Después de tanto tiempo

Caminamos en silencio por la calle, cogidos de la mano. Tu pulgar acaricia suavemente el dorso de mi mano antes de que tires de mí, indicándome el camino a seguir. De vez en cuando nos miramos y sonreímos, ambos incrédulos por lo que está pasando. 

 

Llegamos a un viejo portal de mármol negro y una puerta de madera oscura con un cristal rajado y una verja oxidada. Buscas las llaves en el bolsillo interno de la chaqueta de tu traje y las oigo tintinear antes de abrir la cerradura. Entramos y nos dirijimos al ascensor, mientras observo de reojo como aflojas tu corbata.

 

-Joder, qué calor hace aquí -susurras quitándote la chaqueta. 

-Y todavía estamos en agosto, espera a que llegue septiembre y primeros de octubre -te respondo-. Cómo se nota que no eres de aquí, aunque deberías estar acostumbrado. No creo que en tu tierra haga menos calor. 

 

Te encoges de hombros y pasas una mano por tu pelo, revolviéndolo.

 

-Es diferente. 

 

El silencio vuelve a instalarse entre nosotros, que no dejamos de mirarnos a los ojos en el ascensor. Estamos nerviosos, la situación es rara: somos conocidos y desconocidos a la vez. En su momento, vivimos noches y noches infinitas hablando, contándonos cualquier tontería, insulsas anécdotas. Compartimos experiencias, preocupaciones y sentimientos. A mi cabeza viene una especialmente triste para mi: te estabas despidiendo de todos en la sala común antes de hacerlo en privado conmigo con tu "descansa, gata, te veo mañana", cuando te pedi que esperaras un momento. Lo hiciste y al volver, ante tu preocupación, te comenté que mi madre acababa de dejarme sola para llevar a mi abuela al hospital. No dijiste nada, te fuiste... y unos minutos después, un desconocido me mandó un chat privado que decía "Gata, soy yo, estaba cambiando el nick y la ip para que no me molesten mientras estoy contigo, sólo para ti, no quiero dejarte sola". Y ahora, tras tanto tiempo, vuelvo a tenerte sólo para mi pero no sé qué hacer o decir. Tú te sientes igual, lo veo en tu tímida sonrisa, en tus ojos que se posan nerviosos sobre mi y se apartan con rapidez para volver a mi más rápido aun. 

 

Por fin entramos a tu piso por una puerta que da directamente al salón. La cierras cuando yo ya estoy junto al sofá, dejando mi bolso sobre él. Aún en silencio, pasas a mi lado  tirando tu chaqueta y tu corbata al lado de mi bolso, vas hacia la ventana y la abres un poco pero sin descorrer la cortina. Luego, lentamente, te giras hacia mi soltando el aire despacio. Tu mirada ha cambiado, es más decidida y oscura, es la mirada que siempre imaginé que tendrías cuando me decías "Me acercaría a ti despacio, acorralándote contra la pared, antes de besarte". Y sé que eso es lo que vas a hacer en ese instante. 

 

Cada paso que avanzas es uno que yo retrocedo hasta notar la puerta en mi espalda. Cada paso que avanzas y que retrocedo es un botón más desabrochado, hasta que finalmente ambos dejamos que nuestras camisas caigan al suelo. Pones una mano sobre la puerta, yo pongo una en tu cadera. Inclinas la cabeza hacia mi y yo la alzo hacia ti. 

 

-Por fin, después de tanto tiempo -susurras.

 

Por fin, después de tanto tiempo, tus labios se ciernen sobre los míos. 

 

Escribir comentario

Comentarios: 0