Pelea de pareja

Parejas: Remus Lupin/ Lily Evans

Clasificación: NC-17

Disclaimer: Todo es de Rowling, menos el sexo, que es mío. 

Advertencia: Este fan fic contiene escenas de sexo explicito heterosexual.

Aclaraciones: letra en curisva son pensamientos y en cursiva y negrita son los pensamientos del lobo.

Resumen: Una pelea entre Lily y James, hace que Remus tengo su oportunidad con Lily.

 

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—¡Eres un imbécil, James Potter! — la voz de la generalmente calmada Lily Evans sobresaltó a todos los alumnos que estaban en la sala común. La pareja más reciente entraba por el retrato de la señora gorda, seguidos por Sirius Black, Peter Petegrew y Remus Lupin, totalmente callados.

 

— Vamos, Lil, cariño... — James Potter intentaba calmar a su, por fin, novia.

 

—¡No me llames así! — Lily se dio la vuelta para mirarle a la cara. Estaba enfadada, muy enfadada. Sólo había que mirar a sus fulgurantes ojos verdes.

 

Remus se sentó en uno de los sillones, algo pálido y cansado. No tenía fuerzas ni ganas para meterse entre ellos a intentar calmar las aguas, como solía hacer en cualquier discusión que ocurría a su alrededor. Peter, como siempre, escurrió el bulto para que no le gritaran también. Pero Sirius tenía que llamar la atención y ser el centro del espectáculo, aunque no lo fuera por 'derecho propio'.

 

—Vamos Lily, no te pongas así. No es...

 

—¡Tú no te metas, Sirius Black! Además, esto es culpa tuya.

 

—Pero... — fue a defenderse hasta que sintió la mano de James en su hombro.

 

—Sirus, por favor. No te metas.

 

Dando un bufido miró a James, con el ceño fruncido antes de irse de la sala, ignorando a la pelirroja y seguido por un asustado Peter. Pasó por delante de Remus, pero ni lo miró. Estaba demasiado obcecado como para darse cuenta de que su amigo no se encontraba bien. Además, Sirius y Peter no fueron los únicos en abandonar la sala. Algunos decidieron quedarse pero otros se fueron por el retrato de la dama gorda.

 

—Mira, James, sabes perfectamente que Severus y yo hace tiempo que dejamos de ser amigos, pero eso no te da derecho a utilizarme como arma arrojadiza contra él —. El color de la cara de Potter podía competir con el de la melena de su novia —. Es un caso perdido, no voy a meterme en vuestras absurdas peleas porque ya estoy cansada, pero lo que no voy a permitirte es que me uses a mí para atacarle. ¿Te queda claro?

 

— Lily, yo...

 

—¿Te queda claro o no?

 

—¡Joder, Lily! ¡Que es el bastardo grasiento! ¡No puedes pretender que...

 

—¡Gilipollas!

 

El bofetón resonó en toda la sala. Muchos levantaron la cabeza de las cosas que estaban haciendo para ver como James se llevaba la mano a la mejilla colorada y ardiente, marcada con los dedos de Lily, mientras ésta se marchaba de la sala común, dando tal portazo que dentro de la habitación resonaban los gritos de la Señora Gorda.

 

Con algo de esfuerzo, Remus se levantó para llegar a James, que seguía atónito con los ojos como platos, incapaz de articular palabra y sin quitarse la mano de la mejilla. Remus se agachó a los pies de James para recoger las gafas que se le habían caído tras el golpe. Sirius y Peter bajaron corriendo   al oír el portazo.

 

—¿Qué ha pasado? — preguntó Sirius al ver a sus dos amigos en medio de la sala, Remus limpiándole las gafas a James y a él totalmente mudo, con el resto de los alumnos que aún quedaban mirándolos en silencio.

 

—Lily le ha dado un bofetón —. Fue la respuesta de Remus mientras le daba las gafas a James.

 

Sirius se acercó a él, cogiéndolo del brazo para llevárselo al dormitorio. A su lado Peter sólo balbuceaba incoherencias que sonaban a '¿por qué?', '¿cómo?' y '¿cuando?'. Costó un poco, pero tras unos tirones, James empezó a mover las piernas hacia las escaleras. Sin embargo, Remus no se movió.

 

—¿No vienes? — preguntó Sirius extrañado.

