada para evitar el accidente.

 

—Parece que últimamente estás un poco torpe, Scorpius. Deberías tener cuidado. —Sólo asintió ante las palabras de su abuelo. 

 

Vio cómo Draco y Lucius se despedían en el salón. 


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Draco estaba en el escritorio, intentando terminar el maldito informe para Weasley. El pelirrojo se lo estaba haciendo pasar muy mal, poniendo trabas y más trabas burocráticas a su nuevo negocio. En Eslovaquia, unos muggles habían encontrado un yacimiento de ópalos a pesar de que se creía extinto en la zona por las explotaciones anteriores. ¿El motivo por el que estaba interesado? Esos ópalos contenían una gran carga mágica y podían ser utilizados para muchos usos en el mundo mágico. Serían un gran negocio, si no fuera por todos esos escollos que le ponían los dos ministerios.
 

Hacía un buen rato que había girado su silla, mirando al gran ventanal. Llevaba todo el día pensando en la conversación que habían mantenido en el desayuno. Seguía sintiendo el desasosiego que la situación entre sus padres le causaba. Le dolía, pero mantenía la esperanza de que aún pudiera arreglarse la situación. También había notado el cambio radical en la relación entre Lucius y Scorpius. Draco no estaba totalmente seguro de las intenciones de su hijo, es más, dudaba de ellas... pero el que Lucius se hubiese sentido celoso le había gustado. No podía negarlo.
 

Escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Miró hacia atrás, viendo cómo su pequeño se acercaba, pero volvió a mirar al jardín. Scorpius llegó a su lado y, sin una sola palabra, se acomodó en su regazo. Llevó la mano hasta el pelo albino, igual que el suyo, jugueteando con las finas hebras.
 


—¿Te pasa algo? —le susurró. Scorpius negó, rozando su pecho con la mejilla, aferrándose a su cintura con ambos brazos.


—¿Qué va a pasar ahora, papá? —Draco le miró un momento antes de desviar la mirada por la ventana.

—Pues si no me equivoco, la abuela volverá a casa con unas condiciones muy duras.
 


—¿Y conmigo? —La pregunta fue un leve susurró que a Draco le costó oír.


—¿A qué te refieres?
 


Los dedos de Draco seguían deslizándose por las finas hebras.
 


—Nada, da igual... es sólo una tontería.


—¿Y por qué no te creo?


Scorpius escuchaba el suave latir del corazón de Draco. Siempre le había gustado ese sonido pausado, pero deseaba oírlo desbocado
 por él. Respiró hondo. Era su última baza. Si eso no funcionaba, entonces nada lo haría. Alzó la cabeza y capturó los labios de su padre, disfrutando de ellos...

Hasta que Draco se levantó de improvisto, casi haciéndole caer.


—¿Pero qué haces? —le exigió saber Draco, separándoles.


—Intentarlo.
 

—¿Intentarlo? ¿El qué?


Scorpius no se acobardó, levantó la mirada gris y la enfrentó a otra igual.


—Que me quieras.


Draco sacudió la cabeza.
 


—Eres mi hijo, ¡claro que te quiero!
 


—Pero no como quieres al abuelo. —Draco empalideció—. ¡Os he visto, papá!


—Vete. —El dolor se reflejó en la cara de Scorpius—. Sal de aquí. Y ni se te ocurra volver a intentarlo.

 

Dolido, antes de marcharse corriendo, Scorpius sólo pudo decir lo único que sintió ante el rechazo de su padre.


—¡Te odio!


Era muy tarde cuando Lucius llegó, pero no le sorprendió ver a Draco aún en el despacho. Entró sonriendo con aire de suficiencia y el orgullo claramente hinchado. Draco le miró ausente.

—Tu madre volverá a casa dentro de unos días —anunció.


—Has conseguido imponerte. —Se levantó y fue hasta su padre.
 


—Por supuesto. —Se dieron un beso suave, pero cuando Lucius quiso profundizar, Draco se apartó.


—Vámonos a dormir, es tarde y estoy cansado.
 

