Diferenciación

Pareja: Severus Snape, Harry Potter.  Aunque en este también hay otra pareja.

Clasificación: NC-17

Resumen: Una reunión importante para Harry y Severus.

Advertencias: BDSM, violencia, parafilias (spankin), ligero non-con.

Disclaimer: Lo de siempre y que todos sabemos, nada de esto es mío, todo es de JK.

 

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Un suave silbido cortó el aire caldeado de la habitación antes de hacer lo mismo con su respiración. Aún no había terminado de recibir el golpe cuando sintió cómo sus pulmones se vaciaban de pronto, a la vez que su piel comenzaba a arder, que el dolor se clavaba punzantemente por ella y que su garganta profería un alarido ahogado. Esta noche no habría cuenta, ni siquiera habría un grito en condiciones, volvía a tener la pelota de goma en la boca, como la primera vez que pasó con él. Algo esa noche había tenido que ir mal para que Severus le estuviera castigando de esa forma, ¿pero el qué? Eso era algo que no sabía ni entendía.

 

Apenas un pensamiento comenzó a formarse en su mente cuando se borró debido a un nuevo latigazo. Si el primero había ido desde la derecha a la izquierda, éste iba en la dirección contraria, haciendo aparecer una enorme X sonrojada en su espalda. Intentó coger aire, seguía mirando a la pared, borrosa ante sus ojos por las lágrimas que ya afloraban de ellos. ¿Cuándo había comenzado a  llorar? No lo sabía, pero eso no importaba. Él debía mantenerse de pie, con las piernas algo separadas y los brazos pegados al cuerpo, con la cara empotrada en la pared. Quisiera o no, debería concentrarse para averiguar que había enfurecido tanto a su Amo, para que desde que salieron de la mansión sólo le hubiera hablado para decirle, con su antiguo tono de profesor de pociones cabreado 'De cara a la pared'.

 

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—...sí, de eso diez gramos y de lo otro me dejas dos —. Permaneció—. Divídelo, en uno y medio, y otro de medio —. Harry entró en el salón, después de fregar la losa del mediodía, gateando como era su costumbre ya. Después de seis meses juntos se habían acoplado muy bien a sus nuevos roles, a todos ellos.

 

Las clases iban bien, Harry pensó que sería más duro pero Severus le había ayudado mucho a programar los cursos adecuadamente. Además, el resto de profesores le había dado buenos consejos y los alumnos parecían muy entusiasmados por tener al Elegido, El Niño que Vivió y diversos apodos más, como profesor. Ahora estaban de vacaciones de Navidad y ya que ningún Slytherin se quedaba a pasarlas en el colegio, pudieron volver a casa, donde no tenían que fingir. Habían vuelto a donde Harry paseaba desnudo a cuatro patas, cual perra con su precioso collar de cuero, donde en cualquier momento su Amo podía asaltar sin problema alguno su cuerpo, sin tener que ocultarse de las miradas indiscretas de los estudiantes, ni del resto del profesorado. Esos mismos compañeros, que en Agosto, en la primera reunión antes de curso, les había mirado perplejos cuando Mcgonagall preguntó dónde estaría el dormitorio de Harry y Severus respondió con un simple "En el mismo sitio que el mío".

 

Se paró en la puerta, observando a Severus, sentado en el sofá de delante de la tele, hablando por el aparato con alguien desconocido para él. Mientras fregaba la losa había oído que sonaba y a su dueño hablando, pero después fue su Amo quien llamó. Se acercó a él, gateando despacio, moviendo sus caderas más de lo estrictamente necesario para poder tener la atención del hombre en él. Sí, era algo que había aprendido gustoso. Snape le tomaría cuando quisiera, le haría caso cuando lo desease, pero eso no quitaba que Harry pudiera intentar llamar la atención de su Amo, no quitaba que intentara seducirlo, como ahora.

 

Severus se inclinó para coger un cigarro y el mechero de la mesa, mirando a Harry llegar hasta él, seductor. Sonrió de lado sentado en el sillón, con ambas piernas dobladas en el sofá, sólo que la izquierda se apoyaba entera en el mueble, mientras que la otra, estaba perpendicular. Apoyó el codo derecho sobre esa rodilla, llevando el tabaco a la boca, con la cabeza inclinada manteniendo el teléfono, mientras encendía el cigarro. Tiró el mechero sobre la mesa.

 

—¡No me jodas! Hagamos un trato, tú me das lo que yo quiero y yo te doy algo que tengo que te gustará… Entonces baja un poco, es demasiado lo que pides... —Harry ya había llegado hasta el sofá, quedándose arrodillado ante él. Severus colocó el cigarro en su boca de nuevo para dar otra calada—. Estaré ahí en un rato, me visto y voy para allá —. Bajó los pies del sofá, dejando a su perra entre sus piernas. Se echó a reír—. No hace falta que me la comas, sólo que me des lo que te he pedido. Nos vemos ahora —. Colgó el aparato y acercó el cigarro a su mascota, que dio una calada con ganas, escuchándole—. Esta noche tenemos algo que hacer pero antes tengo que salir.

 

—Sí, Amo —. Severus alargó la mano para revolverle el pelo.

 

—Calculo que en una hora, hora y media estaré de vuelta. Aprovecha para prepararte para esta noche, es algo importante. Repásate el pubis, axilas y piernas, de tu culo y tus huevos me encargo cuando vuelva. Y la manicura también.

 

—Sí, Amo —. Volvió a repetir el joven desde el suelo, apartándose un poco para dejar pasar a su dueño.