 

—No puedo. No me encuentro bien, lo mejor es que me vaya a la enfermería, no sea que lo que tenga sea contagioso —. La última palabra la dijo con un tono, que para los otros tres merodeadores no quedó duda alguna de qué pasaba.

 

— Vale, Colagusano y yo nos encargamos de Cornamenta. Tú... ve a la enfermería y no te preocupes.

 

Remus asintió con la cabeza y en silencio se fue hacia la salida. Una vez en el pasillo, la Señora Gorda siguió quejándose de la poca consideración de los alumnos de su casa y que parecía mentira que la trataran así. Fue hacia la enfermería en silencio, dejando que sólo sus pasos resonaran por los pasillos vacíos. Cuando llegó a la aséptica sala donde iba todos los meses, Poppy estaba ocupada. La pelea que se había desencadenado un rato antes en los terrenos pasaba factura: varios slytherin estaban allí, todos con horribles pústulas.

 

— Lupin — le llamó la enfermera cuando le vio entrar, acercándose a él —. Tendrás que ir tú sólo, yo no puedo acompañarte — le susurró en tono confidencial, tendiéndole unos viales —. Sería bueno que te tomaras uno ahora, guarda el otro para mañana por la mañana. Estaré ahí temprano.

 

Remus cogió los dos viales, guardó uno en su bolsillo izquierdo para después abrir el otro y tomárselo. Le devolvió el vacío, le sonrió y se marchó de allí tras despedirse con un casi inaudible 'Gracias'.

 

Caminó en silencio por los pasillos casi desiertos hasta que llegó al vestíbulo. Al atravesar la puerta para ir a los terrenos, ya se encontraba mucho mejor. Por lo menos ya no sudaba como antes, ni se sentía tan débil. Odiaba que su transformación fuera así de dolorosa, que le hiciera sentir tan mal momentos antes. No podía evitar que en su cuerpo algunas cosas cambiaran: uno o dos días antes de la primera noche de luna llena se volvía algo más fuerte, su visión se agudizaba al igual que su olfato, que se volvía mucho más fino. Olía cualquier perfume u olor en la torre de Gryffindor, de la misma forma que su oído captaba hasta el más ínfimo sonido de los alrededores. De la misma forma que una semana antes debía cortarse o al menos limarse las uña cada noche, porque creían más rápidamente que de costumbre. También la barba le crecía más fuerte y cerrada, llegando a afeitarse dos veces al día, pero no sólo el pelo de la cara parecía hacerse más abundante, el de su pecho, brazos, piernas y vientre también. Todo eso no podía evitarlo, eran cambios físicos que le ocurrían, como los que le ocurrían cuando la luna llena le bañaba, transformándose en ese ser salvaje.

 

Pero lo que sí podía evitar, contra lo que sí podía pelear era el instinto animal que se iba apoderando poco a poco de él, como si algo despertara en su interior. Se volvía más irascible y susceptible, le costaba controlar los cambios de humor tan bruscos que tenía. Procuraba controlarse, al menos de cara al público: para profesores, alumnos de Gryffindor y estudiantes del resto de las casas, seguía siendo el ‘adorable’ Lupin, el estudiante modelo, el perfecto prefecto. Sin embargo, dentro de los merodeadores algo cambiaba. Una semana antes de la luna llena, al igual que comenzaba su cambio físico, el grupo dejaba de ser una democracia en la que todo se hacía si no por decisión unánime sí por mayoría, para convertirse en una especie extraña de supremacía del ‘macho alfa que no quería reconocer serlo’. Además, esta supremacía era por el ‘bien común y para la supervivencia del grupo’, pactada por los machos no dominantes, que se dedicaban a facilitarle las cosas a su ‘macho alfa’ de la forma más velada posible. En las comidas por ejemplo: siempre dejaban que Remus fuera el primero en servirse, aunque eso implicara que las bandejas de tocino y salchichas las vaciara él sólo; y desde luego, cómo quedara una sola de esas piezas jugosas y suculentas de carne caliente en una de las bandejas, por mucho que Sirius, James o Peter tuvieran hambre, siempre esperaban a ver qué hacía Remus. De hecho en más de una ocasión, James (haciendo gala de sus dotes como buscador)  había tenido que pararle la mano a Peter cuando iba a coger la última salchicha, porque no había oído el gruñido bajo de Remus al acercar la mano con el tendedor para pinchar la comida, y mucho menos había visto el movimiento de la mano del propio Remus para cogerla estando a punto de atravesar la regordeta extremidad de Peter con el tenedor. Lo peor de todo de esos instintos animales, no era no poder controlarlos, porque sí lo hacía: con el resto del mundo. Pero según pasaban los años, se había dado cuenta de que con sus amigos no los controlaba porque no se daba cuenta. No era consciente de ellos. Y cuando, pasada su transformación, los chicos le decían algo en broma, él era incapaz de recordar tales hechos. Eso sí, los merodeadores se preparaban bien para esa semana de SPL, o lo que es lo mismo: síndrome prelobuno, como ‘cariñosamente’ lo llamaba Sirius. E incluso, el mismo Black había llegado a hacer una pequeña lista con ‘los síntomas’… aunque de un tiempo a esta parte también apuntaba el incremento de dicho síndrome y los cambios.

