Cena de Navidad en casa de los Black

Londres, Navidad de 1973

 

La fría nieve caía con suavidad, cubriendo las aceras y la plaza frente al número 12 de Grimmauld Place. Dentro, la casa lucía sus mejores galas: la decoración verde y plata, con los tradicionales toques rojos del acebo, se expandían por el recibidor, el salón y el comedor.

 

Desde el rellano de la escalera, Walburga Black daba las últimas órdenes a los elfos domésticos. Era su forma de disimular los nervios que le provocaba la celebración de esa noche. Quería que todo fuera perfecto. Nada podía fallar. Sin embargo, algo en su interior le decía que en cualquier momento, todo el esfuerzo y dedicación que había puesto en esa cena podrían no ser valorados como ella deseaba. Desde luego, los invitados eran demasiado variopintos para su gusto. Por supuesto, no tenía nada en contra de los Malfoy, los Lestrange, los Nott o los Avery. Ni siquiera de los McTavish, socios en algunos negocios que tenían su marido Pollux y Abraxas.

 

Sin embargo, no sabía qué pensar de Erick Olmstead, que había desafiado a una buena familia, como los McTavish, al no permitir que el segundo hijo pudiera ser considerado como un oponente digno para el cortejo de la joven Stevenson. No obstante, debía admitir que el joven tenía palabra puesto que su negativa había venido por mantener el compromiso que habían acordado los padres de ambos, sin importarle que la muchachita fuera más de una década más joven que él. Después estaban los Amery, que no era más que una casa menor derivada de los Avery. Unos primos lejanos venidos a menos y cuya casa dirigía ahora un hombre del que le desagradaba las maneras en las que intentaba aparentar lo que no era o las burdas artimañas que usaba para escalar en la sociedad. La última sin duda, muy llamativa: contratar para su tienducha al  novio mestizo de un amigo de Tomas Riddle, el invitado de honor de su fiesta.

 

Además, en el último momento, se había añadido un nuevo invitando a la fiesta. No era la primera vez que veía al joven Snape, pero nunca en su casa. Sin duda, era un joven callado, taimado y escurridizo, pero también muy brillante e inteligente, con un gran conocimiento y talento de las artes oscuras. Era una lástima que fuera un mestizo, lo de su madre había sido un gran escándalo en su momento, como unos meses atrás lo había sido su propia sobrina o el hijo mayor de los McTavish. Pero a pesar de su matrimonio, se notaba que Eileen Prince no había renunciado del todo a sus raíces y había educado bien a su hijo. Muchas veces había deseado que sus hijos fueran como él, pero para su desgracia no era así.

 

Regulus siempre había sido de carácter débil, muy lloroso y mimado, buscando siempre su aprobación o la de Pollux, escondiéndose a la  más mínima oportunidad en la sombra de su hermano mayor. Sirius era todo lo opuesto: independiente, rebelde y contestatario, con un gran desdén hacia la familia. De hecho, la mejor forma que había tenido su hijo mayor de demostrar su desprecio hacia ellos, había sido rompiendo la larga de tradición como alumnos de Slytherin para acabar en Gryffindor, la casa del traidor amante de los sangre sucias más conocido de toda la historia. Así que tal vez, quien hiciera que esa velada no saliera tan bien como había deseado sería su propio hijo.

 

Respiró hondo para alejar ese pensamiento de su mente. Tenía claro que no iba a permitir que Sirius le arruinara todo el trabajo. Terminó de bajar las escaleras y se acercó a la puerta para mirarse en el espejo del recibidor. Se estaba retocando el peinado cuando escuchó unos pasos seguros bajando por las escaleras. Pollux estaba igual de atractivo que siempre. Detrás, venía  Regulus. Le había sorprendido cuando volvió del colegio dos días antes. Parecía más seguro de sí mismo y menos débil. Y, por lo que le había dicho su sobrina, su hijo menor ya pertenecía al club del profesor Slughorn y pasaba tiempo con alumnos mayores que él, como Severus o Ymir Amery.

 

—¿Todo bien, querida? —preguntó Pollux, mientras besaba la sien de su mujer y pasaba una mano por su cintura.

 

Walburga se dio la vuelta dentro del abrazo y le miró. Le colocó bien el cuello de la túnica.

 

—Ahora sí —respondió sonriendo. En ese momento, sonó el timbre de la puerta—. Parece que todo va como debe.