 

Apenas unos instantes después, Severus salía de la casa tras ponerse pantalones, camisa y zapatos.

 

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Otro latigazo. Ya no sabía cuántos llevaba, hacía rato que había perdido la cuenta, claro que desde el  principio no se había puesto a contarlos, sólo los sentía marcando su piel. En este momento no era ni importante ni imprescindible llevar la cuenta, daba igual que fueran diez o cien, lo importante era mantener el tipo, aguantar el castigo. Horas antes había parado a su Amo y ahora, aunque era su derecho, no podía volver a pararle, era algo que en su posición y en su mente iba contra su moral. Pero era tan tentador hacer sonar la campanilla que se clavaba en su palma derecha, la que siempre usaban cuando estaba amordazado. La había cagado, tendría que aguantar el castigo con valor. Mantenerse de pie, no caer al suelo, no abrir la mano, dejar de gritar ahogadamente contra la mordaza, para ver si de paso, la saliva dejaba de salir tanto. Tenía que intentar tragar y de paso, sorber un poco los mocos que se le caían también de la nariz, mientras las lágrimas sólo le hacían cosquillas en las mejillas. Pero sobretodo, lo que más le costaba era reprimir el impulso de llevar las manos a su cara y limpiarse. Otro silbido cortó el aire.

 

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Ya se había limado las uñas y quitado las cutículas, tarea fácil porque sólo unos días antes ya se había arreglado manos y pies. Le asaltó la duda de si debía pintárselas con el brillo, pero claro, si iba a depilarse, sería mejor no hacerlo y ponerlo después. Cogió la hojilla de afeitar y la espuma y se metió en la ducha.

 

Cuando Severus volvió a su casa, se quitó los zapatos en la entrada, una vieja costumbre que tenía, pero lo cierto es que en su hogar siempre estaba con unas zapatillas cómodas y con un pantalón, o un pijama, o desnudo, según el tiempo, pero siempre estaba cómodo. Entró al salón, directo a uno de los cajones que tenía el minibar, donde sacó una cajita de plata que estaba junto a la 'caja de juguetes de Harry' como cariñosamente ambos la llamaban. Al fin y al cabo, el chico era su mascota y como tal, era lógico que tuviera sus propios juguetes para divertirse. Abriendo la caja de plata, sacó a su vez un paquetito de su bolsillo, lo inspeccionó y dejó en la caja un trozo de algo marrón y un sobre de papel blanco, junto a los papelillos y trozos de cartón que habían dentro. Pero dejó otro sobre más pequeño dentro del bolsillo de su pantalón. Guardó la caja y subió al primer piso, directo a su dormitorio, desde donde podía oír el agua cayendo en la ducha. Se desvistió para poner un ligero pantalón de pijama y se fue al baño.

 

Harry estaba tranquilo en la ducha, terminando de afeitarse el pecho con cuidado, cuando la mampara se abrió, permitiéndole ver a Severus que le miraba.

 

—¿Qué te queda?

 

—Sólo el pubis, Amo —respondió poniendo la hojilla en el estante de la ducha a la vez que Severus le pasaba una toalla. Se secó saliendo de ahí para sentarse en el váter, abriendo mucho las piernas, venía lo que más le gustaba. Nunca podía evitar morderse el labio mientras las manos de su dueño le acariciaban buscando bien el vello, levantándolo un poco si era preciso, para luego cortarlo con la hojilla desechable. Incluso con eso tenían sus propias costumbres, nunca usaban más de tres veces la misma para el pubis, la necesitaban bien afilada y siempre le afeitaba con jabón, nunca con espuma. Hacía a un lado la polla de Harry y luego para otro, quitando y repasando una y otra vez en varias direcciones, acariciando después para ver que lo había cortado todo, pero el chico nunca podía evitar que después de las primeras pasadas su polla se alzara ante la cara de su Amo, mordiéndose más fuerte el labio para no gemir al sentir la respiración sobre la zona. Al terminar, se levantaba y se apoyaba de nuevo en el váter, abriendo sus piernas, dejando su culo expuesto para que Snape lo rasurara también, con mucho cuidado, pasando el frío metal una y otra vez, sin acercarse demasiado al arrugado anillo de su entrada con él, pero donde siempre acababa metiendo algún dedo para el deleite de ambos. Al terminar, nunca faltaba el algodón empapado en alcohol para desinfectar toda la zona. Y por último, el aceite de bebé para que su piel estuviera suave.

 

—Vamos abajo, tengo que hablar contigo de lo de esta noche —ordenó mientras cogía el bote de esmalte transparente.

 

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Severus miraba fijamente a Harry. Estaba muy cabreado, pero sobre todo estaba herido en su orgullo y decepcionado. Su puta no tenía derecho alguno a hacer lo que había hecho y debía hacérselo entender, aunque fuera de esa forma tan cruel. Miró el reloj. Habían pasado cincuenta minutos desde que habían llegado a casa, unos cuarenta y cinco desde que había comenzado a darle latigazos, a uno por minuto. Aún no había terminado, quedaba más, pero sin duda para poder seguir castigando esa suave piel que tanto le gustaba cuidar y mimar, si tenía que seguir haciéndole entender a su perra la gravedad de su error, iba a necesitar algo.

 

Se sirvió un Whisky y se sentó en su sillón, mirando como casi en frente suyo, su esclavo seguía rígido sin moverse un ápice, esperando una orden suya. Aún tenía el látigo en la mano, apretándolo fuerte.