 

Todos se habían dado cuenta de los cambios: de joven, en sus primeros cursos, Lupin se volvía más temerario, por así decirlo. Se le ocurrían bromas más extravagantes e incluso más pesadas que de costumbre. Pero ahora, desde los quince años había empezado a ponerse algo más… ¿Territorial? ¿Posesivo? Sí, era eso. De joven había sido un cachorro con ganas de jugar que había encontrado unos buenos amigos con los que divertirse, pero según se había ido convirtiendo en adulto, había pasado a ser un macho alfa en toda regla, como entre bromas le habían hecho saber sus amigos.  Los mismos que no se habían percatado de un sencillo hecho: el lobo que llevaba dentro, ese ‘macho alfa’ quería aparearse. Y en ese momento, era cuando Remus más se odiaba a sí mismo. No por esa necesidad física de cualquier ser viviente, sino por quien desataba ese ansia. Pero claro, él era el macho alfa, tenía ese derecho, ¿cierto? Remus sabía que su condición lupina le llevaba a la monogamia, aunque también podía darse alguna excepción. El género sexual daba igual. Eso lo tenía claro desde hacía tiempo, desde que con trece años y su despertar sexual comenzó a darse cuenta de que lo que le gustaban eran ‘los olores’ de otras personas.

 

Aunque le hubiera asustado en un principio, cuando con esa tierna (pero no tan tierna) edad, en plena clase de Historia de la Magia había sufrido una erección con el olor de uno de sus compañeros de colegio, que no de casa. Sí, su despertar sexual había sido en plena clase con el profesor Binns y los slytherin. También había notado desde entonces las hormonas revoloteando a su alrededor, sobretodo cuando sus compañeras de casa estaban cerca de ‘esos días’. Lo mismo que con los chicos con sus trabajos manuales. Y sobretodo los merodeadores, que ahora tenían la costumbre de darse al menos dos duchas, lavando bien sus partes íntimas, cuando llegaban los días del SPL. ¿Por qué? Pues porque con catorce años se empalmó de golpe en pleno dormitorio junto a Sirius y James, cuando unas noches antes de la luna llena llegaron al cuarto y a Remus le golpeó el olfato el característico olor íntimo de Peter, que un rato antes había subido aduciendo que se encontraba mal y quería descansar. Sirius se lo tomó a coña al entrar y escuchar los gemidos apagados de Peter, quien había parado de golpe cuando Black le abrió la cortina. Pero Remus había cogido a James del brazo, clavándole las largas uñas en el brazo para controlar el impulso de saltar sobre Peter, mirando asustado el bulto que había crecido de golpe entre sus piernas, para su vergüenza y el asombro y posteriores burlas cariñosas de sus amigos. Ése era otro de los pactos de tres de los merodeadores: nada de pajas en el dormitorio durante esos días. Se iban al baño y luego se lavaban bien. De ahí las varias duchas: la matutina diaria y luego, las que hicieran falta.  