 

Desde las sombras, Kreacher abrió la puerta a los primeros invitados en llegar: los Avery.

 

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Había pasado la noche despierto. La bebida gaseosa que le había enviado Ada debía contener algo para que le hubiera pasado eso. Recordaba la ligera taquicardia que había sentido al rato de haber terminado la lata y, desde luego, el eructo que había soltado sin poder evitarlo tras el primer trago había sido más que escandaloso. Menos mal que su madre no lo había oído o se le habría caído el pelo por la falta de modales, además del más que probable interrogatorio y enfado por beber un refresco muggle. No obstante, esa coca-cola estaba muy rica y le pediría más a Ada en cuanto pudiera. Los chicos debían probarla también.

 

Sobre el escritorio de su mesa, estaba la última carta que Ada le había escrito. La había leído pero no tenía tiempo para responderla. Al menos no todo el que deseaba dedicarle. Se había preocupado mucho al leer la carta de James. Y sabía que James también se había preocupado por Ada, por mucho que también tuviera la certeza de que jamás se lo reconocería. Si no, no le hubiera dicho nada sobre ella.  En El Profeta Diario había leído las noticias sobre el muggle al que había capturado la gente del agua, pero jamás habría podido imaginar que era el padre de Ada. Quería estar a su lado y apoyarla, poder abrazarla y decirle que todo iría bien.

 

Terminaba de arreglarse con la túnica que su padre le había recomendado que pusiera. ¡Ja! ¿Su padre? ¡Y una leche! Sabía bien que quien había elegido la túnica era su madre, pero al menos por esa noche se dejaría llevar. Cualquier cosa con tal de no escucharla el resto de las vacaciones, al fin y al cabo, si se portaba como ella quería, quizás consiguiera poder pasar las vacaciones de pascua en casa de James, como bien había negociado con su padre. Pero lo cierto, es que no le apetecía nada tener esa cena. Si era como las demás, iba a ser un total aburrimiento y, al estar en su casa, con Kreacher vigilándolo desde las sombras, poco podía hacer para remediarlo. Quizás debió escuchar la lista de invitados mientras sus padres la repasaban durante el almuerzo. Cuando escuchó el timbre de la puerta, supo que ya era hora de ponerse en marcha y bajar. Comenzaba la función.

 

Escuchó el timbre la puerta un par de veces más y el sonido del fuego de la red flu en la chimenea. Sin duda, los invitados llegaban. Lo que tenía claro era que a sus primas se las iba a encontrar, al igual que a los Malfoy. Narcisa y Lucius no se habían casado todavía, de hecho quedaban unos años para eso, pero ya eran inseparables. Y claro, si venía Lucius, también estaría su mascota y no le apetecía nada tener a Quejicus sentado a su mesa. Pero no le quedaba otra.

 

Al llegar a la puerta del salón de invitados respiró hondo para calmarse lo más posible, pero nada le habría preparado para lo que se encontró dentro. ¡Joder, sin duda debía haber escuchado a sus padres en el almuerzo! ¿Qué coño hacía Samuel Smith plantado en medio de su salón? Y no sólo él, sino que le acompañaba el hombre con el que lo habían visto en Hogsmeade. No pudo evitar alzar la ceja al recordar mentalmente las palabras de Remus la última vez que lo habían visto: No me gusta nada el aroma que desprende, ni como huele  Smith después de estar con él. James, Peter y él mismo se habían quedado extraños porque no habían notado nada, pero si algo sabía, es que debía fiarse del olfato de Lunático. Sin embargo, su amigo se negaba a decirles a qué le olía. Ni siquiera se lo había dicho a él esa noche, cuando hablaban tumbados en la cama de Remus.

 

Entró al salón sin dudar, poniendo su mejor sonrisa y comenzó a saludar a su familia y a los invitados que habían llegado, como los Nott y los Avery.

 

—Buenas noches —saludó con cortesía a su profesor, mientras el timbre de la puerta sonaba una vez más. Poco después, llegó otro invitado que no esperaba: Erick Olmstead, su antiguo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.