 

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Después de una charla de varias explicaciones que no tenían por qué ser dadas, al final Harry había aceptado. Y ahí estaban, en el salón de la Mansión Malfoy, esperando a Draco. Severus estaba sentado en uno de los sillones, con una copa de vino en la mano y su puta desnuda a sus pies.

 

El joven Malfoy se había quedado impactado al ver quién era el nuevo esclavo de Severus. Al menos nuevo para él, ya que nunca le había conocido esclavo, aunque sí sabía que su ex-profesor de vez en cuando en alguno de los clubs cogía a un sumiso para una noche, pero nunca hasta ahora había tenido a un Esclavo en propiedad. Cuando le había pedido ayuda con su propia esclava, le sorprendió que Snape le respondiera “Llevaré al mío'', pero ver a Potter con una collar al cuello y la correa en la mano de Severus, ya le había dejado sin habla. Además eso iba a ser un impedimento en sus planes, aunque esperaba que no.

 

Harry estaba de rodillas en el suelo, entre las piernas de Severus, pero de lado, de forma que pudiera ver el sillón donde presumiblemente se sentaría Draco, sintiendo la mano de su propietario jugando con su pelo.

 

—No estés nervioso, lo harás bien —. La voz era suave, penetrante y tranquilizadora. El joven alzó un poco la cabeza, restregándola contra la mano de Snape.

 

Justo en ese momento se abrió la puerta del salón, dando paso a Draco, seguido por Ginny Weasley. Tanto el Amo como el Esclavo se sorprendieron, pero mientras el primero simplemente alzó la ceja quitando la mano de la cabeza de su mascota, el otro no hizo nada, sólo tensarse imperceptiblemente. Había algo que lo había puesto alerta, no en sí la aparición de Ginny, sino algo en ella que no iba bien.

 

Todos en la sala, en mayor o menor medida estaban asombrados: Ginny no tenía ni idea de nada de lo que iba a pasar esa noche ya que Draco no le había dicho absolutamente nada. Harry sólo sabía que iban a casa de Malfoy porque tenía problemas con su zorra, como le había dicho Severus, pero al notar cómo la mano de su Amo se había retirado de su pelo, pudo saber que él no sabía que era Ginny. Snape analizaba la situación, pero daba igual, era como otra reunión de las tantas a las que había asistido. Y Draco, intentaba aparentar lo que no era, un Amo experimentado que se había encontrado con una esclava muy rebelde, claro que conociendo a Potter y a Snape, le extrañaba la magnífica apariencia que tenía la zorra de su profesor.

 

Terminaron de entrar a la habitación y no fue hasta que Ginny estuvo lo suficientemente cerca, que Severus y Harry se dieron cuenta de su lamentable aspecto. El labio inferior algo hinchado con un ligero corte, el pezón derecho con un piercing de oro pero también infectado y varios moratones mal curados en el estómago, los muslos y las muñecas.

 

—Profesor.

 

Apenas fue un susurro, imperceptible para Draco y Ginny que se acercaban hasta ellos, pero Severus lo oyó bien, por lo que se puso de pie en lo que los otros dos por fin se acercaban a donde estaban ellos.

 

—Espero que no te importe Draco, pero tengo algo que hablar con mi puta a solas.

 

Harry también se puso de pie, siguiéndole muy cerca, hasta llegar a la puerta, saliendo de la habitación.

 

—¿Estás bien? —Fue la pregunta de Severus mientras ponía sus manos en la cadera de Harry—. Si quieres, lo dejamos y nos vamos.

 

—No. Esto es importante, tanto para ti como para mí —. Había puesto las manos en el pecho de su amo—. Te mentiría si te dijera que me da igual que ella ahora sea de Malfoy, pero no son celos. Me da igual a quién se le abra de piernas, es...

 

—Lo maltratada que está —sentenció Severus, acercando más a Harry—. Yo no sabía que se trataba de ella. Lo que Draco me dijo es que tenía problemas con su nueva adquisición que era muy rebelde, aunque el concepto de rebeldía para los Malfoy es muy voluble y susceptible, pero también  hay que reconocer que ver a Weasley en ese papel, no me pega mucho. Siempre he pensado que tenía mucho carácter —. Harry alzó la cabeza, mirándolo a los ojos.

 

—¿Y a mí sí me pega? —preguntó con un tono curioso pero a la vez dolido.

 

—Sí y no. Tienes carácter, eres rebelde y te encanta saltarte las normas e ir contracorriente, pero también necesitas que alguien cuide de ti y te guíe —Harry sonrió.

 

—Tienes razón —. Dio un pequeño suspiro —. ¿Qué hacemos?

 

—Lo que tú quieras. Podemos irnos a casa o podemos quedarnos, pero si entramos de nuevo a esa habitación, lo mínimo que esperaré de ti es que te comportes y me obedezcas como lo has hecho en los últimos meses. No será fácil. ¿Podrás hacerlo

 

Por segunda vez en esa noche, Potter hizo algo que no le estaba permitido abiertamente. Pasó sus brazos por el cuello de su Amo y se abalanzó a sus labios, besándolo con necesidad y hambre antes de separarse de él para arrodillarse ante su Amo. A Severus no le hizo falta más para saber que Harry confiaba plenamente en él.

 

Volvieron a la sala para encontrar a Ginny con la boca llena por la polla de Draco, Severus caminaba despacio, con Harry a cuatro patas detrás de él. Malfoy separó a Weasley bruscamente de su tarea, dándole un tirón en el pelo.