 

Pero ¿cómo cortejar a la hembra que inflamaba su necesidad, si ésta ya había elegido a otro? No, no podía. Por mucho que su lobo dijera que sí, que él era el macho alfa del grupo, el que mandaba y tenía todo el derecho sobre la única hembra de la manada. Hembra que había entrado recientemente en dicha manada por ser la novia de uno de los otros machos. Hembra de la que siempre había estado enamorado… como su amigo, aunque muchas veces se planteaba si realmente no era Remus, sino el lobo, el que estaba encaprichado por ella. Lily Evans. Se sentía mal. Era algo sucio desear a la novia de uno de tus mejores amigos. ¿Cómo mirarle a la cara a James y darle consejos para que pudiera estar con ella, cuando él también quería las atenciones de Lily? Había sido emocionalmente doloroso para Remus por dos motivos: el primero, el verse en esa encrucijada y apartarse lentamente para que James se abriera el camino. Eso ya lo podía soportar más o menos, sólo tenía que mirar a otro lado cuando los veía cogidos de la mano o besándose. Lo segundo era la pelea interna que tenía en su interior. Desde que James salía con Lily, las últimas transformaciones habían sido complicadas, ya que se su lobo interno quería destrozar a Potter por entrometerse y apartar a su hembra de él.

 

Lobo que ahora mismo saltaba de alegría tras esa pelea, aunque el  lobo tuviera su propia pelea interna. Es decir, él, como macho alfa de la manada era el encargado de que la familia estuviera unida, que hubieran alimentos suficientes y repartirlos entre ellos, de la misma forma que tenía el deber de arreglar cualquier problema que hubiera dentro de la manada. Y Remus siempre hacía eso. Siendo simplemente Remus, lo hacía de forma tranquila, razonando las cosas, explicando su lógica y llegando a un acuerdo entre las partes peleadas. Pero en pleno SPL, con el lobo en la superficie, simplemente se imponía. Pero esta vez, no había querido meterse: Remus porque estaba muy cansado de controlar al lobo. Y el lobo, aunque sabía que tenía que poner paz entre los miembros de su manada, también sabía que podría presentarse una oportunidad ante él, si Lily y James no solucionaban sus problemas. Al fin y al cabo, él era el líder y Potter tendría que aceptar que Lily acabara a su lado… ¿no? Así que se había quedado callado, esperando.

 

Cuando la vio irse, la siguió. Pero para el lobo, Remus tenía que fastidiarlo. Tuvo que ir a la enfermería primero, a por aquella vieja que olía a cosas raras, pero que afortunadamente no había venido con él para asegurarse de que se quedaba en su madriguera. El lobo sabía que le faltaba poco para poder salir a la superficie, para poder vagar libremente por el bosque, puede que en compañía de su extraña manada, o tal vez solo. Ojalá fuera solo. Quizás así, pudiese encontrar alguna hembra y desahogarse por fin.

 

Pero al llegar a los terrenos para ir a su pequeño hogar donde debía esperar a que llegaran los otros, lo olió. El perfume de lavanda más dulzón de lo normal al unirse al sudor de la joven, con un deje salado. Lily. Lily sentada cerca de la entrada a su madriguera, casi en los límites del Bosque Prohibido, cerca del Sauce Boxeador. Se acercó lentamente, acechándola.

 

No lo hagas. Suplicó Remus. Sólo voy a ver qué le pasa a la hembra de la manada. Me preocupo por ellaRespondió el Lobo.

 

Al acercarse más, se dio cuenta de que Lily lloraba.

 

Déjala… está llorando.

 

Tú y yo sabemos por qué. Podemos consolarla. Debemos consolarla. ¿No lo haces siempre? Te mueres de ganas de estar a su lado y seguramente, ella te abrazará. Y dejará que la consueles.  

 

Por alguna extraña razón Remus le hizo caso. Se acercó a Lily con cuidado para no asustarla.

 

— ¿Estás bien? — preguntó al llegar a su lado. Vio como la chica, en un vano intento, se limpiaba las lágrimas con las manos antes de mirarle para sonreírle tristemente.

 

— No lo sé —. Una nueva lágrima se resbaló por su mejilla —. Ni si quiera sé bien por qué estoy llorando. No es como si no conociera la situación, es sólo que ahora mismo me desborda.

 

Remus se sentó junto a Lily, dobló las piernas y apoyó sus brazos encima de las rodillas. Luego puso la cabeza sobre los brazos, viéndola suspirar.

 

>>Sé que es una bobada. Llevan siete años de peleas, pero… —La chica negó con la cabeza —. ¿Sabes que Severus y yo somos vecinos?