 

Se acercó a la mesa de bebidas y cogió una cerveza de mantequilla muy fría a la que dar un buen trago. Tampoco entendía qué hacía Olmstead ahí. Por lo que había escuchado a escondidas en verano, su padre y Abraxas Malfoy habían hablado mucho de él. Por lo visto, había tenido la desfachatez de putear de mala manera a Arturus McTavish, y suspenderle la asignatura, porque había empezado a salir con una ravenclaw, que era la prometida de Omlstead. Pero la cosa  no había quedado ahí. El profesor hasta se había negado a permitir un duelo de cortejo hacia la joven, aprovechando que su compromiso había sido acordado por los padres de ambos antes de que nacieran. Abraxas se había indignado mucho con el tema, no le parecía bien que alguien de una casa tan menor le plantara cara a una casa de mayor grado. Por el contrario, su padre, aunque de acuerdo con la opinión de Abraxas, también aplaudía la forma en que Omlstead había defendido la palabra de su familia. Y, si era sincero, él estaba de acuerdo con ambos adultos.

 

Miró a los asistentes que había en el salón, temeroso de encontrar alguna nueva sorpresa. En una esquina ya estaban cuchicheando Nott, Avery, Rodolphus, Rabastán, Lucius, Quejicus, Narcisa y Bellatrix. Puso los ojos en blanco al ver cómo sus primas cogían a Rodolphus y Lucius del brazo. ¡Ni que nadie se los fuera a robar! Bueno… quizás Quejicus quisiera estar en la posición de Narcisa. Su hermano también estaba ahí, imitando la postura estirada de Snape y la sonrisa de Lucius. Apretó la botella de cerveza de mantequilla con fuerza e inspiró hondo. Tenía que hacer algo para que Regulus se alejara de esas sucias serpientes arrastradas. No eran una buena influencia para él, lo tenía muy claro. Sobre todo después de que Ada le comentara lo que le había dicho durante la cena del Club de Slughorn. No le gustó nada las contestaciones que le había dado cuando le preguntó por qué le había dicho esas cosas a la que fuera su novia en ese entonces. Sentía que lo estaba perdiendo y no sabía cómo mantenerlo a su lado. De momento, sólo podía confiar en que la compañía de Phineas McTavish fuera lo suficientemente buena y fuerte.

 

Volvió a sonar el timbre de la puerta. Desde el recibidor se escucharon muchas voces y segundos después, los McTavish entraron al salón seguidos de los Amery. Sirius sintió un gran alivio al ver a Arturus y una gran sorpresa al ver a Idunn. No se la esperaba para nada y, una vez más, se reprochaba no haberle prestado atención a sus padres durante el almuerzo. Desconocía si se llevaría alguna sorpresa más. Se acercó al nuevo grupo, saludó educadamente mientras sus padres también lo hacían y, en cuanto pudo, volvió a su posición junto a la mesa de bebidas en compañía de Arturus.

 

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Walburga saludó a sus cuñados y sobrinas con el mayor de los cariños. Sin duda, Bellatrix y Narcisa eran dos jovencitas adorables y con una gran clase, que tenían la fortuna de haberse comprometido con muchachos de muy buena posición. Volvió a coger el brazo de su marido para terminar de saludar al resto de invitados que habían llegado mientras observaba a sus hijos. Regulus ya se había juntado a sus primas y hablaba con ellas, sus prometidos y amigos. Por otro lado, Sirius estaba solo en la mesa de las bebidas, mirándolo todo y a todos. Desde su posición, su hijo parecía un león agazapado en plena selva. De momento, parecía que sólo estudiaba el panorama, por lo que decidió dejarlo pasar y volvió a centrarse en sus invitados.

 

—Profesor Smith, es un placer que esté aquí esta noche —dijo con una amplia sonrisa.

 

—Walburga, por favor, llámame Samuel que nos conocemos de hace mucho tiempo. Permíteme que te presente a Michael Johnson, mi acompañante.

 

El hombre a su lado tomó la mano de Walburga y la besó en el dorso.

 

—Es un placer conocer a una mujer tan bella como tú —dijo en un perfecto acento extranjero.

 

—Muchas gracias. Veo que no es de aquí, ¿sería mucha indiscreción preguntarle de dónde es?

 

Michael sonrió mientras negaba.

 

—No lo es, soy de Chicago. —Walburga no pudo evitar el gesto de sorpresa, ante lo que Michael sonrió aún más—. ¿Sorprendida?

 

—Disculpe… sólo que no lo esperaba.

 

—No tengo nada que disculpar.