 

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Durante dos días, Lucius observó lo que pasaba entre su hijo y su nieto con mucha cautela, el ceño fruncido y los ojos entrecerrados. Algo había pasado, que Draco no le había contado, para que entre ellos hubiera aparecido un enorme abismo. Scorpius ya no perseguía a Draco por la casa, ni intentaba llamar su atención. Incluso había vuelto a usar las clásicas túnicas, llevando las amplias que su madre se empeñaba en comprarle de vez en cuando. Sólo hablaba cuando se le preguntaba algo directamente, pero siempre con monosílabos. Y Draco estaba tremendamente tenso.
 

Scorpius estaba dolido. Muy dolido. Aparte de sentirse humillado. El primer beso que daba, y le rechazaban. La persona que consideraba más importante en su vida le rechazaba. Y le evitaba. Lo tenía bien claro con las largas ausencias de su padre en la Mansión, en supuestas reuniones o quedándose a solas en el despacho.
 


Pero lo cierto era que Draco había solventado el último escollo del Ministerio y había conseguido hacer un primer pedido de ópalos. Se refugiaba en su despacho simplemente para pensar. Rememoraba una y otra vez la suavidad y candidez de los labios de Scorpius sobre los suyos. Repasaba mentalmente todos los actos de su hijo desde que había vuelto a casa del colegio. Pero sobre todo recordaba lo que era ser un adolescente enamorado. Un adolescente enamorado de alguien de tu mismo sexo. Un adolescente enamorado de alguien de tu mismo sexo y que era tu padre. Sabía lo que Scorpius sentía, porque él mismo lo había sentido la noche que su padre le echó de la habitación. Sentado en su despacho, mirando los papeles que tenía delante, no pudo evitar sentir una vez más aquella incertidumbre, la agonía de no saber nada de Lucius durante casi un día entero, aquella frialdad...
 


Suspiró, girando la silla para mirar al jardín. Observó el cielo oscurecido. La última vez que el clima había cambiado tan drásticamente había sido precisamente en esa época. Los días que había vuelto a casa tras su quinto curso y Lucius estaba en la cárcel, con el Señor Tenebroso en su máximo esplendor. Aquellas noches de soledad se habían visto incrementadas y magnificadas por la presencia de ese ser en su casa.
 


Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer golpeando suavemente los cristales. Y Draco siguió pensando.



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Scorpius leía en su habitación sin hacerle mucho caso al libro que tenía apoyado en las rodillas. Su madre había llamado a media tarde a través de la red flu y le había notado que estaba mal. Como siempre, se había puesto en plan 'madre histérica preocupada por la salud de su niño', pero pudo convencerla de que estaba bien diciendo que había discutido con Albus. La cena había vuelto a ser tensa, con un silencio sepulcral... el mismo que se extendía a esa hora de la noche por toda la mansión. Sabía que Draco estaba en la habitación de Lucius, pero no quería pensar en qué estarían haciendo.

 

Lucius estaba apoyado contra el cabezal de la cama, leyendo el informe que Draco había preparado sobre los beneficios que daría el primer negocio en el que se había embarcado sin su supervisión. Los dedos de Draco se enredaban en su pecho una y otra vez, cogiendo un rizo para estirarlo, soltarlo y coger otro. Suspiraba casi continuamente, y Lucius creía saber por qué. La lluvia golpeaba con más fuerza en los cristales y, de repente, un relámpago inundó de luz la estancia, seguido de un escandaloso trueno. 


Instintivamente, más por la costumbre que por un auténtico temor, Draco se aferró con fuerza a su padre. Lucius estiró el brazo, dejando el informe sobre la mesa de noche.

—Hay tormenta —comentó mientras se acomodaba mejor en la cama.


—Ya...
 


Las gotas de agua seguían con su lucha contra los cristales. Lucius agarró la mano que Draco tenía en su pecho.


—La cama es muy grande.
 


—¿Cómo? —preguntó Draco, mirándole extrañado.


Lucius llevó la mano de Draco a su boca y besó los nudillos, antes de mirarle a los ojos.


—Digo que nuestra cama es muy grande y que hay tormenta.