 

—No, no lo sabía — respondió atónito.

 

—Pues sí, somos vecinos. Nos conocemos desde que éramos pequeños, al menos de vista. No hablamos mucho hasta poco antes de que nos llegaran las cartas del colegio. Tiene problemas en su casa. Problemas serios y muy gordos. En estos años, se ha quedado alguna vez en mi casa… Éramos amigos, yo pensaba que buenos, pero… tuvimos que pelearnos una vez más, por culpa de James. Y nuestra amistad se rompió.

 

—Lily… no creo que esa pelea fuera sólo por culpa de James… —la chica le miró enfadada —. No te digo que no tenga culpa, sólo que no fue enteramente suya. Severus también te insultó. ¿Además, qué tiene que ver él con todo esto?

 

—¿Qué que tiene que ver? Remus, la pelea en los terrenos entre Severus y James, eso es lo que tiene que ver —. Lily estaba molesta. Muy molesta.

 

—Eso lo sé. Pero lo que quiero saber es que tiene que ver él en que tú estés mal por haberte peleado con James, tu novio —. El tono de Remus fue tajante. Lily suspiró una vez más.

 

— James me ha utilizado como arma arrojadiza contra Severus. No me gusta que me utilicen… menos contra él. No soy tonta Remus, sé que le gusto a Severus. Pero ha cambiado tanto… Y sin embargo, James sigue siendo el mismo crío imbécil que era cuando entró en primero. Pensé que después de este tiempo, habría cambiado un poco… ¡pero no! El señor ‘soy el mejor buscador del mundo’ tiene que seguir siendo igual y tiene que hacer algo que le pedí que no hiciera.

 

Llegados a éste punto, Lily volvía a llorar sin que le importara, pero secaba un poco las lágrimas quitándoselas con los dedos. Remus estiró las piernas a la vez que se enderezaba, giró un poco el cuerpo para mirar a la joven a su lado. Estiró una mano con cuidado para ser él quien apartara esas saladas lágrimas. Ella sonrió. Triste, pero sonrió antes de bajar la cabeza e inclinarse hacia Remus, para apoyarla sobre su hombro. Pasó sus delgados brazos por la cintura de él, agarrándose buscando consuelo. Y él no se hizo de rogar: puso su codo derecho sobre la espalda de ella, dejando así que su mano se enredara entre su pelo, acariciándolo suavemente.

 

>>Cuando empezamos a salir se lo pedí. Hablamos durante un buen rato y acordamos que yo no le robaría mucho tiempo de estar con vosotros, pero que él no me usaría para meterse con Severus… no soy una moneda de cambio. Y no ha parado de hacerlo desde entonces. Eso es lo que me duele… yo dejé atrás mi amistad con  Severus, entre otras cosas por lo que pasó, pero me he pasado el verano intentando acercarme a él, hasta que volvimos a clase. He ignorado a Severus por James, pero James es incapaz de hacerlo por mí.

 

Tras eso, se quedaron en silencio un rato. Poco a poco, Lily dejó de llorar sintiendo las caricias de Remus en su espalda. Le apretó un poco más en su abrazo, estirando el cuello y colocando su cabeza escondida en el cuello de Remus, acariciándolo lentamente con la punta de la nariz. A su vez Remus,  deslizó su mano izquierda por el brazo de Lily que estaba sobre su estómago, llevando la mano hasta apoyarla en la sien de la joven, recubriendo con su palma gran parte de la cara de la chica. Le dio un suave beso en la frente. Lily alzó la cara.

 

—A veces creo que James no me quiere lo suficiente, que sólo soy un capricho para él.

 

Remus apoyó su frente en la de Lily, mirándola directamente a los ojos.

 

—No digas tonterías, tú no podrías ser sólo el capricho de alguien. Siempre serás algo más —. Sus palabras no eran más que suaves susurros, dichos a media voz mientras sus rostros se iban acercando en la ligera caricia que Remus hacía con la punta de su nariz sobre la mejilla de Lily, hasta que por fin, sus labios se unieron suavemente en un ligero roce. Apenas se apartaron un poco, con las caras aún juntas, Remus mirando a Lily con ojos como ámbares brillantes.