 

—Si voy a ayudarte, lo haremos a mi manera. Para empezar por mucho que sea tu territorio, mando yo.

 

—De acuerdo —fue la respuesta de Draco mientras se guardaba la polla en los pantalones.

 

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El whisky de su vaso ya se había acabado, el fuego seguía crepitando en la chimenea y Harry seguía de cara a la pared, sin moverse. Las marcas cada vez eran más rojizas, más visibles, como las ligeras convulsiones que tenía el joven. Se levantó, fue hacia su puta, apenas movió el brazo, sólo lo alzó un poco antes de mover la muñeca. El látigo volvió a resonar en la habitación golpeando fuertemente la espalda de su esclavo, que apretó de nuevo los puños, dejando salir un grito ronco de su garganta. Luego bajó la mano, dirigiendo ahora los azotes a su culo y la parte trasera sus muslos.

 

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Hacía un rato que Severus había impuesto sus condiciones,  que Draco aceptó sin problema alguno, no era mucho, tan sólo que no se atreviera a tocar su zorra y que el mando lo tendría él. Había hecho alguna que otra prueba y desde luego, Ginny Weasley no estaba bien educada. No sabía postrarse bien ni siquiera ante su amo, por lo que Harry bajo la indicación de Severus había corregido su postura, poniendo su espalda bien recta, los hombros hacia atrás sacando pecho, las rodillas algo separadas y desde luego, rectas, levantándole el culo de los talones.

 

Con eso, junto con las caricias que Potter le había dado a Weasley bajo las órdenes de su Amo y la atenta mirada de Malfoy, pudo ver bien todas las marcas que tenía la chica en su cuerpo. Más de las que él pensaba. Harry había visto las palmas y rodillas rozadas de la chica, con la piel levantada, creando alguna bolsa, y no pudo evitar sentir algo de dolor por compasión. Todo indicaba que la chica pasaba tiempo de rodillas o a cuatro patas como él, pero la diferencia entre los dos esclavos era que ella no estaba bien cuidada y él sí.

 

—Mastúrbate esclava —. Eso era una orden directa dada a Ginny por parte de Severus. Harry se separó un poco, adoptando la postura correcta, la que le enseñara el primer día y que debía mantener en los espectáculos de los que su Amo quisiera que fuera partícipe hasta que le tocara entrar en acción, cuando estuviera listo si superaba esta prueba. La chica lo que hizo fue tumbarse en el suelo boca arriba, doblando sus piernas y abriéndolas, llevando la mano a su coño, separando los labios antes de empezar a acariciar su clítoris de forma circular. Poco después, deslizó el dedo medio hasta su entrada, hundiéndolo dentro de ella hasta el nudillo, metiéndolo y sacándolo un par de veces, mojándolo en su propio fluido antes de volver a tocar su clítoris. Llevó también la otra mano a su pubis, para mantener los labios abiertos mientras se acariciaba ante la atenta mirada de su propio Amo, de su ex-profesor y del que había sido su novio.

 

Estaba humillada. No entendía por qué lo hacía, de acuerdo que al principio le había gustado llegar a ese tipo de juegos con Draco. Era más excitante que follarse a un tipo en el baño de un bar y mucho más de lo que había hecho jamás con Harry, pero ella no estaba de acuerdo con lo que estaba pasando esa noche, ni alguna de las anteriores, cuando a él se le había ido la mano con esos 'azotes cariñosos', como Draco los había llamado. Lo mismo sucedía con el pezón. 'Estarás más guapa' le había dicho, pero le dolía el pecho desde que se lo había puesto unas noches antes y ese mismo día le había comenzado a supurar.

 

—Haz que se moje bien, puta. La quiero chorreando.

 

Esta vez la orden fue para Harry, que sin dilación se acercó a Ginny, apartando las manos de ella, para masturbarle él. Metió dos dedos dentro de ella, los curvó un poco y acarició, haciéndola gemir por primer vez esa noche, antes de empezar a embestir con ellos rápidamente, acariciando su interior y golpeando el clítoris con las almohadillas de su palma. Los sacaba casi del todo para volver a meterlos, los removía dentro, para después volver a salir. Fue entonces que llevó su otra mano hasta su clítoris, cogiéndolo entre los dedos índice y pulgar, apretándolo ligeramente antes de soltarlo y situar sobre él su dedo corazón, acariciando la protuberancia cada vez más rápido. Ginny no paraba de gemir para ese instante, Severus había cruzado sus piernas, pasando la derecha sobre la izquierda para luego apoyar la mano diestra sobre la rodilla, removiendo lentamente en círculos la copa de vino tinto y Draco se removía nervioso en el sillón en el que estaba sentado junto a Snape, apretando un poco sus piernas para intentar ocultar su erección. .

 

Como ambos esclavos estaban a tan sólo un par de pasos de ambos Amos, éstos pudieron ver cómo del coño de Ginny resbalaba su excitación mojando también su culo. Harry seguía acariciándola, torturando lentamente su clítoris, ahora sin sacar los dedos, sólo moviéndolos dentro de ella,  pasándolos sin descanso sobre una zona abultada en su interior que no conocía que tuviera, pero que sin dudas, la estaba haciendo disfrutar mucho.

 

—Méte los dedos...

 

—Draco, ¿qué te he dicho?

 

Avergonzado, el rubio se calló de golpe sonrojado, bajando la mirada desviándola al suelo. Pero podía sentir los ojos de Severus clavados en él, fulminándole con la mirada de una forma que nunca había hecho, ni siquiera cuando era su profesor y arruinaba las pociones de Potter a sabiendas del maestro.