Por primera vez en días, la cara de Draco se iluminó con una espléndida sonrisa al comprender lo que su padre quería decir realmente. Se levantó de la cama y salió corriendo de la habitación. Lucius rió en silencio al verlo marchar descalzo y sin ponerse la bata.


Llegó a la puerta del cuarto de Scorpius y entró sin llamar. Su hijo se sobresaltó en la cama, mirándole con algo de temor. Desde que le había echado del despacho no había ido a desearle las buenas noches, es más, ni siquiera le había dirigido más palabras que un escueto 'Buenos días'. Agarrando el libro con fuerza observó a Draco —sin camisa— acercarse hasta el pie de su cama. Tragó saliva.


Una mano de Draco agarró uno de los postes, acariciándolo con su dedo pulgar mientras miraba por la ventana. Tras unos segundos, encaró a Scorpius.


—¿Sabes qué hacía yo a tu edad cuando había tormenta?


Scorpius negó sin dejar de mirar fijamente a su padre. Draco miró de nuevo al nublado cielo, después a su mano en el poste y por último a Scorpius, de una forma que el propio Scorpius sólo le había visto mirar a su abuelo. La esquina superior derecha del labio de Draco se alzó ligeramente.

»Me metía en la cama del abuelo.


Sin más, se dio la vuelta y se fue, dejando la puerta de la habitación entreabierta.

A Scorpius le costó reaccionar y darse cuenta de que Draco le acaba de invitar a la habitación de su abuelo. Porque le había invitado a esa habitación, ¿cierto? Dudando, tiró el libro sobre el colchón y se levantó. Se puso las zapatillas y salió al pasillo para contemplar la puerta entreabierta del cuarto que lo presidía.

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Tan pronto como se había ido, Draco volvió. Se subió a la cama y pegó su cuerpo al de Lucius para besarle como hacía días que no lo hacía: con la boca abierta, acariciando la otra lengua con la suya, mordiendo los labios. Cuando se separaron un fino hilo de saliva unía ambas bocas pero Draco lo partió al girar la cabeza para mirar hacia la puerta. Scorpius estaba allí de pie, con la mano aún sobre el manillar.
 


Draco sonrió una vez más y golpeó el colchón con la palma de la mano.

—Cierra la puerta y ven —dijo con voz seductora y las manos de Lucius sobre las caderas.
 

Scorpius obedeció en silencio. Se acercó con tímido temor y se sentó en la cama, dejando una pierna flexionada bajo su culo y mirando hacia ellos. Draco se inclinó para cogerle por debajo de las axilas, como si aún fuera un niño, y le hizo acercarse a ellos, hasta el punto en que apoyó a Scorpius en el pecho de Lucius. Los labios de Draco se cerraron sobre los de Scorpius, consiguiendo que el joven gimiera de la sorpresa. Tras eso, los miró a ambos.


—Tomadlo o dejadlo, pero no me hagáis elegir, porque no puedo —suplicó—. No entre vosotros.

Abuelo y nieto se miraron durante un momento. Al siguiente, eran ellos los que se besaban, mientras Draco se mordía el labio inferior ante la maravillosa escena que tenía delante. Llevó una mano al pelo de cada uno y les acarició. Scorpius había colocado una de las suyas sobre el pecho de Lucius, quien también había decidido que sería bueno tocar al rubio más jovencito y alzó su barbilla con los dedos índice y pulgar. Draco besó ambas mejillas, para acabar bajando por el cuello de Scorpius mientras el beso entre éste y Lucius continuaba, cada vez más hambriento.

Desabrochó la camisa del pijama verde que llevaba su hijo, lamiendo la cálida piel que iba descubriendo. Atrapó un joven pezón entre los labios y succionó. Scorpius gimió rompiendo el beso y Draco pudo terminar de abalanzarse sobre él y quitarle la camisa.
 


Draco besó a Scorpius, guiándole para quedar acomodados mejor, con Draco pegado contra el colchón y su hijo encima. Lucius aprovechó y se puso entre las piernas de ambos, lo que ocasionó que ante ese movimiento Draco las separara más. Lucius bajó besando la ya desnuda espalda de Scorpius, acariciando la columna con sus labios y siguiendo el camino hasta llegar al pantalón. Metió los dedos entre la cinturilla elástica y la carne para poder bajar la prenda lentamente, sin dejar de besarle aunque no pudo reprimir darle un pequeño mordisco sobre el oscuro lunar que Scorpius tenía en la nalga derecha. En el mismo lugar donde lo tenía Draco. En el mismo lugar donde él también lo tenía.
 


