El fuego de su pasión se había calmado, pero no apagado. Las brasas seguían ardiendo de la misma forma que lo hacían sus cuerpos.

 

El beso había comenzado en la fiesta, continuado durante su viaje y terminado cuando a tientas buscaron la cama. La pintura roja que maquillaban los labios de Harry se había corrido, mezclándose con la blanca de su cara y la negra del rombo que delineaba su ojo. Sonrió desde el colchón al ver a Severus manchado, pero no duró mucho, porque Severus no dudó un instante en quitarse la cinta plateada de la cintura para atarle las manos y bajarle el calzoncillo abombado, descubriendo su sexo. Severus terminó de quitarse la túnica.

 

Y ahora, tras una sesión de sexo desenfrenado y una ducha de agua caliente donde no han dejado de jugar mientras el líquido elemento borraba parte de las marcas de esa noche, seguían en la cama. Ambos desnudos, con Severus dentro de Harry una vez más. La calma, la tranquilidad tras la tormenta desenfrenada. Suaves caricias de las yemas de los dedos de uno sobre la carne trémula del otro. Palabras de amor y lujuria susurradas en labios entreabiertos.

 

Amor en todo su esplendor.