 

Finalmente Lily volvió a levantar la cabeza para unir sus labios a los de Remus de forma más segura y menos tentativa. El beso comenzó lento, sólo reconocimiento de labios, los unos sobre los otros, dando pequeños besos mientras que poco a poco, los besos eran más largos. Por último y a la vez, ambas lenguas salieron un poco de sus escondites para encontrarse con la otra. Fue lo que transformó un beso suave y dulce en uno salvaje y apasionado. Lily se agarró con fuerza a la ropa de Remus y él bajó sus manos para rodear la cintura de ella. Sin saber cómo, segundos después ambos estaban tendidos sobre el césped, Remus ligeramente acostado sobre Lily sin parar de besarse.

 

Ella aprovechó para meter sus manos por la túnica de él, acariciando ahora su espalda por encima de la camisa del uniforme. Él bajó la mano, con la que no se apoya en el suelo, desde el rostro de ella hasta su muslo, acariciando su costado. Cuando ella flexionó la pierna, dejando que su túnica cayera al suelo, él acarició directamente sobre su piel, pasando la mano por debajo de la falda, dejando de besar sus labios para ir a su cuello.

 

¡MIA!

 

El que Lily separara un poco las piernas para que Remus se colocara mejor, sólo reafirmó el hecho. Era suya por fin. No pararon de besarse, entrechocando labios, dando pequeñas mordidas hasta que el aire les hizo falta. Cuando Remus se separó un poco de ella, colocó los brazos a cada lado de la melena pelirroja para poder apoyarse. Por un momento se quedaron mirándose, con el temor asomando en sus ojos, pero no por mucho tiempo, ya que detrás apareció el deseo. Más, cuando Remus empujó sin poder, ni desear, evitarlo las caderas entre las piernas de Lily, deslizando su erección por la pelvis de ella. Sin pensarlo dos veces, Lily llevó sus manos a la camisa de él, sacándola del pantalón antes de desabrocharla completamente, dejando a la vista un pecho que aunque no era muy amplio, sí estaba totalmente recubierto de oscuro pelo rubio rizado. Dejó que sus dedos juguetearan con esa mata dorada, antes de deshacerle el nudo de la corbata a la vez que Remus bajada de nuevo a besarle el cuello.

 

Las caderas no dejaban de moverse una contra la otra. Sin saber cómo, Lily había acabado también con su camisa abierta y la falda levantada, mostrándole a Remus su ropa interior. La chica movió sus caderas incitándole, sintiendo su mirada encima, cómo se clavaba en su pecho donde los pezones se notaban duros bajo el sujetador. Remus no se lo pensó dos veces, con una mano subió la prenda liberando ambos senos antes de bajar a uno de ellos para lamer la piel oscura para después cerrar los labios sobre el pezón, succionando ligeramente. Lily gimió ante la caricia llevando las manos al pelo de Remus, acariciándolo y mezclando los dedos entre él. A su vez, la misma mano que había hecho eso, bajó por su estómago, para colarse finalmente bajo la tela de sus bragas. Sintió la caricia sobre su vello púbico y luego más abajo, colándose entre su labios. Notó como se hundieron ligeramente para humedecerse, volviendo a subir con suavidad para comenzar a acariciar su clítoris. Ambos gemían sin control alguno. Lily movía más la cadera, al compás del ritmo de la mano de Remus, deseando que los dedos no pararan.

 

Remus soltó el pezón con el que se entretenía para subir a su cuello de nuevo, mordiéndolo con cuidado, retorciendo su cuerpo para satisfacerse con el roce que provocaba sus dedos, tanto en el húmedo coño de Lily, como en su polla aún atrapada. Volvieron a besarse de nuevo, sin restricción alguna, acariciando una lengua con la otra. Poco después, Remus se apartó, poniéndose de rodillas ante de Lily. Con los dedos de la mano derecha aún mojados, desabrochó el cinturón y sus pantalones. La pelirroja le ayudó a bajar la ropa, liberando por fin la polla endurecida y húmeda de Remus, que se alzaba totalmente orgullosa ante ella. La acarició un poco, aprovechando para bajar del todo el prepucio por donde asomaba la punta, que también acarició con un dedo extendiendo la humedad acumulada allí. Remus jadeó y volvió a caer sobre ella para besarla una vez más, sólo que en esta ocasión no usó sus brazos para apoyarse y no caer en peso sobre ella. Arqueó la espalda para poder usar las manos en otra cosa. La izquierda apartó la tela blanca que lo separaba de aquello que ansiaba y la derecha la usó para dirigir su polla a ese lugar oculto. Cuando esas pieles sensibles entraron en contacto, ambos gimieron dentro del beso. Lily abrazó con sus piernas las caderas de Remus, y él, tras dirigir bien su polla a la entrada de ese coño húmedo, llevó su mano izquierda al culo de Lily, alzándolo a la vez que se hundía en ella.