 

Walburga siguió hablando con él mientras Pollux y Samuel se reunían con Abraxas y los demás caballeros. Por lo que había escuchado, Samuel y él se habían conocido en Alemania, el último destino de Smith en Gringotts antes de volver a Inglaterra. Sin embargo, Johnson no dudó en dejar su anterior puesto de trabajo en el hospital germano para seguir a Samuel. Como en San Mungo no había plazas vacantes, Samuel había tirado de sus contactos, por lo que Riddle había pedido a Frey Amery que lo contratara en su tienda. Poco a poco, el resto de las mujeres de la sala se acercaron a los dos y se unieron a la conversación. Para ese momento, estaba siendo mucho más que productiva, ya que Johnson estaba relatándoles cómo conoció a Smith, cuando se vio obligada a separarse para saludar a los invitados que acababan de llegar.

 

Saludar a Lori McTavish siempre era un placer, le gustaba la clase y la elegancia de la mujer. Las hermanas Amery ya eran otro cantar. Danu era una mujer guapa y con inteligencia, Elfame era distinta. Muy mona también, aunque mucho menos guapa que su hermana en su opinión y, desde luego, más bien poco inteligente. O, como mínimo, demasiado obvia. Eran más que conocidos sus artimañas para intentar conseguir buenos matrimonios para sus hijas, sin tener la decencia de guardar su lugar y compostura. Antes que sus hijas, había otras jovencitas en edad casadera y de mucho mejor cuna, como su sobrina Narcisa. Había sido todo un despropósito que Elfame alentara a su hija y le creara las falsas esperanzas de casarla con Lucius. Si no fuera porque sabía a magia cierta que Lucius era un muchacho responsable y respetable, estaría convencida de que la joven Hnoss ya no guardaba intacta su delicada flor íntima, porque se habría ofrecido cual vulgar sangre sucia que no era. Y si no las habían condenado al ostracismo social, no era ni más ni menos por los negocios que empezaban Pollux y Abraxas con los hermanos Frey y Heimdall. Y quizás, ése era el problema. Frey y Heimdall Amery. Más Frey que Heimdall, que no era más que una marioneta pusilánime mangoneada por su hermano mayor. Frey le daba muy mala espina, había avisado a Pollux, pero a su marido no parecía importarle nada de lo que ella opinara cuando había dinero de por medio. Ni siquiera había hecho caso a sus quejas cuando Frey se le insinuó descaradamente mientras bailaban en la última fiesta a la que asistieron en casa de los Lestrange. Sin embargo, hoy, estaban en su terreno.

 

El timbre sonó por última vez esa noche. Pollux se separó de los invitados y fue a su encuentro para, juntos, ir a recibir al comensal que faltaba en la fiesta.

 

—Walburga, estás hermosa —saludó Riddle tras besar el dorso de su mano y provocando que la mujer se sonrojara ligeramente—. Pollux, amigo, muchas gracias por la invitación —añadió, estrechando la mano del patriarca de los Black.

 

—No tienes por qué darlas, ya sabes que es todo un placer —respondió Pollux.

 

—Por favor, Tom, no te quedes aquí. —Walburga hizo un gesto con la mano, invitándole a pasar del recibidor al salón. Tomas Riddle extendió su brazo hacia la mujer, que soltó el de su marido para tomar el de su invitado—. Permíteme que añada algo a las palabras de mi marido, no es solo un placer que estés aquí, sino que tú eres nuestro invitado más importante de esta noche. Has conseguido lo que pocos podrían.

 

Tomas sonrió mientras apretaba ligeramente la mano de la mujer.

 

—Lo sé, Walburga.

 

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—¿Qué tal van las vacaciones? —preguntó Sirius a Arturus mientras le ofrecía una cerveza de mantequilla que el escocés no rechazó.

 

—Tranquilas de momento. Lo único pesado es la tarea de Runas Antiguas, que la profesora Vector se ha pasado con el texto que nos mandó a traducir. ¿Y tú?

 

Siriuis señaló disimuladamente a su alrededor.

 

—¿Tú qué crees? —dijo con cierta sorna. En ese momento, sonó la puerta y los Sres. Black fueron al recibidor —. Discúlpame un momento.

 

Sirius se acercó a la puerta del salón y se reunió allí con Regulus. Ambos esperaron a que llegaran sus padres con el último invitado, alguien a que Sirius no soportaba especialmente. Ese hombre le daba mucha grima: la forma zalamera en la que le hablaba a su madre, la forma sibilina en la que le hablaba a su padre, como si él supiera algo que los demás desconocían, el color de sus ojos… No, había algo que no le gustaba en absoluto, pero en ese momento no le quedaba más remedio que poner su mejor sonrisa y saludarle educadamente.