Las manos de Draco acariciaban el pelo y la nuca de Scorpius, sin parar de besarle, animándole a que permitiera que Lucius hiciera lo que quería. Tras eso, Lucius abrazó a Scorpius y le hizo arrodillarse entre las piernas de Draco. Le cogió las manos y las llevó al pantalón de Draco, quien, sonriente, levantó el culo del colchón para que su hijo y su padre le desnudaran del todo, sacando la prenda por sus piernas. Cuando lo hicieron, las separó y se sentó, llevando una mano a la nuca de Lucius para acercarle y besarle ante la mirada excitada de Scorpius que quedó atrapado entre ambos.
 

Hijo y nieto se aliaron para tumbar al abuelo y desnudarle aunque, esta vez, a Scorpius no le hizo falta que Draco le ayudara: él solito le quitó los pantalones a Lucius mientras Draco besaba y jugueteaba con los excitados pezones. Ambos se reunieron entre las piernas del mayor.


Draco agarró la dura polla de su padre, bajó el prepucio y miró a Scorpius.

—¿Te atreves? —le susurró al oído, acariciando la oreja con la nariz—. Es como chupar una piruleta de las que tanto te gustan.
 


Scorpius no tenía dudas; lo que le asaltaba era temor a no hacerlo bien y la vergüenza por la inmediata comparación de tamaños. Miró asustado a su padre, que le sonreía animándole. Una mano de Lucius acarició una de las mejillas de su nieto, situando la palma en el cachete y parte de la mandíbula. Scorpius no pudo evitar devolver la caricia, presionando contra la palma. Abrió los ojos al sentir un dedo húmedo en los labios: Draco había cogido una gota transparente de la punta de la polla de Lucius con el dedo índice y la había llevado a la boca de Scorpius para que probara. El jovencito lamió el dedo con la punta de la lengua y pronto, tras limpiarlo, bajó directamente al lugar de donde provenía ese sorprendente sabor.


Capturó la punta y dejó que su lengua pasara por la hendidura, saboreándolo mejor. Notaba la mano de Draco justo debajo de sus labios, marcando lo que debía meterse en la boca. Poco a poco iba entrando más, sintiendo la boca más llena, hasta que la mano de Draco no bajó más y él tuvo que subir. Lucius gemía excitado por la inocente torpeza con que esa lengua se resbalaba por su piel más sensible. Draco miró durante un momento cómo los labios de su hijo se expandían para dar cabida a la polla de su padre hasta que decidió quitar la mano y ayudar a Scorpius en la tarea, mordisqueando con cariño el glande de Lucius, mientras el pequeño seguía con la cabeza. Al final, sus labios se encontraron y acabaron por abandonar su tarea para besarse de nuevo.
 

Draco se tumbó en la cama y Scorpius cayó sobre él. Las manos se movían sobre ambos cuerpos y Scorpius se sobresaltó al sentir a su abuelo detrás de él otra vez y cómo una mano se colaba entre ambos cuerpos. Lucius colocó un anillo en la polla de su nieto, porque sabía que si todo seguía como tenía planeado, el jovencito no duraría mucho... y eso se salía de sus planes. Le fue algo difícil hacerlo con las caderas de los otros dos moviéndose frenéticamente. Después de eso, cogió un bote de lubricante de la mesilla de noche y lo abrió.


Las manos de Draco bajaron a las nalgas de Scorpius para separarlas, sin dejar de besarle y separando más sus piernas. Un mojado dedo de Lucius acarició la entrada arrugada y Scorpius gimió más alto de lo que ya lo venía haciendo.


—Créeme, Lucius sabe lo que hace —dijo Draco sobre los labios de Scorpius antes de volver a atacarlos con hambre. Había abierto las piernas y rodeaba con ellas las caderas del joven, sintiendo cómo su hijo embestía a su vez.