 

Severus volvió a mirar a su esclava y a la mujerzuela pelirroja a la que estaba dando placer. Observó a Harry totalmente entregado a hacer lo que él quería, lo que él le ordenaba. Se levantó un momento, dejando la copa sobre la mesa que estaba entre ambos sillones, sacando del bolsillo trasero un envoltorio plateado cuadrado, aprovechó también para sacar una cajetilla de tabaco del bolsillo delantero. Encendió un cigarro antes de poner todo en la mesa. Sabía que tenía la atención completa de su zorra, aunque ésta pareciera que sólo miraba a la húmeda cavidad que tenía entre manos. Le bastaba un sólo gesto para que su puta actuara. Y lo hizo. Una simple mirada a la erecta polla del joven que le pertenecía, un simple movimiento de cabeza hacia la chica y Harry se deslizó sobre ella, sin sacar los dedos de su interior, para ponerse sobre ella, con la boca en sus labios, abriéndolos con ella. Ginny no lo pensó, sólo levantó un poco más la cabeza para meterla entera, saboreando el gusto de su ex-novio.

 

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No sólo le dolía la espalda, sino también el culo y la parte trasera de los muslos, donde su Amo no paraba de azotar. Sabía que su piel estaba marcada, dudaba de que volver a sentarse durante un tiempo fuera soportable para esas partes de su cuerpo. Pero seguía sin saber qué había ido mal. En su repaso mental de la noche, aún no había llegado a vislumbrar ese fallo. Aunque le contaba pensar con claridad con el látigo castigando su piel una y otra vez, mientras su cara, cuello y pecho estaban mojados con sus lágrimas, saliva y mocos. Quería que parara, pero otra de las cosas que recordaba de sus inicios eran unas palabras de Severus: "Llegará un día en el que si haces algo mal, simplemente te castigue y en que tú deberás saber por qué se te castiga". Ese día había llegado, lo tenía claro desde hacía un buen rato, pero seguía sin entenderlo.

 

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Un ligero golpe en el suelo con la punta de su zapato fue todo lo que necesitó Snape para que su mascota dejara de lamer el coño que tenía ante tí, fue suficiente para que la zorra gateara hasta él.

 

—En pie —ordenó cogiendo el condón que antes había dejado en la mesa. Cuando lo sacó de su envoltorio, su perra estaba ante él, con la polla bien tiesa y goteante. Le puso el preservativo lentamente, acariciándole, indicándole así que lo estaba haciendo bien. Muy bien de hecho.

 

—Fuerte  —. Fue la siguiente orden.

 

—Sí, Amo —susurró excitado sintiendo un último apretón en su polla por parte de la mano de su dueño.

 

Volvió gateando a la pelirroja que estaba en el suelo, tumbada con las piernas abiertas, esperando por él. Se colocó entre las extremidades inferiores de la chica,  se inclinó hacia adelante colocando los manos en el suelo a cada lado del cuerpo que se estremecía con ansiedad por él, acercó su pelvis y se un empujón entró en ella. Fuerte, como le habían ordenado. Siguió moviéndose así, despacio pero fuerte, arrancándole gemidos con cada golpe de cadera, arrastrándola un poco sobre el parqué, sin piedad, saliendo casi del todo, para volver a arremeter con fuerza contra su coño. Ante tal ataque, la única opción de Ginny fue alzar las piernas, subiendo las rodillas a su pecho, agarrándolas con sus manos, dejando toda su vagina aún más expuesta ante los tres hombres.

 

Desde los sillones, ambos hombres podían ver con claridad como la polla de Harry , entraba y salía, cómo sus huevos golpeaban a la joven, produciendo un chapoteo seguido de un golpe seco, a la vez que húmedo, el ruido particular de piel sudada chocando contra piel mojada.

 

—Más rápido, puta —. La voz de Severus era cortante. Usaba el mismo tono mandón de sus clases, dejando claro que no había posibilidad de réplica.

 

Harry paró en seco, con la polla totalmente metida en Ginny, usando los muslos de la joven como punto de apoyo, se acercó más a ella, pegando sus rodillas a la chica para volver a moverse dentro de ella, más rápido, haciendo que el chapoteo fuera más sonoro, más rítmico, mojando más su rasurado pubis, sintiendo como sus huevos también se mojaban. Había vuelto a apoyarse en sus manos, cuando las de Weasley soltaron sus rodillas para abrazar a Harry, pero éste, se apartó en seco, cogiendo él las corvas de las chica, para usarlo como apoyo.

 

—No te está permitido tocar a mi puta más allá de lo que yo ordene, esclava —. El tono era auténticamente venenoso, pero se suavizó para hablarle de nuevo a su pertenencia—. Cambia de agujero —. Y eso hizo Harry, saliendo de la húmeda vagina para situarse ante culo de Ginny.

 

Entró despacio hasta el final, sin parar hasta que sus huevos tocaron los muslos de la joven, entonces salió, obviando los quejidos que provenían del cuerpo debajo de él. Volvió a embestir más fuerte para terminar de abrirla, antes de volver a retomar el ritmo rápido que se le había ordenado anteriormente.

 

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El látigo, por fin, yacía en el suelo, a los pies de Severus. Se acercó por detrás a su zorra, desabrochando la pelota de goma para quitársela y que segundos más tarde, estuviera en el suelo junto a la tira de cuero flexible. Se desabrochó la camisa, mientras rozaba su entrepierna contra el maltratado culo de su Esclavo. Luego le dio la vuelta bruscamente, haciendo que toda su parte trasera diera bruscamente contra el pared. Le limpió la cara, el cuello y el pecho, mirándolo fríamente. Tiró la camisa que se reunió con el resto de objetos en el suelo, obligándole a separar las piernas con las suyas propias mientras bajaba su bragueta y sacaba su polla.