 

—¿Y por qué no pasarlas en el colegio? —preguntó Artie cuando Sirius volvió a su lado.

 

—Es una opción que hemos barajado, pero James tenía que volver a casa, —se encogió de hombros— y Remus también, así que pocas opciones quedaban. ¿Ustedes también han vuelto a casa, no?

 

—Sí. Rafael volvió a España y Conan a Irlanda. Ada está con su familia en Londres. A Idunn y a mí, ya nos ves.

 

—Por la cara de Amery no tiene de estar pasándolo bien.

 

Los dos miraron a la muchacha que estaba junto a su madre, su hermana y su tía con el resto de las mujeres de la fiesta. En ese momento, Walburga le mantenía la cara por la barbilla, observándola.

 

»Definitivamente, no se lo está pasando nada bien —dijo Sirius antes de dar un trago a su cerveza—. Que Merlín y Morgana la protejan de los comentarios envenenados de mi madre.

 

Artie disimuló su risa bebiendo.

 

—Dices de mi amiga, pero no es que tú lo estés pasando genial. Deberías relajarte un poco, porque da la sensación que eres un león enjaulado que va a atacar en cualquier momento.

 

—¿Eso es algún tipo de broma de serpiente? —Artie se encogió de hombros—. Es que no me gustan este tipo de fiestas, además de que estoy preocupado —. Artie le miró con gesto interrogante—. He leído los periódicos de estos días, ¿tú no? —Artie asintió en silencio mientras observaba a los adultos moverse —. Pues eso, que las noticias han sido interesantes…

 

—Bastante. Y no lo está pasando bien, como comprenderás.

 

—Lo sé. Me enteré por James de que le pasaba algo y luego ella me confirmó lo que había pasado. No parece muy animada en sus cartas.

 

Artie se encogió de hombros.

 

—Está como siempre.

 

Sirius alzó una ceja.

 

—¿La has visto? —preguntó sorprendido.

 

Artie asintió en silencio y, ante la mirada interrogativa de Sirius, habló:

 

—Nos vimos ayer, quedé con ella en el Callejón Diagón, ¿por?

 

—Por nada, sólo curiosidad.

 

Pero el rostro de Sirius decía todo lo contrario. Artie le miró fijamente.

 

—¿Lo hacemos al que se supone que es tu modo o al nuestro? —dijo señalando a prácticamente todos los invitados de la fiesta.

 

Sirius le encaró.

 

—¿Disculpa? Creo que no entiendo bien a qué te refieres.

 

—¿Qué si lo hacemos a lo gryffindor o a lo slytherin? ¿Somos directos o nos pasamos toda la noche con veladas indirectas?

 

—Directo —respondió Sirius secamente.

 

—De acuerdo. Es tu casa, es tu fiesta, es tu terreno. Empieza a preguntar lo que quieres saber y que realmente te molesta.

 

—¿Ella es el precio al favor que te pedí?

 

—Para nada. Es mi amiga.

 

—¿Y cuáles son tus intenciones? ¿Por qué la sacaste a bailar? Sabes que no podías.

 

—Mis intenciones con ella, son mías, no de nadie más. Te concedo el que yo sé que no debía sacarla a bailar, pero ella eso no lo sabe. No es como nosotros. No tiene nuestra educación ni nuestras tradiciones, deberías saberlo. En la fiesta, se aburría y se estaba deprimiendo porque nadie la sacaba a bailar. Así que hice lo que hice porque es mi amiga y no quiero que lo pase mal.

 

Siriuis sonrió.

 

—Gracias por cuidarla.

 

—Sobra que las des. No las quiero. Ella se cuida muy bien sola, aunque no lo creas. Es una chica con mucho valor y que no necesita que nadie la cuide ni la esté vigilando.

 

—McTavish, ¿qué sientes por ella?

 

Fue Artie quien sonrió esta vez.

 

—Lo mismo que tú, sólo que yo no me puedo permitir los mismos lujos que tú.

 

FIN

Comentarios: 1
  • #1

    Kiram (lunes, 04 marzo 2019 07:41)

    Ay! Walbur( barbar) qué zorra es ,madre. <3 artie lindo <3