El dedo de Lucius había dejado de acariciar la arrugada entrada, para abrirse paso por ella poco a poco. Cuando entró hasta el nudillo, lo sacó y volvió a meter varias veces, antes de usar otro dedo más. Al tener dos, le fue más fácil poder dilatarlo, aunque tampoco quería hacerlo mucho: deseaba que ese jovencito descarado le sintiera abrirse paso. Con un poco más de lubricante mojó su polla y fue a situarse, listo para penetrarle, cuando se le ocurrió una idea.
 


Se mojó más la mano y la llevó hacia adelante, atrapando la polla de su nieto. Era pequeña. No iba a negarlo, pero también era cierto que Scorpius aún tenía que crecer y él esperaba poder ver cómo lo hacía. Extendió el lubricante con caricias lentas, subiendo y bajando el prepucio y asegurándose de mojar bien la punta. Draco sonrió contento al descubrir las intenciones de su padre, aunque su hijo parecía no saber bien lo que iba a pasar a continuación, siendo víctima del placer que le proporcionaba la mano de su abuelo.
 


Draco y Lucius se sonrieron cómplices cuando la mano del primero sustituyó la del segundo, arrancando más gemidos de Scorpius. Lucius alineó su polla contra la entrada de Scorpius y a su vez, Draco alineó la polla de Scorpius contra su ano.
 


Scorpius se sintió desfallecer cuando sintió la polla de Lucius entrar, abriéndole lentamente y, al mismo tiempo, su propia polla entrar en Draco. Su abuelo se dejó caer sobre él, mordisqueando su cuello por un lado mientras su padre lo hacía por el otro. Sus movimientos estaban dictados por los de los dos cuerpos que lo aprisionaban: cuando Lucius se retiraba de su interior, él lo hacía de Draco y, cuando su abuelo volvía a entrar, él también lo hacía. Pero, a pesar del anillo que tenía puesto, era un joven que estaba perdiendo la virginidad de dos formas simultáneamente, sintiendo las caricias obscenas por su cuerpo.
 


Los dos mayores lo notaron y pararon los movimientos para que se relajara un poco, pero los besos siguieron durante los largos minutos que estuvieron quietos.
 


—Ven conmigo, Scorp —le susurró Lucius—. Quiero que veas una de las cosas más bonitas del mundo.
 

Lucius se incorporó, quedando de rodillas, y se llevó a Scorpius con él. Para que la polla de su nieto no se saliera de su hijo, Lucius aferró las caderas de Draco y las empujó con fuerza hacia Scorpius. Al final, Lucius estaba sentado sobre sus talones, penetrando a Scorpius, que estaba en la misma postura, y Draco tenía las piernas abiertas con el culo sobre el regazo de Scorpius. En el rostro de Draco se dibujó una sonrisa socarrona. Conocía demasiado bien a su padre, y lo demostró.
 

Scorpius sólo pudo abrir los ojos ante la visión de su padre masturbándose delante de él. Aquella mano había bajado desde el cuello, entreteniéndose en el pecho y el estómago, hasta llegar a la erguida polla. La agarró mientras suspiraba y comenzó a bombear lentamente, deslizando los dedos desde la cabeza hasta la base para subir otra vez y volver a bajar en un movimiento lento y cadencioso destinado a seducir a los dos hombres que lo miraban. La otra mano había ido a parar a sus testículos, acunándolos un momento, para después bajarla hasta la polla de su hijo. En ese momento, Lucius empujó otra vez en el interior de Scorpius y éste, a su vez, en el de Draco.
 

Scorpius no sabía dónde poner las manos y optó por llevar una hacia atrás, agarrando la cabeza de Lucius que parecía haberse quedado anclada en su nuca mordisqueando la zona. La otra acabó en la cara interior de uno de los muslos de Draco. Y las de Lucius seguían aferradas a los muslos externos de su hijo para que no se escapara de los embistes.
 