 

Bajó las manos desde las caderas del chico que temblaba ante él hasta el bajo de su culo, cogiendo la parte superior de sus nalgas, clavando sus manos en la magullada piel. Terminó de separar sus piernas, haciendo que el joven diera un pequeño salto, abrazándole con ellas. Lo apretó más a la pared, ganándose un quejido. Soltó una de las manos, llevándola a su polla, guiándola al interior del joven, al que penetró sin compasión.

 

Se pegaron más a la pared, con Severus apretando sus nalgas con fuerza, con los brazos y piernas alrededor del cuello y cintura de su zorra a su alrededor, mientras él enterraba la cara en el cuello de su puta, mordiéndolo mientras embestía una y otra vez, con fuerza, golpeando toda la parte dañada con la pared, clavando sus uñas en la carne joven.

 

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A su lado, Draco Malfoy tenía la polla en la mano, masturbándose al ritmo que llevaba Harry sobre  Ginny. El joven no paraba de gemir y jadear, intentando disimularlo, pero le era imposible. Él mismo también estaba excitado, pero hasta que no llegaran a casa no daría rienda suelta a su pasión. Lo haría con su pareja, porque después del buen trabajo de su puta, éste merecía que le hicieran, que le agasajaran, no seguir recibiendo órdenes. Veía el brazo de Draco moverse de arriba a abajo, acariciando la hinchada carne, a través del rabillo del ojo, pero le gustaba más imagen que tenía delante: Harry totalmente pegado a la puta pelirroja, moviéndose dentro de ella. Veía como los músculos de la espalda, culo y piernas de su zorra se marcaban bajo la piel sudorosa. Le oía respirar, bajo los gritos y gemidos de Ginny, bajo los jadeos de Draco; de una forma pausada pero pesada. Estaba aguantando. Sólo embestía con rapidez contra la que había sido su novia, partiéndole el culo en dos, mientras la masturbaba como le había ordenado rato antes. Sólo obedecía sus órdenes de una manera impecable. Era hora de darle la orden que estaba esperando, la que lo liberaría de la placentera tortura que estaba llevando a cabo.

 

—Córrete —.Menos de cinco segundos después, Harry se tensaba, apretaba sus nalgas y se corría en el condón, dentro del culo del cuerpo que había debajo suyo. Al fin y al cabo, meses de condicionamiento clásico debían tener sus frutos. Momentos después la chica hizo lo propio, pero apenas pudo verlo, porque un grito ahogado a su lado llamó su atención. Draco se había manchado la camisa italiana con su propio esperma, que también le escurría por la mejilla. Estiró la mano para sacar del bolsillo de la camisa de Malfoy el pañuelo blanco que asomaba en ella para tirárselo a la cara—. Límpiate —. Y Draco, obedeció.

 

Volvió su mirada hacia aquellos que estaban en el suelo, donde Harry ya se retiraba del interior de Ginny. Descruzó las piernas, captando de nuevo la atención de su puta al dar un ligero golpe con el talón en el parqué. Gateando su perra fue hasta él poniéndose recto ante su amo, que se agachó par quitarle el condón.

 

—Ahora, límpiáos y cúrala en lo que yo hablo con Malfoy. Apartáos un poco. Vosotros también podéis hacerlo —. Le susurró al oído cuando tras quitarle la pieza de látex, la anudaba. Luego con su varita, hizo aparecer un botiquín con todo lo necesario para que se llevaran a cabo sus órdenes. Harry, con el objeto flotando tras él volvió hacia su ex-novia, ayudándola a incorporarse para alejarse más.

 

—Ven, vamos a limpiarte —comentó mientras sacaba una toallita húmeda de la caja abierta a su lado, para pasarla por su coño, retirando los restos de sus fluido y del lubricante del látex, haciendo después lo mismo con su culo. Cuando terminó, sacó un bote con una crema algo espesa—. Siéntate en el suelo —le dijo mientras él mismo se sentaba en él, con las piernas dobladas como un indio. Cogió uno de los brazos de la chica, para aplicar la crema en sus palmas y codos, repitió la operación en el otro brazo y las piernas—. Tienes esto fatal, no deberías ponerte de rodillas hasta que se cure de nuevo.

 

—Claro, ¡ni que fuera a dejarme!

 

—Debería —. Respiró un poco—. Ginny, no soy quién para juzgarte, pero aun así... ¿por qué él?

 

La chica se había sonrojado de la vergüenza, no sabía cómo responderle, así que prefirió atacarle.

 

—Lo mismo te pregunté yo hace meses, cuando me dejaste para irte con él —respondió mirando a Severus, que hablaba con Draco.

 

 —Vale, hace meses no pude decírtelo, ahora sí, visto lo visto. De entrada, no te dejé porque no estábamos juntos. Soy su pareja como ya te dije, pero también, como ha quedado claro esta noche, soy su esclavo.

 

—Querrás decir que sólo eres su puta.

 

—Hazme el favor de no comparar mi situación con la tuya —le dijo secamente. Había terminado de poner la crema en las pantorrillas de la joven y ahora cogía unos guantes que había dentro de la caja, unas gasas, y una poción desinfectante—. Estate quieta un momento —le dijo para quitarle el piercing del pecho.