 

Una vez dentro, soltó su polla llevando la mano de nuevo al clítoris de la joven, volviendo a masajearlo. Lo acarició, lo pellizcó, deslizó el dedo arriba y abajo, todo al compás de su cadera, con un movimiento que poco a poco se iba acelerando, sólo dejando de besar su boca para ir al cuello. Notaba los ligeros tirones de pelo que Lily le daba, pero no le importaba. Lo único que clamaba por su atención eran los gemidos y jadeos de su hembra, la respiración agitada, la humedad que crecía en su coño, mojándole más, resbalándose por los huevos de él y el culo de ella. Según ella respiraba más fuerte, él empujaba más fuerte, se clavaba más hondo en un vaivén sin fin. Hasta que por fin llegó.

 

—¡Reemuusss! —. Gritó la joven a la vez que su coño convulsionó repetidas veces, aprisionando la polla de Remus con fuerza.

 

Tras eso, ella se dejó caer agotada sobre el césped. Pero él no había terminado, aunque sabía que debía hacerlo pronto, por ella y por él mismo. Llevó la otra mano al culo de la chica para poder hacer más fuerza y palanca, comenzando a embestir salvajemente. Volvió a cerrar su boca sobre el pezón de Lily, mordiéndolo hasta que sintió debía de hacerle daño a juzgar por el intento de ella por separarle de ahí. Fue entonces cuando llevó sus labios al no tan blanco pero sí mojado cuello, enterrando su cara ahí, antes de correrse finalmente con un último asalto, con un ronco gemido, inundando el interior con su blanco esperma.

 

Esta vez, fue él quien cayó sobre ella. Un rato después, cuando su respiración se había normalizado, salió de ella y se estiró a su lado. Tenía los ojos cerrados por lo que no se fijó en que el cielo se estaba oscureciendo, pero no le hizo falta. Sintió la primera punzada de dolor en pleno pecho.

 

—¿Estás bien? —. Lily se había incorporado y ahora le miraba. Alargó un poco la mano para ponerla en su hombro, pero Remus se lo impidió de un manotazo.

 

—…Márchate… —. Apenas podía hablar.

 

—Pero Remus…

 

—¡Que te marches! —. La miró con los ojos amarillos brillantes, con los colmillos algo largos y el pelo creciéndole en la cara.

 

Se puso de pie adentrándose algo en el bosque, con la luna llena brillando descaradamente en el cielo. Sin embargo, desde donde estaba, Lily pudo ver cómo se terminaba de transformar a escasos veinte metros de ella. Asombrada observó cómo la ropa de Remus se desgarraba mientras su cuerpo dejaba de ser el de un humano para convertirse en el de un animal. Lo vio quedarse quieto tras su transformación antes de mirar a ella, gruñendo y mostrándole los dientes, antes de huir dejando atrás la túnica de Remus como única huella de lo que había pasado .

 

Lo que Lily no sabía es que el lobo había captado otra esencia más en el ambiente, una que era no la de ella, una muy diferente. La que años antes había olido en una clase de Historia de la Magia, la que olía en las clases que compartían con los Slytherin.

 

El lobo se calmó cuando notó ese olor desaparecer de su alrededor, quedándose sólo con la que tenía de ella en su cuerpo. No pudo evitarlo, el instinto era el instinto. Se tumbó de lado en el pasto, levantó una de sus patas traseras, llevó su hocico hasta su palpitante miembro y lo lamió, saboreando a una hembra que tal vez, si jugaba bien sus cartas, sería suya… Aunque si lo pensaba bien, la otra esencia le gustaba más y se moría de ganas por probarla.

 

Era cuestión de tiempo. Pero lo que tenía que hacer ahora era reunirse con esos otros hombres lobo que lo llamaban desde lo más profundo del bosque. A lo mejor encontraba a otra hembra para esa noche…

 

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