El movimiento poco a poco se iba volviendo más frenético. Sólo bastó un par de embestidas fuertes, que Draco acariciara la joven polla que le penetraba (mientras entraba y salía) y un mordisco de Lucius en su cuello, para que Scorpius se corriera gritando desesperado en medio de los gemidos y jadeos de los otros dos. Su culo se contrajo alrededor de la polla de Lucius, y la suya palpitó dentro de Draco. Cayó sobre el pecho de su padre, con la respiración totalmente agitada. Draco besó su frente antes de buscar sus labios. Detrás, Lucius seguía follándole con más fuerza.
 

En uno de los movimientos, su polla se deslizó del interior de Draco, pero no le importó. Notaba la mano que se movía bajo su vientre y se atrevió a bajar también una mano para ayudar a su padre. Desde luego, se notaba que Draco y Lucius estaban acostumbrados a follar entre ellos porque Scorpius notó simultáneamente el orgasmo de ambos: uno derramándose en su mano y el otro de su culo.
 


Lucius salió con cuidado y se colocó en la cama junto a ellos. Cuando fue a coger la varita de la mesilla de noche, Draco se lo impidió.


—Hoy no. Deja que lo sienta —dijo, refiriéndose a Scorpius.


—Está bien. —Lucius se inclinó sobre él y le besó.
 


Las manos de ambos se reunieron en la espalda de Scorpius, quien giró la cabeza para mirarlos a ambos. Tenía una sonrisa satisfecha en los labios. Draco le besó en la coronilla y Lucius en los labios. Tras eso, se bajó del cuerpo de su padre y se quedó de lado, dándole la espalda a su abuelo. Draco aprovechó también para ponerse de lado, mirando a los dos hombres que amaba con locura. Le apartó el flequillo de la frente a Scorpius, mientras Lucius bajaba la mano por el joven vientre hasta alcanzar su fláccido pene y quitarle el anillo que le había puesto anteriormente. Tras eso, estiró la mano y lo colocó en la mesilla de noche.


Los tres cuerpos se acercaron para abrazarse. Draco fue a pasar la mano por la cintura de su hijo para llegar a la de su padre, pero el muchachito cambió de posición para darle la espalda a él. Miró a su abuelo con algo de timidez (era algo absurda tras lo que acababa de ocurrir, pero la sentía), ya que creía que la idea de que se reuniera con ellos en la cama había sido de su padre. Tentativamente, llevó una mano al amplio pecho enredando los dedos en el rubio vello. Se acercó y enterró el rostro en él. Draco se pegó más y abrazó a los otros dos. Lucius también pasó la mano por el cuerpo de ambos para abrazarlos, pero antes les tapó con las olvidadas y arrugadas sábanas y mantas.


Tres brazos se unían estirados bajo la almohada. Los dedos de Lucius se entrelazaban con los de Scorpius, y la mano de Draco agarraba ambos. Las piernas estaban igualmente enredadas y Scorpius se sintió parte de ese abrazo como nunca antes lo había sentido. Estaba quedándose dormido cuando escuchó la voz de Lucius.


—Tendremos que buscarle una buena esposa. —Abrió los ojos de golpe.
 


—¿Una esposa? ¡Pero yo no quiero casarme! —respondió Scorpius mirando a su abuelo.


La risa de su padre golpeó en su nuca.


—Tranquilo. —Los labios de Draco se pegaron a su piel en una sutil caricia—. Te buscaremos una esposa que tenga la misma discreción que tu madre.


—Y sus mismos gustos —añadió Lucius. Le dio un beso en la frente y luego le susurró—: Al final, es para los dos.
 


Entre los dos cuerpos, Scorpius asintió en silencio. Tranquilo. Amado. Deseado. Y no sólo por su padre, sino también por su abuelo.

 

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Un par de horas más tarde, cuando los tres Malfoy dormían, la puerta de la habitación se abrió para dar paso a Stinky. El viejo elfo entró en la habitación. Contempló los tres cuerpos que estaban en la cama y sonrió, emocionado. Se acercó lentamente a la cama para recoger la ropa tirada por el suelo, estirarla y ponerla sobre el borde inferior. Después, les tapó mejor y miró a ver si tenía algún pañuelo de papel del que deshacerse. Al ver que no era así, volvió a salir en silencio preguntándose quién cuidaría y protegería el amor de sus amos cuando él no estuviera.
 

 

FIN

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