 

—No... — Harry no le dejó terminar.

 

—Mira, hasta que mi Amo y yo, no nos marchemos de aquí, se hará lo que él diga. Y él me ha dicho que te cure y es lo que voy a hacer. Por tu culpa, no me voy a llevar ningún castigo, así que estate quietecita mientras te curo este desastre —. Su tono era tajante y Ginny no tuvo más remedio que aceptar. Gimió cuando el pendiente se deslizó dentro agujero porque la carne había ido cicatrizando, pegándose al metal—. Sé lo que estás pensando. Que sólo soy su puta y su juguete. Es cierto a medias. Cuando vamos a comer o a cenar, cuando salimos a dar una vuelta por Hogsmeade o por otro sitio, o simplemente cuando estamos delante de otras personas, soy su pareja. Me trata como tal Pero luego, en la intimidad, soy suyo. Además, en ambas condiciones, me respeta y tiene en cuanta mis opiniones, de la misma forma que me cuida.

 

—Vamos, me hablas de Snape.

 

—Te pondré un ejemplo. Las heridas que tienes en las rodillas y en las palmas de las manos son de ir a cuatro patas ¿no? —Ginny asintió—. Yo también voy a cuatro patas, tanto por nuestra casa como por la habitación del castillo, que te recuerdo que están en la mazmorra. Yo no tengo heridas, ni bolsas, ni me duele, porque él se encarga de que no las tenga. De la misma forma que mantiene la habitación del colegio caldeada para que cuando ando desnudo en ella, no me constipe. ¿Vas viendo la diferencia entre tú y yo? A mí Severus me cuida, a ti Malfoy te maltrata. Si quieres seguir siendo la esclava de alguien, allá tú, es tu problema, pero hazte el favor a ti misma de buscarte a alguien que merezca que estés a sus pies.

 

Mientras esa conversación sucedía en el suelo, en los sillones se mantenía otra. Después de que Draco se limpiara los restos de su propio semen de la cara, Severus le dejó clara su opinión.

 

—El problema, no es de ella, sino tuyo.

 

—¿Pero qué..?

 

—Cállate y déjame terminar —. Una vez más, Draco obedeció, haciendo que Severus sonriera de lado—. La chica tiene carácter y es rebelde, es una Gryffindor, así que no sé que esperabas. Pero si se le imponen bien las cosas, si se le dan las órdenes precisas como he hecho yo, obedece, con una gran falta de educación y de forma, pero lo hace. Es por eso por lo que el problema es tuyo, no sabes ordenarle las cosas.

 

—Claro que sí sé, es ella la que no obedece por mucho que la castigue.

 

—Supongo que el lamentable estado en el que está, viene dado por esos castigos. ¿O también tiene que ver algo tu amor al spankin*? —Draco sólo se sonrojó aún más—. A mí también me gusta verle a mi puta el culo rojo, pero se lo hago con cuidado. Cosa que tú no haces con la tuya. ¿De quién es el problema, Draco?

 

—De acuerdo, tienes razón. Se me ha ido un poco la mano.

 

—¿Sólo un poco? ¿Has visto la infección que tiene en el pezón? Podría llegar a perder el pecho, ¡zoquete! —Miró hacia los dos leones que estaban en el suelo, manteniendo su propia conversación mientras su puta curaba a la pelirroja—. Me pediste que viniera para que te diera mi opinión y te ayudara. Lo que pienso es que deberías dejarla, ella no es para ti, al menos no de esta forma —.  Draco fue a interrumpirle, pero Severus no se lo permitió—. Mira, voy a serte sincero. Creo que podréis llegar a formar una buena pareja sexual, o incluso emocional si queréis, pero sólo si cada uno lleva su rol adecuado. El de ella no es estar a tus pies y el tuyo no es el de dominarla. Yo me inclino, porque invirtáis los papeles.

 

—Pero... ¿cómo te atreves a sugerir tal cosa? —Draco estaba pálido.

 

—Tengo razón y lo sabes. Eres bueno en los negocios, nadie te quita eso. Y llevando la empresa  familiar lo haces muy bien, has conseguido incrementar el patrimonio más rápido que tu padre. Pero al igual que él, se te da bien manejar y mandar en el terreno profesional, pero en el personal, necesitas que te dominen a ti —. Draco fue a interrumpir de nuevo—. Cállate —.  No dijo nada. Severus sonrió ampliamente esta vez— ¿Lo ves? Necesitas que en determinados momentos alguien te diga que hacer, necesitas dejarte llevar y dejar de pensar por un rato, sólo obedecer.

 

Draco permaneció pensativo unos momentos, hasta que Severus volvió a hablar.

 

—Además, no tienes ni la confianza en tí mismo ni el autocontrol necesario para ejecutar correctamente tu papel como Amo, y me remito a los hechos. Un buen amo, espera a que su esclava termine con el show para que sea ella o él en su caso, quien le satisfaga, pero no comienza a meneársela como un mono salido—. Draco volvió a sonrojarse—. Y mucho menos, lo hace deseando ser quién está cumpliendo las órdenes, ¿o vas a negarme que durante este rato no querías estar en el papel de Harry?

 

Malfoy no pudo evitarlo, bajó la mirada avergonzado, admitiéndose por primera vez que Severus tenía razón. Fue en ese momento cuando todo se estropeó para Harry. Severus había permanecido atento a las palabras que le decía a la chica, aunque Draco no hiciera caso de lo que hablaban ambos esclavos. Por un instante el orgullo que había sentido por su esclavo aumentó más si era posible, pero también creció la rabia y ese orgullo henchido se hirió.

 

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Con una última sacudida violenta se corrió dentro de su mascota. Salió de él sin cuidado alguno, soltando sus piernas.

 

—Ve a ducharte y espérame en el dormitorio —le ordenó antes de darse la vuelta. Harry obedeció.

 

Minutos más tarde, desde el sillón mientras se fumaba un cigarro y apuraba un poco más de Whisky que se había servido, escuchó el llanto de Harry amortiguado por el ruido del agua. Esperó hasta que lo oyó salir de ella para ir al dormitorio, momento en el que bajó al sótano para buscar un vial de una poción en particular y un bote que iba a necesitar. Luego fue él quién se duchó tranquilo.

 

Al entrar a su cuarto, vio a Harry arrodillado a los pies de la cama, se dirigió a la mesilla y colocó el bote quedándose con el vial en la cama. Luego, de pie, miró a su mascota arrodillada, con el pelo chorreando por su cara, cuello, pecho y espalda. Tuvo la impresión de que Harry sólo se había secado la parte delantera. Se acercó a él, viendo sus ojos algo rojos por el llanto y cómo se mordía el labio inferior desde d a entro.

 

—¿Hay algo que quieras decirme? —La puta a sus pies, aún con el collar puesto, inclinó más la cabeza.

 

—Lo siento Amo, no debí decir lo que dije. Perdóneme —. Alzó una ceja, si le trataba de usted estando a solas, era porque realmente estaba arrepentido. Dio un paso más hacia él.

 

—Tienes razón, no debiste decirlo. Ha sido un error muy grave, que de haberse dado en otro lugar y con otros testigos hubiera sido demasiado humillante.

 

—¿Va a... — tragó con fuerza, sentía una opresión en el pecho producto de los nervios, pero quería, necesitaba saber la respuesta a su mayor temor en ese momento— liberarme?

 

—Sabes que tengo esa opción, pero eso sólo se dará cuando cometas un error demasiado grave, o simplemente, cuando me harte de ti. Pero no, no voy a liberarte.

 

Su orgullo había vuelto a renacer. En seis meses había conseguido educar a Harry, le había enseñado a ser una buena esclava, a confiar ciegamente en él, le había enseñado a alimentarse bien, cosa que le hacía falta al chico, pero también había conseguido sin que ninguno de los dos se diera cuenta hasta ese momento, que Harry le necesitara. Lo había hecho, le había destruido para recomponerlo. Se acercó un poco más a él, que seguía temblando, tendiéndole el vial.

 

—Has sido castigado y por lo tanto perdonado. Ahora bébete esto —. Harry obedeció y se bebió la poción de un solo golpe. Luego aceptó la mano de su amo para levantarse—. Túmbate en la cama, boca abajo. Esto va a dolerte un poco pero es necesario—. Le hablaba mientras apartaba las sábanas para que el chico se tumbara.

 

Tras eso, abrió el bote de crema hidrante que había en la mesilla, para ponérsela como cada noche en las piernas y los brazos con cuidado, procurando esta vez no hacer movimientos bruscos, aunque era un poco más complicado ya que las otras noches estaba boca arriba, pero esta vez  no podía ser. Harry sentía cómo poco a poco el cuerpo dejaba de dolerle tanto, como su piel se iba calmando. Estaba seguro que la poción era un fuerte calmante, pero también tenía la seguridad de que saber con certeza que no le iban a obligar a quitarse el collar, le hacía estar más tranquilo y relajado, haciendo que disfrutara las caricias de Severus en sus extremidades. Pero al rato, sintió que la molestia de su espalda aumentaba con el contacto de los dedos fríos de Snape por su piel. Pero que según iba pasando por un sitio, aplicando el ünguento que había traído, al abandonar una marca, esta dejaba de arder.

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—Harry... crees que a Snape le importaría si yo... —En ese momento el chico estaba terminando de limpiar la pus del pezón de Ginny, dejó de hacerlo, para mirarla fríamente.

 

—Ni se te ocurra pensarlo. Yo soy su única puta, voy a seguir siéndolo y no voy a permitir que desee o necesite a ninguna otra —. Su orgullo de esclavo le había fallado porque sus celos le traicionaron. No pudo evitar hacer ese comentario, sin saber lo que le iba a costar.

 

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Estaba tumbado boca arriba, con Harry apoyado en su pecho. Al fin el chico se había quedado dormido en el lugar que le correspondía, entre sus brazos, aunque esta noche no pudiera abrazarlo como hacía siempre. Simplemente, había entrelazado su mano izquierda con la que el joven había puesto en su pecho y enredado sus dedos de la mano derecha entre el revuelto y húmedo pelo del chico. Ahora podía ver la expresión serena de su pareja, muy distinta a la que tenía cuando él se había tumbado a su lado, llena aún de arrepentimiento y algo de miedo, de inseguridad cuando le susurró un 'Ven aquí'. Ahora Harry estaba en paz, al igual que él.

 

Bajó un poco su cabeza para acercar sus labios al oído de su dormido compañero.

 

—No necesito a ninguna otra a mis pies. No quiero a nadie más en mi vida que tú —le susurró con voz baja y grave, antes de darle un beso en la sien, para luego colocar su barbilla sobre la coronilla del muchacho como cada noche.

 

 

En sueños, Harry sonrió y su cuerpo se acercó más al de su pareja, como si no quisiera dejarle ir. 

 

 

FIN

 

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